Con mi dominado marido solemos tener largas discusiones acerca de la sumisión masculina. Siempre me ha resultado fascinante por lo contradictoria, la intensidad con que tantos hombres fantasean con ser sometidos por una mujer altamente sexuada pero a la vez, pretenden arreglar a esa mujer de acuerdo a sus propios gustos (como si fuera posible). No me cabe duda que existen algunos hombres que son sumisos puros, es decir, varones que desean entregar el poder (con límites o no) a una mujer porque disfrutan de esa cualidad sumisa de su personalidad que es tan propia de ellos como su estatura o las dimensiones de su pene. O suele suceder, como el caso de mi sumiso marido, que yo soy su Ama porque soy su fantasía de toda la vida. Así es más fácil.
La práctica del cuckolding (el adulterio de la esposa consentido por el marido) por definición pone a la mujer en un lugar central, en donde su goce sexual es la única variable a tener en cuenta. El hombre disfruta de la puesta de cuernos a un costado, como invisible, fuera de los focos o detrás de los cortinados, siempre atento a que todo marche bien. Pero siempre o caso siempre, él ha estado involcrado desde el principio y lo que ella hace es en gran parte su fantasía.
Para que el cuckolding marche bien, debe haber pareja constituida en donde la mujer goce de una libertad sexual absoluta. Y si está constituida bajo la órbita de la sociedad convencional, el morbo es mucho mayor. Cuando lo que se le propone a una mujer es justamente un universo de placeres sensuales sobre los cuales ella reinará como señora soberana, cuesta decir que no. Claro que a veces, ellos, en el apuro por concretar su calentura, no toman en cuenta que no todas las mujeres tienen la madera para crecer y desarrollarse para ser las reinas fetichistas de su fantasía de cornudo. El más diestro artesano no podrá hacer gran cosa sin la materia prima correcta. Un gran orfebre no puede obtener demasiado brillo si se dedica a pulir un diamante falso.
Es que sólo a partir de la aceptación de la mujer de que su condición de Ama nace de su propio poder y no de una construcción ajena, es que puede nacer y desarrollarse una pareja con sexualidad Femdom. Nunca al revés. La sexualidad femdom no es ni podrá ser jamás una construcción masculina. La decisión fundamental llega cuando la mujer entiende y se hace carne en ella de que ese placer que el hombre le propone e imagina inmenso para ambos va a ser la piedra fundamental de su vida sexual y no es un accesorio más.
Esa construcción sexual que él nos tiene preparada y que nosotras perfeccionamos cuando la hacemos nuestra, tiene muchísimo de verdadero y romántico amor. Seguramente no es el la expresión de amor que nos enseñaron a valorar desde chicas pero es mucho más sincero y visceral. Ellos nos imaginan gozando de todas las formas posibles, sin límites ni contraprestaciones, dándonos todos los gustos. Si esto no es amor, no sé que es.
Una verdad de esas que duelen reza los hombres sólo se muestran como son cuando van con una puta. Es que solamente el dinero puesto en la mesita de luz empareja la situación de mostrarse tal cual son, con sus fantasías y debilidades. Y somos Nosotras, las Señoras Adúlteras, las más grandes putas de la historia, las que nos apropiamos de todos los secretos del sexo, las exquisitas amantes que sabemos recorrer los más íntimos recovecos de las fantasías, las que sabemos usar como nadie las armas de la seducción y el poder. Somos Nosotras las que terminamos de romper de una vez todas sus cadenas para hacerlos libres y que ellos puedan mostrarse como realmente quieren ser.