Esta puede ser
una de las columnas menos glamorosas que haya escrito jamás. Por eso no lleva ninguna ilustración, de esas
tan bellas que suelen engalanar mis páginas. Esta entrada en particular no la
merece porque trata sobre la miserable visión que tengo sobre varias (demasiadas) mujeres que confluyeron conmigo en foros BDSM, ambientes swinger y varios sitios similares en donde
tienden a reproducirse.
La musa
inspiradora de hoy es entonces la reina Estropeada. Este cisne gris del BDSM es
una de las más recurrentes formas que puede tomar el amor deformado. Es la eterna
perdedora, la que le toca siempre por su destino intransigente el banco de
suplentes, la denunciante perpetua de injusticias varias. Ve la fiesta de las
otras siempre desde afuera, las suyas nunca terminan de concretarse, es la
militante del beige y del gris. Cree que el sado nace a partir de su
masoquismo, idealiza su entrega, el Femdom clásico nunca está de su lado y la
elegancia femenina es una cosa antigua y pasada de moda. En los dominios
averiados de esta soberana, abundan las quejas sobre el comportamiento ajeno (y
feliz). Le gustaría, como no, que un hombre se jugara por ella en una
relación pero a la vez detesta al varón biológico porque no suele comportarse
de acuerdo a lo que ella han pautado. No, no se confunda el lector, tampoco es lesbiana. Su rota vida de fracasos no
le permite darse el lujo de dejarse llevar de la mano de los goces y los
placeres sexuales del sexo entre mujeres.
Estropeada tiene
una absurda y confusa personalidad vainilla–sado. Va y viene entre diversas
personalidades, nicks y roles. Afea su perfil a propósito porque es una de sus
formas favoritas de rebelarse contra su destino de mujer. Es desganada y adormecedora en su cuestionamiento constante
contra las mujeres que disfrutamos de nuestro género y lo utilizamos para
animar la vida. Sus amores e intereses son aburridos como ella. Desesperada por figurar, suele buscar una especialidad dentro del BDSM y se vuelve tediosa en su infatigable búsqueda de que todo hecho o idea confluya en dicha
especialidad.
Y allí va la
emperatriz de la mitomanía. Sus aliados siempre fieles suelen ser Sumiso
Ficticio, Amo Oh Rey Todo Omnipotente,
algunas chicas recién salidas de la adolescencia que la admiran por su rebeldía
prefabricada y esos conflictivos tipos que suelen pulular en las páginas BDSM y
a los cuales ninguna mujer medianamente segura de sí misma les daría cabida.
Esta majestuosa ruina tiene reservada para ellos su putez proclamada pero inapetente
y su intelectualidad quejosa. El mundo de Estropeada es ideal y complementario
para un sumiso ficticio, ese capo del fastidio especialista del versos en los
foros y los lamentos porque la sociedad que no lo comprende ni lo
valora como él cree que debería serlo.
La reina supera
siempre a su reino porque ella es más que todo pero nadie todavía se dio
cuenta. Pero ya llegará, inexorable, el
día de su triunfo. Porque ella es casi eterna, se cambia la edad y alardea de
sus juguetes de cuero que no seducen a nadie. Es educada pero la juega de
nena rebelde. Engrupe con ser ginarquista
y/o feminista (uno de sus clichés favoritos) pero odia a las mujeres que
gozamos de la vida, tanto sexual como maternal. Tener hijos, si los tiene, es un fastidioso
detalle en su vida. Una carga cada vez más persistente e irresoluble. Una
rancia acidez estropea sus discursos en donde pretende hacer valer un fresco y
juvenil romanticismo de centro de estudiantes.
La autoestima
no ha hecho un gran trabajo en esta tardía realeza. Tiene un discurso de
ganadora de la nada. Intenta asumir los roles que admira pero le salen
mal. Se queja de que el mundo es un
lugar inhóspito para reinar. Tiene delirios de abeja coronada, pero es
alérgica a la dulzura de la miel. Y entonces Estropeada se enamora del
corrompido, del pesado, del manipulador. Se juega el poker de ases por centavos
de cafeterías berretas y ramitos de fresias vendidas en semáforos. Es la pobre
muchacha de más de treinta con ojos de niña mal querida por su mamá quien
seguramente transfirió demasiadas frustraciones a su hija. Estropeada no espera
al principe azul pero tampoco se hace desear por nadie. Es la tendenciosa
destructora de toda fantasía femenina de felicidad y amor. Si no hay para ella,
no debe haber para nadie.
Corolario
Será que algún
día el BDSM se liberará de la lágrima, volverá al sado y se montará en la sonrisa
de Bettie?
O seguirá
viviendo en la victimización tras un ciber tablero 4.0 y denunciando la felicidad
ajena?
Es muy pero muy genial!!
ResponderEliminarJo Mistress...te has superado.
ResponderEliminarEnhorabuena ¡
ATERRADORA LUCIDEZ
ResponderEliminarnini
Muchas gracias a los tres.
ResponderEliminarY a soñar con el día en que nunca más tenga que escribir columnas como ésta
Parece que aquí te has desahogado.
ResponderEliminarFueron años de foros y reuniones BDSM
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