jueves, 14 de marzo de 2019

Femdom en la noche de Buenos Aires. Mi suave mano que spankea y ordeña.





   El ambiente mayoritario en las noches de viernes y sábado en Class Swinger Hot es de parejas que van a excitarse mirando o sólo buscan intercambios cruzados heterosexuales, lo que no deja de ser un juego convencional, por más que suene extraño para quienes viven en la monogamia. Pero yo tengo una compulsión interna que me lleva a vagabundear por reservados y pasillos buscando alguna aventura desconocida que me aparte de ese swinger convencional. 

   Mi juego habitual en esas noches consiste en intentar seducir mujeres en la pista de baile con la esperanza secreta de que el flirteo lésbico pueda traducirse en sexo cuando alguna de las chicas, un poco arrastradas por mí y otro poco por la excitación de su pareja masculina, accedan a subir de mi mano la escalera que nos lleva a los reservados. Y si la noche pinta mal con las mujeres, siempre queda el consuelo de acercarme a los muchachos solos en los reservados libres o la esperanza de encontrar alguna nenu travesti con ínfulas de señorita puta y ganas de divertirse por fuera de lo normativo.

   Justamente esta noche de la que hablo era una de esas malas noches. Mala hasta el límite de lo peor.

   En la pista, las chicas bailaban con sus parejas pero cuando yo me acercaba, el juego conmigo no pasaba de las sonrisas, algún toqueteo o un tímido besito. Después de varias subidas y bajadas entre la pista y los reservados buscando una acción que no aparecía por ningún lado y de padecer varios rechazos en mis acercamientos, me decidí a escuchar la opinión de mi fiel acompañante - esclavo – marido que a veces interpreta mis necesidades mejor que yo misma.

- Porqué no vamos al túnel?
- Ya te dije mil veces que el túnel no me gusta, le respondí, agria y con mala cara.
- Pero si no pasa nada en ningún lado... que perdés con probar?

   Le decimos túnel a un reservado al que se accede bajando por unos escalones y que está apenas iluminado. Dispone de asientos en los costados para el sexo y un espacio central libre para quienes gustan acariciarse y tocarse de pie y a oscuras. Pese a que después de algunos minutos la vista se acostumbra y se distinguen las formas, para mí no deja de ser incómodo. Es un lugar que se presta al toqueteo sin poder distinguir a quien pertenece esa mano que te está tocando. Por supuesto que es el escenario favorito para el juego de las travestis porque las obvias diferencias entre ellas y las mujeres biológicas se desvanecen en la oscuridad.

   Apenas bajamos los escalones y gracias a la escasa luz que se filtraba desde la escalera, pudimos ver a una pareja cogiendo en posición perrito. Me acerqué a observarlos, con mi esclavo marido firmemente apoyado contra mis nalgas para impedir cualquier manoseo que me llegara de atrás. Ella tenía los ojos cerrados y su cuerpo se inclinaba hacia abajo sin ver nada de lo que ocurría su alrededor. El se agarraba firmemente de sus caderas mientras la bombeaba. Sin dudar, me uní a su fiesta y comencé a acariciar las nalgas de ella con mis manos enguantadas.

   El se sorprendió al verme; no figuraba entre sus fantasías toparse con una mujer madura ataviada estilo fetichista en ese ambiente tan poco glamoroso. Me miró de cuerpo completo y me dijo suavemente: Qué botazas, homenajeando a las botas altas blancas que había elegido para esa noche. Le sonreí y continué con las caricias que a ella no parecían molestarle o simplemente las aceptaba en su posición sumisa. Acaricié también la verga que entraba y salía; estaba dura y era bastante grande. 

   Desde la oscuridad del fondo del reservado me llegaban voces ahogadas y algunos gemidos. Entonces retiré mi mano, me saqué los guantes y con un rápido movimiento y sin previo aviso, descargué una fuerte palmada sobre las nalgas de él. El muchacho tenía el culo firme y el chasquido de mi mano resonó como un latigazo. Inmediatamente se hizo el silencio. El se sobresaltó pero una sonrisa apareció en su cara y aceleró sus embestidas. Comencé a spankearlo más fuerte y él a bombearla al ritmo de mis palmadas. Después de darle la sexta,  me suplicó Por favor agarrámela.

   Lo hice y entonces él acabó sin controlarse. Mi mano y mi muñeca quedaron cubiertos de su leche. Si no me hubiera quitado antes el guante, me lo hubiera arruinado con su descarga. Lo miré con expresión dominante y llevé mi mano enlechada a su boca. Chupate tu leche, le ordené. El lo hizo sumisamente.

- Ahora, se dice Gracias Señora.
- Gracias Señora.
- Más fuerte que no te oyeron.
- Gracias Señora, repitió en tono suficientemente alto para que todos lo oigan y se pregunten que era lo que pasaba.
- Muy bien. Vos, esclavo, llevame al baño a lavarme.

   Y me fui taconeando sobre mis botazas, dándole la espalda al túnel para no volver.

   Mientras me dirigía al baño, nos reíamos con mi esclavo – marido imaginando lo que habrán pensado los que estaban en el túnel al oír las cachetadas y lo que se habrá dicho después. Cuando entré al baño a lavarme la mano que goteaba, me encontré con otras mujeres que al verme no dudaron en preguntarme que había pasado. Cuando les conté, la curiosidad se transformó en carcajadas.

- Cómo que te acabó en la mano... lo pajeaste?
- No hizo falta, le pegué unos cuantos chirlos. Tengo la izquierda llena de leche y la derecha colorada de la paliza que le di

   Mi juego de spanking en esa noche no formó parte de ningún concurso o sesión BDSM pero en la carrera del Sado, cuando se trata de hacerlo sensual y femenino, sigo siendo la campeona. Especialmente cuando mi suave mano oficia de Copa Spanking para que un improvisado esclavo me la llene de leche en mi honor.




2 comentarios:

  1. Bufff!!Que relato mas caliente! Me imagino al chico limpiando su propia leche de su mano con su lengua mientras le ardia el culo con las cachetadas y me pongo muy cachonda...intenso muy intenso. Besos Mistress!

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    1. Si hubieras estado conmigo, gerita, como mi asistente, nos hubieramos divertido mucho juntas

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