domingo, 9 de marzo de 2025

Semillas de fetichismo (parte II)

 



   La palabra fetiche en el sexo permanece como un tabú con connotaciones negativas, particularmente entre las mujeres. Si un hombre que conocemos se define como fetichista, es muy posible que le adjudiquemos una mirada negativa, asociada a obsesivo, perverso, maníaco sexual. Pero remitirse a la verdadera definición de fetiche, un objeto mágico, nos devuelve a las primeras civilizaciones humanas, cuando los primitivos rezaban a fuerzas de la naturaleza, construían ídolos a los que adoraban y llevaban amuletos buscando inmunidad frente a enfermedades, implorando por lluvia o buscando fertilidad. Las prendas fetichistas de hoy se relacionan íntimamente con aquello: son sensuales amuletos mágicos que nos conectan con antiguos rituales de sexo, rituales en donde la mujer era adorada como una diosa porque era dadora de vida.

   Una de las sombras que siempre ha revoloteado sobre la dominación femenina es su marcado carácter fetichista, el fuerte contenido de imagen asociado a la misma. La prenda fetichista sobre el cuerpo de la mujer es profundamente transformativa: desde lo visual y también desde lo psicológico y cultural, acelera el deseo del hombre a someterse a ella. Muchas dominantes se quejan de la moda fetichista porque sienten que es un boomerang que se ha vuelto contra ellas pero nadie puede negar que más que víctimas somos las victimarias que llevamos la seducción del fetiche al extremo para ganar en el juego erótico y obtener de los sumisos todo lo que queremos.

   Si el reconocimiento público de nuestra sexualidad es una conquista de las mujeres del siglo XX, la dómina profesional fetichista tiene una historia mucho más antigua, con mucho camino recorrido en gabinetes y prostíbulos especializados. Es la fantasía masculina la que creó la dominatriz profesional con el atuendo fetichista, mucho antes que se hablara del orgasmo femenino. Cuando el fetiche salió del closet, a algunas de nosotras nos gustó y lo usamos con gusto y placer. Leímos los conceptos del BDSM. Nos incorporamos a la corriente del leather, que era patrimonio exclusivo de los gays. Redescubrimos a Masoch y a Sade. Miramos con curiosidad pornografía de dominación femenina. Nos excitamos con las provocaciones de Madonna. Así llegamos hasta hoy, siglo XXI. Pero sabemos muy bien que muy al principio, los arquitectos diseñadores fueron ellos, los sumisos y sus fantasías de ser esclavizados. Ellos inventaron a la dominatriz. Por eso es que el Manual Mitológico de la Dómina, tan uniformador y estereotipado, sigue funcionando y se impone cada vez más. Porque complace por igual a las dos partes del juego.

   Dicen que el asesino serial siempre pone la firma en su obra. Es como una compulsión. La firma que lo delata está en los detalles que no son necesarios para la realización del crimen. Sea por nuestra propia voluntad o por mera conveniencia, las dominatrices somos las mujeres que llevamos el fetiche como firma. Podríamos alcanzar el orgasmo desnudas o vistiendo cualquier atuendo. Pero en el mundo del sexo, somos las asesinas seriales y nuestros clásicos fetiches son la firma que nos delata ante el resto de la sociedad. El fetiche es la firma de nuestro sexo. Como los primitivos seres humanos, Nosotras y nuestros adoradores recreamos la magia a través del uso de los fetiches. Nosotras lo hacemos así.    

 

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4 comentarios:

  1. Excelente como siempre
    Reitero una vez mas que muchos articulos como este blog deberian juntarse en un libro.
    atentos saludos
    Comm

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    1. Gracias Commendattore. La verdad, nunca quise comprometerme en un proyecto así, escribo básicamente para entretenerme y armar mi propia biblioteca/videoteca/hemeroteca personal

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  2. ojala las mujeres volvieran al fetiche, pero estamos las sissys, y las amamos asi

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    Respuestas
    1. Sissy, creo que el fetiche late, está ahí, excita, se mueve, rota, muta...

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