jueves, 23 de enero de 2020

Videoteca. Cine Femdom. Sado XXX






   Estos diez videos de dominación femenina fetichista están en formato MP4 porque incluyen desnudos y escenas de sexo explícito. Son escenas protagonizadas por algunas de las más famosas actrices XXX, casi todas pertenecientes a los años de oro del porno, las décadas de los ochenta y los noventa. Todas ellas son Diosas inspiradoras del mejor sexo Femdom y hace mucho tiempo que quería dedicarles una entrada porque después de ocho años de blog, no pueden estar ausentes en mi videoteca.

   Estos videos son breves, de solamente algunos minutos, están cortados y editados de escenas mucho más largas extraídas de las páginas porno más visitadas y apuntan a mostrarte escenas cuya temática es la adoración fetichista y el sometimiento a la Mujer. Espero que te gusten y como siempre, espero tus comentarios.


Cine Femdom. Sado XXX







Dita Von Teese, atada y sometida por Anita Blond


Puesto 10.  Gudrun Landgrebe. 

Este primer video es una ventana en el tiempo para observar como era el fetichismo Femdom en los años ochenta. Seguida por un cliente sumiso algo tímido, la dómina sube la escalera envuelta en una bata negra transparente que deja ver debajo unos mitones por encima de los codos, un corsette con los senos al aire, medias bucaneras de vinilo y zapatos pumps de taco alto. La película es Woman in flames, de 1984. Los últimos segundos son especiales para los fans del pisoteo en tacos altos.
Mejor momento fetichista: 3:20 - 3:33 min, cuando la cámara recorre todo el traje fetichista de Gudrun.







Puesto 9.  Shayla LaVeaux. 

Shayla LaVeaux es una de mis rubias favoritas del porno norteamericano en los años noventa. Se inició como stripper y bailarina del poledance y llevó todo su arsenal de seducción a las pantallas XXX. A Shayla le gustó mucho el trabajo del sexo frente a las cámaras porque continuó filmando ya pasados sus treinta años y se volvió una estrella en escenas MILF. En esta escena, Shayla es una dominatriz que aparece de la nada en la cocina de un hombre con fantasías de esclavo.
Mejor momento fetichista: 0:42 min en adelante, cuando él se arrodilla y le lame las botas con devoción.






Puesto 8.  Nina Hartley. 

En su espléndida madurez y ya convertida en un mito de la sexualidad mundial, Nina Hartley se volcó cada vez hacia la filmación de escenas Femdom, además de recomendar ejercicios de dominación femenina como terapia sexual para matrimonios. Pero su verdadera pasión fue siempre el sexo con las chicas más lindas del porno. En esta escena, vestida con un minivestido de vinilo y botas, Nina empieza jugando con la cola y la vagina de su sumisa, primero con la fusta y luego con un flogger antes de pasar a la apoteosis lesbiana; Nina la agarra del collar y la mantiene inmóvil con las manos atadas atrás mientras la devora a besos, la masturba y la manosea por todos lados.
Mejor momento fetichista: la adoración de botas arranca a los 3:25 min. con la sumisa de rodillas pero desde los 3:55 min. a los 4:12 min., la cámara la enfoca a Nina dejándose llevar por el placer de dominar, masturbándose y acariciándose un pezón. 






Puesto 7.  Michelle Wild. 

Nacida en Hungría como Katalin Vad y rebautizada Michelle Wild, es una de las tantas bellezas que llegaron al porno desde Europa del Este a fines de los noventa. Empezó a filmar en 2001 y se retiró aún joven en 2005 cuando quedó embarazada. Su look dominante es de guantes largos y zapatos rojos más corsette con tetas a la vista, todo rematado por un maquillaje de ojos muy vistoso. Tiene dos muchachos a su disposición para complacerla, adorando y besando sus pies y sus piernas.
Mejor momento fetichista: desde los 2:55 min. a los 3:19 min., Michelle mete sus dedos enguantados en la boca de un esclavo mientras apoya el culo en la cara del otro. 






Puesto 6.  Laura Angel.

Si Michelle Wild es la húngara sexy, Laura Angel es la checa fogosa (su nombre original es Lenka Gorgesova). Comenzó a filmar en 1998 y para el 2000 ya era una gran estrella ganadora del Hot d'Or. En esta película, Harcelement du Féminin, de 1999, Laura somete a un hombre casado y lo arrastra por las noches de París para vivir toda clase de aventuras. Esta es la segunda escena que aparece en mi blog; en la primera (la número 2 de Venus in Furs), Laura se acaricia semidesnuda bajo un tapado de pieles mientras su esclavo la lleva a un gang bang en el Bois de Boulougne. En esta otra, lo obliga a atender sexualmente a una bella prostituta vestida de vinilo negro, que no duda en dejarlo de lado para adorar con pasión los zapatos de la diosa.  
Mejor momento fetichista: desde los 0:37 min. a los 0:55 min., la puta se dedica a pasar golosamente su lengua por la punta del zapato de Laura y ella la mira llena de sadismo mientras se acaricia las tetas. 








Puesto 5.  Nina Hartley y Jenna Jameson. 

Esta es una de las escenas sado más vista en los portales del porno porque la protagonizan dos de las más grandes estrellas de la historia; Nina Hartley, ya madura como dominante, y Jenna Jameson como la joven sumisa. El video es un compilado en donde Nina, con un precioso traje de latex azul, no se priva de nada: la usa a Jenna de yegua de tiro, la spankea de pie y en cuatro patas, con palmadas, con fusta y con un flogger, la azota suspendida cabeza abajo, le hacer lamer desde el piso los tacos de sus botas pero mientras le hace todo eso, se aprovecha para besarla, lamerla y masturbarla con tanta pasión que me hace retorcer de envidia. 
Mejor momento fetichista: la lamida que va desde los 2:05 min. a los 3:04. Jenna se entrega y Nina parece poseída por el clítoris y el piercing de su esclava. 







Puesto 4.  Taylor St Claire. 

Taylor St Claire comenzó en el porno convencional en los años noventa para después volcarse casi exclusivamente al BDSM y al fetichismo. Taylor es para mí como una hermana perdida que la vida no me dejó conocer, con su melena negra, su look siempre fetichista en lencería, botas y guantes en brillante vinilo más su talento para componer personajes de dóminas sádicas y humilladoras que se divierten sometiendo a bellas mujeres.
Mejor momento fetichista: cuando la sumisa se arrodilla a los 0:36 min, Taylor le clava el taco de una de sus botas en la espalda y la pisa empujándola bien abajo para hacerla lamer.






Puesto 3.  Sharon Mitchell. 

Fusta en mano, la Diosa de pelo corto de los años ochenta disfruta de la sumisa adoración de su esclavo. Mientras protagonizaba miles de escenas de sexo en el porno convencional, Sharon Mitchell siempre tuvo ese brillo perverso en su mirada que hacía pensar que estaba nacida para el sado. 
Mejor momento fetichista: luego de tres minutos de lamida de botas casi continua, a los 3:03 min, Sharon se pone de costado y aprieta la cabeza del esclavo entre sus piernas. 







Puesto 2.  Shayla Laveaux. 

Con un hermoso traje en vinilo rojo y negro más un sombrero rojo con una larga cola de tul, Shayla LaVeaux podría ser una perversa versión de Zatanna. Primero obliga a su bella esclava rubia de pelo largo a exhibir su culo y luego se sienta en su trono para ser lamida y atendida. Pero la golosa Shayla no puede con su vicio y obliga a la esclava a intercambiar posiciones para poder saborearla a su gusto.  
Mejor momento fetichista: Shayla ajusta un dildo al taco de una de sus botas en el minuto 4:37 y penetra a su esclava en cuatro patas como pisándola, mientras se masturba en su trono. 





Puesto 1.  Anita Blond y Dita Von Teese. 

La carrera de modelo de Dita Von Teese no escapó en sus inicios a la participación en películas XXX. Es un deleite verla tan joven en esta escena de bondage junto a la bella húngara Anita Blond, una de las primeras starlets del porno llegada de Europa del Este en 1992. Dita participó junto con Anita (nacida Anita Hudacek) y otras estrellas de la época en dos films de director Andrew Blake, Decadence y Pin Ups 2. En esta escena, Dita está hablando por teléfono y de pronto es atacada, atada y amordazada por Anita Blond (vestida de blanco) y su amiga Nina (de guantes largos negros), que la manosean y la spankean sin piedad.
Mejor momento fetichista: Dita es desnudada a los 3:25 y sus dos torturadoras la masturban hasta que la futura reina del burlesque no puede evitar entregarse al placer.  





jueves, 16 de enero de 2020

Melenas femeninas. Farrah Fawcett y el feathered





   A diferencia de lo que ocurre con los accesorios como las botas, los zapatos o los guantes, las mujeres no solemos hacer de nuestro pelo un fetiche porque no siempre somos conscientes de su enorme poder erótico. Pero ocasionalmente ocurre que el cine o la televisión llevan al estrellato a actrices o cantantes cuyo peinado marca una tendencia y convierte a su poseedora en un sex symbol para la posteridad. 

   En la historia del fetiche de la melena femenina, mi blog tiene hasta hoy una entrada dedicada a Verónica Lake, una diva del Hollywood clásico cuyo estilo de peinado peekaboo hizo furor en los años cuarenta, y otra dedicada a Debbie Harry, la cantante de Blondie cuya corta melenita rubia fue su sello distintivo, además de aportarle el nombre a la banda. 

   Sólo para completar algunos datos imprescindibles, el nombre verdadero de nuestra heroína de hoy ( la tercera después de Verónica y Debbie ) es Ferrah Leni Fawcett, nacida en Corpus Christy, Texas, en 1947 y fallecida demasiado pronto con apenas 62 años. Convertida de Ferrah en Farrah con a, fue modelo publicitaria desde inicios de los años setenta y comenzó a trabajar como actriz en roles menores a partir de su relación sentimental con el actor Lee Majors con quien se casó en 1973. En septiembre de 1976, salió al aire el primer capítulo de Los Angeles de Charlie con Farrah en el papel de la sexy detective Jill Munroe, un personaje que la convirtió en un mito.






  En 1976, la moda glamorosa de las melenas femeninas voluminosas estaba en su apogeo, estimulado por las chicas dancing queen que brillaban bajo las luces en las noches de discoteca. El peinado feathered (traducido como corte de plumas o corte emplumado) era uno de los más populares. El cabello estaba en capas, con una separación lateral o central y cepillado hacia atrás a los lados, dándole a todo el volumen del pelo una apariencia similar a las plumas de un pájaro. Nadie popularizó el pelo largo en capas como lo hizo Farrah Fawcett y las ondulaciones de su melena fueron reclamadas por las mujeres en las peluquerías de todo el mundo.

   Así como las botas y la minifalda fueron símbolos de la liberación sexual femenina en la década anterior, el Farrah hairdo, siempre asociado a su sonrisa y sus grandes ojos claros, remitía a una mujer libre y deportiva que era tan dura luchando como hábil para seducir, que no renunciaba a divertirse de noche y que sabía manejarse en ambientes que todavía eran netamente masculinos sin perder jamás su halo glamoroso. Su peinado, además de feathered, se llamaba también Lioness debido a que por su volumen, parecía la melena de un león. Farrah era leona y ángel al mismo tiempo. 







    Mientras la prensa de espectáculos lanzaba duras críticas sobre la mediocre performance actoral de las tres actrices (Farrah, Jaclyn Smith y Kate Jackson), sus infantiles guiones y lo inverosímil de algunas escenas, millones de niñas en Occidente jugaban a ser Angeles, la mayoría querían ser la Farrah del grupo y en sus casas se miraban al espejo tratando de imitar su peinado. La masiva popularidad que alcanzó el tándem Farrah Fawcett - Charlie's Angels hace olvidar por momentos que Farrah sólo participó en la primera temporada de la serie para luego ser reemplazada por Cheryl Ladd. Fueron apenas unos pocos meses en el aire, los suficientes para erigirla en un fenómeno cultural y sexual que marcó la moda y la estética femeninas por las décadas siguientes. 








   Mientras la fama crecía y los ratings iban en aumento, Farrah aparecía cada vez más en comerciales de televisión y propagandas en revistas sacudiendo su melena para vender shampoo, secadores de pelo, jabones, cepillos para brushing y hasta cremas de afeitar para hombres. Fue entonces cuando una empresa de publicidad le propuso fotografiarla para un poster. La idea original era que posara en bikini pero ella optó por un traje de baño de una pieza color rojo para ocultar una cicatriz en el abdomen que tenía desde niña. 

   La historia detrás del poster es sorprendente. No hubo set de fotografía ni vestuarista ni peinadores. Farrah fue fotografiada en su propia casa de Los Angeles que por entonces compartía con su esposo Lee Majors. La malla roja era suya y ella misma se peinó según su propio estilo. De todas las fotos tomadas, ella eligió la que finalmente aparecería en el poster. El fotógrafo, Bruce McBroom, dijo años después Fue la pose de Farrah, la malla de Farrah y la idea de Farrah. Yo sólo apunté y disparé.




   La imagen de Farrah Fawcett, con su sonrisa de Angel y dejando caer su cabeza hacia atrás mientras las ondas doradas de su melena feathered juegan gloriosamente sobre sus hombros, fue la imagen que supo capturar el espíritu de toda una época. Farrah era mucho más que una bella mujer; era la justa combinación de diversión algo inocente con rubia sexualidad explosiva. Fue el poster más vendido de todos los tiempos y sólo en Estados Unidos se vendieron doce millones de copias.

   El submundo del crossdressing no podía ser indiferente al fenómeno Farrah Fawcett; las pelucas con su peinado son un clásico para todo hombre que fantasea con feminizarse. Como una Marilyn Monroe transportada a los años setenta, Farrah es una eterna diosa marica secretamente adorada por travestis de todo el mundo; una maestra sissy para imitar en todos sus gestos y manerismos. 




   En 2011, dos años después de su muerte, el Smithsonian Institute incorporó a sus colecciones a aquella malla roja junto con una copia del poster y otros objetos de memorabilia de Charlie's Angels como parte de un legado cultural a ser resguardado para las futuras generaciones. La melena rubia feathered y su poseedora son hoy patrimonio de toda la humanidad.







miércoles, 8 de enero de 2020

Botas altas. Poder y vulnerabilidad






   Varias veces me he referido en mis columnas sobre la historia del fetiche de las botas, a la gran batalla de los años cincuenta y sesenta, luchada por diseñadores como Beth Levine, André Courrèges e Yves Saint Laurent para arrancar a las botas del feo mundo del calzado utilitario para días lluviosos o tareas campestres y llevarlas al reino fashion de la alta moda.  No hay duda que aquellos pioneros tuvieron éxito y ese éxito habla por sí mismo de como un buen par de botas realza la elegancia de cualquier  mujer que las calza. Pero el tiempo que llevó lograr la aceptación masiva y vencer la resistencia (fueron muchos años de lucha), también nos advierte sobre la tensión sexual inherente al uso de botas por parte de las mujeres. Esa mujer en botas en los años sesenta proyectaba una imagen que se alejaba como nunca antes del rol tradicional femenino de sus madres, vigente en los años cuarenta y cincuenta.

   Esa tensión sexual no ha aflojado con el paso del tiempo. Las botas siguen provocando a nuestras ideas sobre los estereotipos de género; si los hombres eran quienes históricamente llevaban las botas para ir la guerra; la respuesta de la moda, en especial a partir de los años ochenta, fue diseñar botas agresivamente femeninas para otro tipo de guerra. Así fue como el gesto sensual de la mujer, imitado por millones de travestis en todo el mundo, de estirar su pierna cubierta de cuero o vinilo para abrir o cerrar la cremallera de una bota se volvió parte del imaginario universal del sexo fetichista. Las botas masculinas son una prenda de vestir. Las botas femeninas son sexo.










   Las damas boteras y nuestros adoradores podemos afirmar que lo que Nancy Sinatra cantaba allá por los sesenta se ha cumplido sólo a medias. Aquella bota de taco bajo sigue firme en ventas en todas la tiendas pero cuando los tacones stiletto se sumaron a las cañas altas, no quedó dudas que las botas estaban hechas más para seducir que para caminar. 

   Como todo en esta vida, la seducción tiene su precio. Como habitual usuaria de botas fetichistas, yo afirmo que las mujeres Femdom que nos lucimos en fiestas BDSM calzando esas obras de arte de la arquitectura erótica, con sus megaplataformas y sus tacones de más de quince centímetros, estamos ejercitando mucho más el rol de una damsel in distress que necesita permanente auxilio masculino para cualquier movimiento que no esté previamente calculado y medido que el rol de diosa todopoderosa que puebla las fantasías eróticas de los hombres sumisos. Por supuesto que en una fiesta sado, esa es una verdad que no le interesa a casi nadie. En el mundo del BDSM, siempre es mucho más importante lo que se fantasea que la cruda realidad. Si me ves en botas y me imaginás poderosa, entonces lo soy.





   En mi columna del año pasado, Botas altas. Estética y poder cité a la escritora Valerie Steele que afirma que cuando las mujeres adoptaron las botas, se convirtieron en amazonas fálicas sexualizadas porque las botas altas de tacón alto simbolizan enormes penes femeninos. La paradoja es que cuando las dominatrices fetichistas cubrimos nuestras piernas con esas torres de poder fálico, quedamos imposibilitadas de correr o defendernos si somos víctimas de una agresión. Un calzado cuyo costado fetichista en un principio estaba asociado a una mujer atlética y físicamente fuerte que luchaba y corría como la que proponían desde las pantallas las heroínas de los sesenta como Honor Blackman o Diana Rigg en The Avengers, fue evolucionando a través de las décadas para terminar convirtiéndose en un accesorio de fantasía sexy que aquella mujer encontraría hoy imposible de usar. Lo notable es que en ese proceso de cambio, las botas femeninas jamás perdieron su carácter de prenda fetichista.

   En la misma columna, también cité a otra escritora, Elizabeth Semmelhack, que propuso la teoría de que las botas son un símbolo sexual porque conducen la mirada de los pies a la entrepierna. Allí reside otra paradoja que aumenta la tensión sexual: así combinemos las botas con pantalones o con un catsuit en lugar de una falda, nuestra entrepierna siempre será la parte más vulnerable de nuestro cuerpo en términos sexuales. A más altas son las botas, más directamente hacia allí van dirigidas todas las miradas que recibimos a causa de nuestra condición femenina.

   La conclusión es que, sea por una cuestión tan práctica como es no poder huir de una eventual agresión o por una cuestión más psicológica relacionada con adonde va la mirada masculina cargada de deseo sexual, las mujeres que usamos botas fetichistas estamos exhibiendo un lado vulnerable que va escondido por detrás del fetiche del poder femenino. Esa ambivalencia que mostramos entre poder y debilidad puede ir en contra de las fantasías que los hombres sumisos han puesto sobre nosotras pero va muy a favor de nuestras necesidades porque, aunque a veces no lo parezca, somos mujeres humanas que como todas necesitamos apoyo, amor y protección. 





miércoles, 1 de enero de 2020

Jane Russell


   En 1940, una joven actriz estadounidense nacida en 1921 en Minessota, con poca o nula experiencia frente a cámaras, firmaba un contrato con RKO, una de las llamadas Cinco Grandes de Hollywood, a través de su productor, el magnate del cine Howard Hughes. Un año después, hizo su debut cinematográfico en un western, The Outlaw, y provocó toda clase de controversias y escándalos. Jane Russell era muy diferente de todas sus contemporáneas. No era rubia, no tenía nada de inocente, su cuerpo era exhuberante por donde se lo mirara y su manera de actuar y moverse frente a las cámaras derramaba sexualidad por toda la pantalla.

   The Outlaw recién pudo sortear la censura y estrenarse sin obstáculos en 1946. Para entonces, Jane ya era una estrella entre las modelos y actrices pinups, un mundo que ella contribuyó a sexualizar dejando de lado el modelo más naif e inocente de Betty Grable que había prevalecido hasta entonces. Filmó varios westerns en donde lució su imponente belleza como Paleface, Son of the paleface y Montana Belle. Fue la partenaire perfecta de Marilyn Monroe en la inolvidable Gentlemen prefer blondes en 1953, bajo la batuta de la Fox. De vuelta a RKO, filmó The French Line (1954), que fue su último gran éxito y con el que más polémicas provocó a causa del sexy traje con guantes largos operagloves que Hughes le diseñó para una de sus escenas. A fines de los cincuenta, sus apariciones en films fueron cada vez más espaciadas y se dedicó más al canto y a su vida privada.

   La femenina sensualidad de Jane Russell se luce dos veces en la videoteca de mi blog:



Cultura es la capacidad de describir a Jane Russell sin mover las manos.
Bob Hope


Enero. The Outlaw




Febrero. The Outlaw




Marzo. Son of the paleface




Abril. Montana Belle


Mayo. Gentlemen prefer blondes



Junio




Julio








Agosto



Septiembre





Octubre




Noviembre. The French line





Diciembre. The French line


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