Estás
hecha toda una princesa pagana. Te amo más que hace un rato (y que hace años).
Comenzás el juego muy presumida y se te nota una primavera floreciente en la sonrisa
cómplice. Sabés que es un juego, pero ambas sabemos jugarlo. Me gusta verte tan mujer como deberían ser, pienso para
mí, tantas de mis grises congéneres. Hasta este momento, ninguna de las dos
había pensado en iniciar el sexo. Primero, la femenina seducción. Te ponés las botas y subís las cremalleras, te afirmás arriba de los
tacos de quince mientras te acaricias las medias sedosas que te presté y te aprietan
pero ya no te importa.
El
mundo? ah, es eso que queda afuera, que ahora queda más lejos. El juego va más
allá de un mundo prejuicioso. Me emociona mirarte a los ojos y ver tus
pestañotas arrimeladas y movedizas y las líneas de tu lápiz delineador. Están
tan recargadas que apenas encuentro tus ojos. Pintarrajeada de puta desde antes de
que a Mí se me ocurra venderte al primer chongo que vea por ahí. Para que
entres más en juego, te presto mi abanico que agitas lentamente, con gracia. Tenés
calor porque estás anhelante de tanta femineidad. Cruzás las piernas y te
corrijo la postura de las pantorrillas. Sé que te cuesta, que sos bruta a veces...
Para
las mujeres que gozamos forzando a los varones a ser una de nosotras, la
experiencia es tan trabajosa como grata. Se hace un paréntesis, pues se te cae
un aro. No te lo habías amarrado bien a tus orejas, es la falta de costumbre. Nos reímos, o mejor dicho, soy yo la que me río,
vos estás aun tensa y medio quejosa. Sos muy coqueta y te da pudor
desarreglarte algún detalle de tu look tan prostibulario. Ya sé que la construcción
estética es fundamental aunque presiento que lo tuyo, sin descuidar la
estética, va por otros canales más audaces...
Si
nos quedáramos ahí, atrapadas en esa situación, describiría tus emociones como
las de un actor interpretando a una chica con ínfulas de estrella. Una ópera
insinuante de lo grandioso. Entonces bato los dados para la primer tirada sobre
el tablero amatorio. Feminización.... forzada? dictan los dados. Te hago la
pregunta Cómo te llamás, nena? Te fuerzo a llamarte con un nombre de mujer. Por
supuesto, sos tan predecible que te autoproclamás con un nombre de damisela
francesa. Escondo una carcajada y solamente sonrío ante tu atrevimiento de cabaretera.
A esta altura, mi ropa interior ya está algo mojada. Estás tan linda, tan mía,
tan suave, tan sumisa, tan sensual....
Menos
mal que tenemos la cama cerca, suavemente iluminada con tonalidades rojas. Reconozco
tu perfume como mío. No sólo te llevás mis maquillajes usados sino que a veces
te atrevés con mis perfumes, cuando están por terminarse. El burbujeo de tus
hormonas femeninas se confunde con las burbujas de champagne con que mojo mis
labios. La noche es profunda en silencios externos, o al menos nos parece.
Enredás los tacos entre las sábanas, mientras arrojás tus dados apostando a que
salga la palabra Sodoma. Te hago más puta que nunca. Te fuerzo a controlar a la
ramera siempre apurada y me pedís más. Te fuerzo a pedir. Y me demandás que te fuerce más.
Me derrito y te enloquecés. No hay barreras para el juego cuando dos lesbianas
se enlazan. Te fornico y me jugás al trencito del Amor. Todas locomotoras y vagones.
Al rato, nos vamos frenando de a poco, agotadas.
Las
horas posteriores a las doce campanadas de la vida cotidiana nos apresuran
súbitamente. Al día siguiente, no nos acordamos nada del juego de la noche anterior. Ese olvido es también parte del juego; es la parte que permitirá reiniciarlo en otro momento. La princesa
pagana que anoche forcé, se sube el cierre de su bragueta masculina y emprende viaje a
su trabajo sumiso, con sus aburridas ropas de varón convencional, para cumplir con las obligaciones ante su Reina.
Y
vos, chico malo, aunque sea una vez en este 2018 que se inicia, te animarías a jugar con una Domme al juego de la princesa pagana?