Fue con ocasión de una de esas inesperadas y
agradables sorpresas reservadas para ellas, que Francesca perdió su última
virginidad y sucedió justo en la rústica mesa del comedor. Desde hace dos
semanas en compañía de las dos experimentadas mujeres, siempre presente y bien
dispuesta a ayudarlas, en varias ocasiones la joven había asistido a los
profundos fisting anales que les encantaba intercambiar.
Aparte del placer sexual, también con el
propósito de agrandar progresivamente su esfínter, además de usar tapones anales,
ella había recibido sus dedos varias veces también en su lado B. La cosa
siempre había sido, como se suele decirse, a la vainilla, y nunca, salvo en la
vagina, la habían penetrado con toda una mano. Sus dos mamás, por lo demás, ni
siquiera habían insistido, ya que preferían que fuera ella quien lo pidiera,
cosa que por otra parte, ella había hecho insistentemente.
Desnuda, pero con medias oscuras ligeramente
veladas y ligas, con las nalgas vueltas hacia atrás, provocadora hasta la
muerte en esa posición indecente y lujuriosa en la que estaba sobre la enorme
mesa del comedor, bromeando, ella usó términos venecianos:
- Bueno, dadas las
bonitas sorpresas que a menudo encuentras en esta mesa, creo que me merece el
título de Miss cul - inaria. Hoy me gustaría que usaras aceite; y no el que se
usa para aderezar la ensalada, añadió seria, aludiendo claramente a su
deseo de ser finalmente desflorada en el lado B también.
- De verdad, te sientes lista para el gran salto
que te convertirá en una mujer completa, amor? Queremos hacer florecer también
esta pequeña roserita tuya, para hacerla feliz, y así hacernos estallar de
alegría?, Gia le
preguntó emocionada, mientras con una mano le acariciaba suavemente la mejilla
y con la otra el surco perianal, para relajarla. Se sentía jubilosa: Francesca
finalmente había llegado al punto de inflexión que las dos madres consideraban
fundamental.
Fuera de los juegos pseudoincestuosos, un poco
tensa por temor de sufrir demasiado, la llamó por su nombre: Sí Gia: estoy
cansada de que vosotras dos me consideréis una niñita; y aunque me alegra
seguir sintiéndome como vuestra hija, es hora de que yo crezca para estar a
vuestro nivel. Como ya he hecho para otros asuntos, como el chocho y el látigo,
quiero deshacerme por fin de esta última virginidad, que me incomoda. Y no hay
duda de que me sienta preparada: después del largo y agradable entrenamiento al
que me habéis sometida, ahora soy capaz de controlar bastante bien el músculo,
y no volver a encerrarlo, si lo quiero.
Gia miró a Verónica y comprendió que era presa de una fuerte emoción; como la amaba tanto, quiso renunciar a tomarse aquella virginidad. Comenzando a
acariciar suavemente y metódicamente el borde de la apretada vaina con el fin
de relajar el músculo cerrado de su niñita, que según ella estaba a
punto de convertirse en mujer, mientras tanto respondió:
- Tú sabes, que ya te
tenemos en gran estima, tesoro mío; sin embargo, apreciamos mucho, que te entregues
a nosotras de una manera tan total. El tuyo es un gesto de amor significativo; Estarías
feliz si para follarte también allí por primera vez, fuera Verónica? En
cualquier caso, yo me quedaría aquí, y pensaría en prepararte para ella,
allanarle el camino, y hacer que todo sea más adorable y solo un poco molesto…
para luego poseerte yo también de la misma manera.
Aunque hubiera preferido que lo hiciera Gia,
pero aliviada sabiendo que ella lo habría supervisado, Francesca fue muy cariñosa: - Verónica, mi querida mami número dos, además de la que ya tomaste, puedo
darte también esta otra virginidad mía?
Mientras una lágrima de alegría caía lentamente
por su mejilla, la hermosa mujer caribeña pareció estallar de alegría: por
detrás, sus manos envolvieron los pechos de Gia y la abrazaron con fuerza. Su
vientre adhirió a sus nalgas, y, a través de la fina tela de la falda, Gia pudo
sentir la lava húmeda quemando su vientre; se volvió para ofrecerle sus labios,
y la besó durante un largo rato.
Luego, Verónica le agradeció: - Te quiero
mucho, Gia; tú y nuestra tierna criatura me estáis dando un gran regalo y
estoy verdaderamente licuada por vosotras y también muy conmovida: nunca, en
mi vida, me habían dado semejante gracia.
Mientras mutua y furiosamente las dos
mujeres se despojaban de sus ropas, se acariciaban y se apretaban. Un poco ansiosa, Francesca preguntó:
- Me lastimarás mucho, Verónica? No es que
haya cambiado de opinión; lo pregunto solo para saber qué esperarme, para estar
preparada para soportarlo.
- Mi florecilla, cálmate; lo que vas a sentir
solo será una gran voluptuosidad; ya sabes, yo soy muy buena cuando se trata de
culitos, especialmente cuando se trata de uno tan adorable como el tuyo.
- Entonces, vais a usar el aceite?, preguntó de nuevo, temiendo que no lo
quisieran. De hecho, en una ocasión, la joven había visto algo similar con Gia:
en medio de un delirio erótico, deseando estar poseída duramente, por su
expreso deseo, Verónica había usado solo su propia saliva mezclada con el moco
vaginal que había emergido después de una prolongada y eficaz estimulación
vaginal preparatoria para la sodomización.
Fue Gia quien la tranquilizó; recogiendo con
dos dedos la secreción vaginal de la muchacha, que había fluido y se detuvo en
el asa perineal, con un movimiento circular de los dedos, comenzó a masajear
suavemente su orificio anal.
- Amor, cómo te das cuenta, como yo, tú
que eres muy generosa en tema de líquidos, y, por tanto, cómo decir... eres
auto lubricante; no hay necesidad de aceite, ya que seré yo quien se encargará
de que tu lindo agujerito esté siempre muy resbaladizo. Y si lo tuyo no es suficiente,
también utilizaré mi cum, que, mirándote, seguro que no dejará de emerger
abundantemente en mi gnocca. Pon tu corazón en paz: no todo saldrá tan suave
como la seda; pero, en cualquier caso, será suficiente para desflorarte.
- Pero de esta manera sentiré dolor!
- Cariño, qué desfloración sería si no fuera así?
Aquí no hay himen que rasgar y luego debemos encontrar otra manera de hacerte
recordarlo, no crees? Hay mujeres que, por diversas razones, ni siquiera recuerdan
su desfloración; por esto, creo que se han perdido algo importante.
Pero ...no me harás daño? He escuchado que en
las prácticas sodomíticas existe el riesgo de incurrir en un prolapso del recto.
- Deliciosa cachorrita: si, a pesar de los
grandes calibres a los que está acostumbrada, a Verónica nunca le ha pasado
nada malo, qué riesgo quieres que haya? Has visto su mano: como la mía, es muy
pequeña. Además, cuando, poco a poco, Verónica entrará en ti, nos dirás cómo te
sientes y así, en consecuencia, ella podrá modular la penetración, parando y
luego retomando. Y, de todos modos, ya sabes, te amamos; y, por tanto, ten
calma, que todo saldrá por el buen camino, es decir en dirección a tu bonito
culito, bromeó, con
tono tranquilizador. Luego agregó:
- Si nos comportamos de esta
manera, no es por una forma de perfidia, sabes? Si por un lado el aceite
facilita la penetración, al mismo tiempo es como si adormeciera las terminaciones
nerviosas, privándote de parte de ese placer que se vuelve sublime solo
mezclado con un poco de dolor; y ten en cuenta que dije poco. En cualquier
caso, no tengas miedo, y confía en nosotras; sabes que no nos falta
experiencia. Hay que pensar en lo que va a pasar como si fuera tu primera
penetración como virgen, con el coño aún obstruido por el himen. Acostumbrada como estás a recibir un látigo incluso en el chochito y
en las tetas, qué será un poco de dolor? Te he tranquilizado, amor?
- Sí mamá.
Ese cambio de tono se debió al conocido
mecanismo de defensa llamado regresión. Sintiendo la necesidad psicológica de
confiarse por completo a sus manos, por un momento Francesca volvió a ser la niña
necesitada del consuelo materno.
Después de haberla tranquilizado y de continuar
con ese masaje del orificio por un tiempo, Gia comenzó a penetrarla, primero
con un dedo, luego con dos, y finalmente con tres unidos. Ya que estaba
acostumbrada en hacérselo ella misma, la joven reaccionó bien: suspiros de
placer fueron el feedback que animaron a Gia a continuar. Con los tres
dedos juntos, empezó a moverse lentamente con un movimiento radial, para
ensanchar el estrecho agujero lo mejor posible. Cuando se dio cuenta de que
Francesca estaba completamente relajada y que su esfínter externo habría
aceptado sin traumas la dilatación extrema que habría seguido, le pasó el
testigo a Verónica, quien empezó a darle un apasionado analingus.
Mientras tanto, Gia se había movido al lado de
la cabeza de la virgen; mientras una mano acariciaba su rostro, a menudo
permaneciendo en sus labios hinchados, con la otra comenzó a acariciar sus
pechos y vagina. En la estimulación, también estresó implacablemente su
clítoris, para asegurar un flujo suficiente de secreción vaginal que hubiera
sido útil para que Verónica se deslizara dentro de ella con toda la mano sin
causarle un sufrimiento demasiado fuerte.
Incluso su madre número dos, fue muy suave en
penetrarla, y no hubo necesidad de que Gia estimulara su propia vagina para que
se volviera más empapada, ya que la secreción de Francesca fue suficiente; de
hecho, cachonda como el infierno, junto con los gemidos, su expresión indicaba
que, al aceptar un calibre más grande, no estaba sufriendo demasiado. Para
templar la molestia con el placer que la habría mitigado, la boca de la mujer
veneciana corrió hacia su vagina, donde se demoró bastante tiempo; una vez que
el cunnilingus preparatorio fue terminado, Gia a menudo se inclinaba sobre su
cabeza para besarla en la boca y esto también ayudó mucho a relajarla.
Después de un tiempo que estaba moviéndose
suavemente dentro de ella con cuatro dedos juntos, cuando se salió, ante un
asentimiento de Gia, sin advertirla, Verónica de repente la penetró con toda su
mano en forma de cuña, y la desfloró sin piedad. No lo hizo por malicia
gratuita; de hecho, las dos mujeres habían acordado comportarse de esa manera
con un propósito muy concreto: darle al todo los matices de un acto iniciático,
para grabar en su memoria una etapa de la vida que nunca ella habría olvidado.
Por la deliberada brutalidad de esa violación,
Francesca sintió un dolor agudo y amargo; tuvo la sensación de ser violada con
extrema violencia, y gritó en voz muy aguda. Mientras Gia la ayudaba a sostenerse
las piernas dobladas hacia atrás, como si no hubiera sentido nada, Verónica
había cerrado el puño, hundiéndose en ella hasta la muñeca; luego, comenzó a
moverse en un movimiento alterno adentro, para estimular con eficacia su
esfínter.
- Amor; ahora tienes que respirar profundamente; esfuérzate por
coordinar el ritmo con los empujes que te da Verónica, para relajarte y aceptar
bien esta intrusión tan invasiva, Gia le recomendó, amorosamente.
Con el paso del tiempo, de los gritos,
Francesca pasó paulatinamente a fuertes jadeos, el ritmo de su respiración
aumentó, y también debido al efecto conjunto de los dedos de Gia en su
clítoris, tuvo un primer orgasmo. Cuando la joven se hubo calmado, Verónica
salió de ella y le dejó a Gia el codiciado honor de ser la segunda en
penetrarla para renovarle ese nuevo placer.
Mientras que Verónica había ocupado su lugar
estimulando continuamente la vagina de la muchacha, Gia dejó caer un poco de
saliva en su rosado orificio inflamado y entonces su pequeño puño pudo deslizarse fácilmente
en esa cavidad que, en ese punto, estaba bien lubricada y muy abierta;
hundiéndose en ella, sintió su mano ser aspirada profundamente y apretar con
fuerza la muñeca debido la contracción del anillo anal. Forzándola más, ella se
embarcó en un movimiento rítmico alterno desde el interior hacia el esfínter
externo, y sin dejar jamás esa vaina apretada, que estaba dilatada hasta el
espasmo. Cuando estaba con el puño bien cerrado cerca de la salida del
esfínter, pero todavía bien dentro, rotaba alternativamente la muñeca para
hacerla sentir el poderoso estímulo causado por las repisas de los nudillos.
Debido a la poderosa excitación genital, la
vagina de Francesca aparecía dilatada y pulsaba rítmicamente, tanto que,
impregnada por un velo de moco opalino, se veía palpitar el cuello del útero y fue una atracción irresistible para Gia; Después de que le hizo entender a
Verónica que tenía que apartar los dedos de su clítoris, su mano libre la
penetró por completo, para darle, en sincronía, un fisting vaginal combinado
con una estimulación del cuello uterino.
Nunca antes, malhablada o vulgar, gritando por
la voluptuosidad, Francesca parecía haberse vuelto loca, y imploraba
constantemente bajo las hábiles manipulaciones de la veneciana - Más! Quiero todo tu brazo... sentir tu
mano llegar a mi corazón desde allí, y acariciarlo. Rómpeme el culo, Gia, que él
está tan feliz de sentirse maltratado; y no me importa si me lo rompes. Antes me habéis hecho un mal bárbaro, pero qué loco placer siento ahora. De nuevo, Gia; sigue: no pares, y continúa sodomizándome, que, si
me lo rompes, me compraré uno nuevo.
En medio del delirio, la joven seguía gritando - Nunca hubiera
pensado que mi culo pudiera darme tanto placer! Ahora tienes que taladrarme más
rápido, que todo mi cuerpo se ha elevado a una sola entidad genital; estos
golpes también reverberan en mi coño, así como en mi cerebro: Siento
que incluso mi alma está empapada. Ahora detente, abre el puño y hunde más
profundo con la mano abierta; acaricia mis entrañas, retorcerlas, lastímame,
llega a mi garganta, y luego a mi boca, a acariciar mis labios desde adentro...
ah! Y tú, Verónica, ¡no dejes de ordeñar las tetas de la guarra que soy! Dios, cómo
disfruto! Ah... estoy a punto de correrme, pero no te vayas, Gia, y empieces de
nuevo; solo te detienes cuando me desmayo de placer, o si mi culo se rompe! Es
demasiado, demasiado rico! Disfrutar del coño es sublime; pero, con el culo, es
incluso estratosférico! Es como si la satisfacción que se obtiene al hacer la
caca se multiplicara por mil. Hasta hoy, cuando me penetraste solo con los
dedos, era agradable, claro; pero no era nada comparado con lo que estoy
sintiendo. Si un día tengo que morir, quiero que sea entrando en mi trasero y que lo haga explotar! Y ahora Verónica, sin dejar de
ordeñarme las tetas, dame tu boca, que quiero besarte. Ahora sí, que realmente
me siento como una puta; y con un título honorífico! Y el honoris causa, está
constituido por tu pérfida mano en mi culito, Gia.
Por supuesto, más allá de sus irrazonables
exhortaciones, las dos mujeres expertas se comportaron con cautela, y siempre con
sabiduría. Al final de todo, cuando Gia estaba completamente fuera de la chica,
extasiada, con sus ojos que no dejaban esa contemplación, Verónica comentó: - Vaya,
Gia, aunque ya te has salido, ella todavía está tan abierta, que, estas que
veo, ya no son aberturas, sino abismos de carne roja pulsante!
Francesca todavía estaba jadeando por los
orgasmos que había disfrutado; para expresar su amor, Verónica también la besó
en la boca. Después de eso, retórica y alegre, le preguntó:
- Y qué, cariño? Te
gustó? Ahora finalmente entraste de pleno derecho en el club de las rotas en el
culo: bienvenida!, bromeó.
- Tienes razón: de hecho, soy realmente
bienvenida; o mejor, muy bienvenida!, también ella bromeó, con voz débil, jugando con el doble
sentido. Luego, para continuar esa atmósfera de burla bondadosa, agregó:
- Nunca
me había sentida tan bien; pero ahora hay algo que tengo que reconsiderar. Y
aquí está: cuando, por alguna razón, alguien tuviera que dirigirse a mí con un "Ve
a tomarlo por el culo", en lugar de mandarlo al infierno, debo agradecerle el
buen augurio. En cualquier caso, puesto que "Roto en el culo" se suele decir
también para quien es besada por la suerte, no hay duda, que, de esta
experiencia, he sacado una doble ventaja …
(Continúa en la novela).