Desde el momento que tomé, hace ya muchos años, la decisión de dejar de lado la cómoda dominación femenina hogareña en exclusividad y aventurarme en busca de nuevas experiencias, fui consciente de que estaría expuesta a muchísimas propuestas de todo tipo con un denominador común: las mujeres como yo representamos la fantasía sexual de muchísimos hombres y supe que era algo inevitable que debía aprender a manejar y controlar.
En las casillas de mensajes privados de los sitios de Internet en los que participo (foros, Facebook, etc.) suelen llegar mensajes de varones que se me ofrecen como sumisos. Algunos de ellos tienden a repetir un léxico basado en los supuestos gustos que las dominadoras deberíamos tener con respecto a los hombres. Palabras más, palabras menos, los mensajes son del tipo... Seré su más fiel sirviente y le daré con mi entrega todo lo que usted desee. Esos muchachos se nos ofrecen a las mujeres dominantes como un vendedor ofrece su alfajorcito, pero al mismo tiempo confían en que lo aceptarás como la golosina que endulzará tu vida.
Yo veo tras esos mensajes a un hombre con dudas que no sabe en que puerto desembarcar con su supuesta esclavitud a cuestas. La aceptación por parte mía de ese regalo sería esclavizarme a su entrega fastidiosa. Llevo suficiente tiempo en este mundo como para caer en las redes de alguien que hace tanto autobombo de su propia sumisión. Ese viejo verso ya no parece tan efectivo a la hora de seducir a una mujer dominante. Un bombón de genuino chocolate no se regala así mismo sino que se muestra en la mejor vidriera y dando la mayor cantidad de pautas y señales para demostrarnos que es especial. Debe conquistarnos, sorprendernos, seducirnos, darnos razones concretas por las cuales deberíamos elegirlo, convencernos que al aceptarlo estamos entrando en la posesión de un verdadero lujo.
Yo sugiero que cualquier varón que aspire a ser sumiso de una Dómina (y no a satisfacer gratis sus propias fantasías) debería empezar por entender de qué habla una mujer cuando se refiere a sus gustos y placeres, conocer los recovecos del universo Femdom (fascinantes pero complejos), acudir a cuanto evento, reunión o encuentro se efectúe, participar en sesiones o conversaciones y por sobre todo valorarse, encontrar su propio yo sumiso para poder transmitir su calor al cetro que aspira a servir.
Una reina no busca desesperados individuos desconcertados, autodescalificados, entregados al vacío o sumergidos en las piscinas de aguas turbias de sus fracasos personales. El elegido por Ella no entrega solamente un cuerpo desvalorizado o sus dotes de limpiador de calzado femenino sino su alegría de servir. Su lado mejor. Sus ilusiones. No está debajo de una pila de escombros esperando a ser redimido o buscando que una mujer a la que él denomina Ama le muestre a latigazos la salida del laberinto de su insatisfacción sexual.
El sumiso deseado es el que se identifica con nuestro placer y con nuestro femenino poder, el que nos endulza sin empalagar mirándonos con ojos de ilusión, el que busca conectarse para profundizar nuestra dominación y no para llamar la atención. Alguna vez escribí que si te identificas con un valiente mosquetero, una fuente de agua cristalina, un oasis, un especialista en utopías, un paisaje exótico, una estrella en el camino, o simplemente un toque de buen gusto, te veo bien varón, estás en el buen camino para alguna vez llegar a ser un bombón elegido.