jueves, 28 de abril de 2022

Emocionalidad en la dominación femenina

  



   El negro brillo de la belleza fetichista está indisolublemente unido a todo el BDSM pero muy especialmente a la dominación femenina. Desde las prendas de vestir con que las dominatrices nos adornamos hasta las teatrales ceremonias de castigos y adoración en los dungeons de nuestras sesiones de placer; casi todo lo que nos rodea posee esa estética particular que nos distingue y nos vuelve especiales frente a otras formas sexuales. Hoy encontramos moda fetish en casi todos los ámbitos pero siempre siendo asociada a las prácticas de dominación y sumisión que tanto nos excitan.

   El culto al fetiche es tan fuerte en Femdom que muchos de sus seguidores llegan atraídos nada más que por la estética y no suelen avanzar más allá de los placeres directamente relacionados con lo sensorial. Pero lo que yo puedo atestiguar luego de años de vivencias es que detrás de todo lo que yo llamo la parafernalia del sado femenino, de sus látigos, cueros, botas y maquillajes, habita un mundo espiritual personalísimo y fascinante que sólo la dominación es capaz de despertar y que vale la pena explorar.

   En mi constante búsqueda de experiencias, aún en las más breves y espontáneas, me he regocijado más de una vez encontrando en mis víctimas sumisas una respuesta emotiva inesperada que iba mucho más allá de las sensaciones físicas de placer.

   Cuando digo respuesta emotiva inesperada, no estoy hablando del tan comentado subspace al que suelen referirse los expertos en BDSM y que nunca me quedó claro qué es y cómo se lo encuentra. Me refiero a algo mucho más tangible y humano: a la mirada de gratitud de un sumiso que eyacula en mis botas y después me confiesa que jamás había imaginado llegar a algo así o al llanto de felicidad de una esposa joven que mientras toma de la mano a su marido, me agradece entre lágrimas que yo haya sabido conducirla hacia el primer orgasmo lésbico de su vida. Atesoro en mi memoria muchas escenas y confesiones como éstas.

   Si la dominación femenina es una exaltación del poder sexual de las mujeres, de su belleza y de su sensualidad, no existe ninguna razón para que no esté relacionada con el resto de nuestras emociones y sensibilidades. Considero un error restringir la dominación - sumisión a sesiones predeterminadas y consensuadas hasta el detalle, basadas en la mera aplicación de técnicas BDSM. La experiencia sexual del sado termina así totalmente desconectada del resto de las vivencias humanas.

   Las antiguas enseñanzas taoístas de las Tigresas Blancas son muy ilustrativas al respecto; las tigresas no sólo aprenden a convertirse en expertas felatrices sino también a utilizar la energía vital del sexo masculino, el chi, como una fuerza que tiene el poder de enriquecer internamente a la mujer y otorgarle salud y bienestar, tanto físico como espiritual. En las antiguas celebraciones de las diosas paganas (Isis en Egipto y posteriormente en Roma, Ishtar en Babilonia, Afrodita en Grecia, Venus y la Bona Dea en Roma), el sexo estaba investido de un carácter espiritual. Las sacerdotisas de esos cultos solían ser prostitutas sagradas, dedicadas tanto a honrar a las diosas como a regocijarse en el sexo con los iniciados en sus misterios. No existía en estas antiguas religiones ese divorcio entre la carnalidad y la espiritualidad que debe ser la peor herencia de nuestra cultura judeocristiana. Todo lo contrario: cuestiones esenciales a la sexualidad femenina como la menstruación, nuestro carácter multiorgásmico y las caricias lésbicas eran vividas con alegría como fuentes de sanidad de cuerpo y de mente.

   Parte de mi viaje personal de sadonauta tiene que ver con el estudio de esas antiguas y sabias formas de religiosidad, con cerrar esa falsa grieta que separa a lo físico de lo espiritual. Aprendí con los años que a través del sexo soy capaz de abrir muchas más puertas mentales y emocionales que las que yo imaginaba.

   Nuestra cultura occidental adjudica la expresión diosa a mujeres hermosas, a topmodels o a divas del espectáculo como las cantantes pop. Pero cuando nos adentramos en el mundo de la sexualidad femenina, la palabra diosa adquiere connotaciones mucho más profundas. No me sorprendo cuando leo testimonios de damas cortesanas y escorts de lujo que confiesan que sus clientes buscan la compañía de una mujer no sólo hermosa sino también dominante, a la que puedan considerar superior a ellos y que les conceda la inmensa dicha de poder adorarla. El culto a la diosa en los tiempos modernos.

   Para quienes se atreven a abrir sus mentes a la adoración de la mujer dominante y a comulgar con la diosa erótica, el sexo es mucho más que placer y orgasmos. Mucho más que el fogonazo del deslumbramiento que provoca una imagen femenina fetichista. Bajo la luz sado, sensual y femenina, no sólo es posible sino muy recomendable que las dominatrices y nuestros adoradores sepamos combinar el placer físico con el despertar de las emociones y los sentimientos que la dominación nos inspira.




    

8 comentarios:

  1. Excelente artículo y hermosas fotos especialmente la pelirroja de cabellera larguísima !!! Mis respetos y saludos ! Cesar

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  2. Excelentes reflexiones, Señora. No se puede separar cuerpo de espíritu.

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  3. Muy bueno,como es habitual
    ,siempre la excelencia atentos saludos Comm

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    Respuestas
    1. Commendatore, gracias como siempre. A veces la "excelencia" cuesta mucho tiempo. A veces creo que no debí meterme en esto.

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  4. Interesante análisis, querida Roxy; y especialmente en lo que respecta a la llamada "respuesta emocional inesperada". De hecho, es la filosofía que, en gran parte, guía lo que escribo, donde las amantes siempre están felices de recibir los bienvenidos castigos de sus dominatrices. Y eso es exactamente lo que se encuentra en mis novelas: asentimiento total, ausencia de cualquier abuso de poder, e incluso gratitud hacia la dominatriz.

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  5. Querida Gia: tus novelas están llenas de emoción y es hermoso que la emoción se complemente con la acción. Es lo que diferencia a nuestra dominación de la pura técnica consensuada de castigos.

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