En la Europa antigua, las novias eran consideradas un símbolo de
buena suerte en su día de bodas. Era costumbre que los asistentes a la fiesta
se llevaran un trozo de su vestido como talismán. Como no todas las novias
aceptaban de buena gana que su vestido fuera destrozado al finalizar la fiesta
de bodas, empezaron a regalar las flores de su arreglo a las invitadas para
compartir su suerte con ellas. De allí viene la costumbre de entregar el bouquet
floral.
The Victorians, who were fascinated by the
meanings of different blooms, popularized the wedding rose, which represents
true love. Also in Victorian ages, the bride originally tossed her bouquet to a friend as
she left the festivities to keep that friend safe (by warding off evil spirits,
of course) and to offer her luck; this came to mean that the single woman who
caught the bouquet would marry next.
Las fiestas de Halloween en Anchorena SW Club eran una buena
oportunidad para sacar a pasear el fetiche sado de una forma más o menos legal
sin que el resto de las parejas me mirara raro cuando me aproximaba a ellas con
la explícita intención de someter a la mujer. Arropada de vampira punk gótica,
como me describió una de mis conocidas habitués de aquellas noches, y bien acompañada
por mi marido sumiso, él moviéndose siempre entre lo discreto y lo opaco,
supuse que mi estilo de dominatriz no iba a resultar tan chocante como lo es
casi siempre.
Los organizadores anfitriones
habían propuesto un concurso A la brujita
más bella. Damas de diferentes edades habían improvisado escobas, lucían labios
sombreados de negro y sus pestañas recargadas de rimmel resaltaban miradas de
hechiceras que me seducían y me excitaban. Sus cabellos sedosos bajo los rústicos
bonetes de magas y sus vestimentas de encaje que exhibían las partes más
sensuales de una mujer me conectaban con lo primordial del sexo, con lo
atávicamente femenino.
A mí en particular no me interesaba
el certamen pero sabía que era una oportunidad de esas que se dan muy de vez en
cuando de aprovechar el destape de alguna de estas alborotadas herejes y sacar
provecho de sus excitaciones. Mujeres algo más calientes que lo habitual, sensualidades
coqueteando con lo sádico y el fetiche de lo diabólico - carnal; una mezcla
tentadora aunque la mitad de aquellas damas no tenían ni idea de qué significa
en realidad el Halloween o directamente habían ignorado la consigna y se
presentaban vestidas de normal.
Entiéndase normal por apenas algo más
sexy que un casual.
Cuando empezó el concurso, las
chicas más caracterizadas se fueron al escenario a desfilar entre los poledance con el fin de ganar el premio a la brujita más aplaudida por la audiencia.
Simultáneamente en el reservado de parejas, latía el sexo pero siempre en
intercambio cruzado heterosexual. Pero yo sabía que al costado de ese
reservado, se abría una habitación más pequeña que los habitués llamaban trencito, allí solía haber otro tipo de acción, más subterránea y
prohibida. Predominaba el apretujamiento y el toqueteo al azar pero como yo llevaba
a mi marido sumiso bien pegado a mí por detrás, no me importaban demasiado los acercamientos de los demás machos, al mismo tiempo que tenía mis manos y mi boca libres
para acercarme a sus hembras, a las que no les resultaba fácil escapar de mí. En
realidad, yo tampoco las forzaba demasiado. Aprendí con los años que la mujer con
el lesbo reprimido, cuando se siente arrinconada por otra que no le da opción, casi
siempre se deja llevar y goza.
Esa noche, mientras recorría el
trencito entre gemidos, caricias y besos de chicas excitadas, mi marido sumiso
me susurró al oído No te pares, seguí
para el fondo. Al fondo, contra el tabique de madera que nos aislaba de la
pista de baile que quedaba justo detrás, me encuentro con dos bellezas rubias intentando sin
demasiado éxito algún tipo de acción entre sus parejas o con
las parejas vecinas. Me fui acercando hasta ponerme justo frente a ellas y las saludé con
un Hola chicas, yo soy la vampira e
inmediatamente me hice el centro de la acción. Para qué explicar el morbo que
desperté a mi alrededor. El espíritu de Halloween se hizo presente. Lancé el
bouquet de la novia sado y ellas lo atraparon al instante.
Mi esclavo marido me ayudó a sentarme entre ellas, en el sillón que se extendía a lo largo de la pared y se arrodilló en el piso frente a mí, sosteniendo mis piernas con sus manos mientras besaba apasionadamente los tacos de las botas. Esa es la usual forma en que él se ingenia para quedar fuera de toda acción que no sea la de estar sometido ante Mí. Mientras los hombres lo miraban sorprendidos por su actitud (suponían que él debería haber intentado algo con las chicas), yo atraje a mis dos bellas víctimas y comenzamos a profanarnos sexualmente. Creo que nuestro encuentro habrá durado media hora, un tiempo mágico en donde no nos detuvimos hasta saciarnos de nosotras mismas. Recuerdo en especial a una de ellas, masturbándome con la mirada enfebrecida para luego lamerse sus dedos con mis jugos y ponérselos en la boca a la otra que, trepada encima mío casi me asfixiaba con sus tetas en la cara y sus besos de lengua, diciéndole probala, probala, la vampira está recaliente!
Esa noche, Halloween se me presentó en
todo su esplendor de ritual pagano y me reclamó sus víctimas sacrificiales. Ellas
fueron mis corderos y yo lo fui de ellas; todas compartimos un ritual en donde nos
devoramos a nosotras mismas con la misma pasión con que las damas de compañía se
disputan el bouquet floral de la novia de la fiesta. Yo fui la novia y ellas
gozaron cada parte de mi cuerpo de vampira, cada pétalo del bouquet de mi sexo.
Así debía ser desde el momento en que mi siempre atento esclavo decidió presentarme en la
penumbra para que mis anónimas adoradoras me rindan culto; ese culto
tan atávico como sado, tan lujurioso como sensual, tan lésbico como
femenino.
Que vos también tengas un feliz Halloween y si esta noche ves una vampira, no te olvides de ofrecerle tu cuello y de reclamarle tu parte del bouquet.