lunes, 20 de marzo de 2023

La Dómina Glam

 



   Definir al glamour es tan elástico, tan difícil de precisar, como fácil es reconocerlo cuando lo percibimos. Todo el BDSM tiene una fuerte impronta estética y visual pero si hay algo que nos caracteriza a las dominatrices es la autoconciencia con que nos entregamos al glamour, la forma deliberada en que construimos sobre nosotras a esos personajes femeninos narcisistas al extremo, de azotadoras déspotas y crueles, tan lejanas de la experiencia cotidiana femenina como lo están del calzado común las botas de plataforma y tacones casi imposibles de caminar sobre las que nos montamos para las fotos o las sesiones.

   La dominación femenina glamorosa tiene mucho de espectáculo, de performance estética capaz de atraer y excitar la sumisa naturaleza de muchos hombres, que son los que sostienen la ilusión pagando tributos a sus diosas. La sesión Femdom no sólo se ejecuta y se siente sino que se contempla. Es un show fetish diseñado para introducirnos en un mundo mágico; una explosión de imagen y fantasía que excede a la propia sexualidad que queda semioculta, opacada detrás de la artificialidad y la extravagancia.

   La dominación mediante la belleza fetish y el glamour tiene como punto de partida un carácter totalmente reaccionario: es la resurrección del espíritu de la femme fatale, un modelo de mujer casi totalmente demodé en estos tiempos de igualdad y feminismo. Es una restauración del poder femenino que se obtiene a través de la vieja seducción sexual pero disimula su aire de nostalgia al ser amplificado con una asombrosa parafernalia fetichista llevada hasta el extremo mediante la difusión por Internet. La imagen de la Dómina de hoy es tan impactante desde su apariencia de supermujer artificializada por el fetiche que el hombre sumiso queda reducido a una muda contemplación. Frente al esplendor de Ella, su rol se limita a pagar, obedecer y complacer. Así funciona el Femdom glam, una corriente sexual que habita dentro del BDSM pero que posee reglas propias, que descree de toda moral y que ha sabido reciclar a la clásica seductora comehombres pero modernizada a los tiempos que corren. Para aumentar la sensación de irrealidad, cuando sesionamos o nos comunicamos, salimos al ruedo portando un nombre de fantasía que se remonta a una aristocracia o a un culto pagano (Lady, Mistress, Goddess, Duchess). En la dominación glam, nos envolvemos en una máscara con tantas capas de barniz que casi no se ven rastros de la mujer original que realmente somos, que está escondida detrás del artificio.

   El Femdom glamoroso se propone como una fuente de placeres sensuales en una época plagada de contradicciones: por un lado, la exaltación del negocio de la moda, las cirugías estéticas embellecedoras y la cosmética, que alcanzan cifras siderales que crecen año tras año y por el otro, un airado discurso feminista que incita a despojarnos de toda artificialidad y a enfrentar la guerra de los sexos en toda su iracundia. Compañeras, la mujer que se produce bajo la influencia de los mass media de la moda es cómplice del patriarcado y por lo tanto, corresponsable de nuestra infelicidad y opresión. Me imagino cuanto detestarán desde ese agrio feminismo a las dóminas fetichistas glamorosas cuyo máximo encanto reside en la teatralización de un rol construido a través del glamour y la moda. Frente a la reivindicación de la mujer al natural, de la dignificación de las luchas feministas contra los modelos hegemónicos de belleza y del concepto de que rebelarnos contra las modas nos hará libres, la dominatriz propone un culto a la imagen, a la apariencia sexy de la mujer objetivada hasta el extremo. Y, horror de horrores, tiene gran éxito.

   Rompiendo con todo molde de autenticidad, la mujer que se autoconstruye para dominar mediante un personaje glam, borronea los límites entre lo verdadero y lo falso. Cada una en su propio dungeon, ferozmente competidoras e individualistas, las Dóminas glamorosas provocamos a nuestros adoradores promoviendo el goce bajo la forma de un escapismo de la realidad. Renovamos el carácter lúdico de la experiencia sexual a través del disfraz y de la performance. Obligadas a convivir con una realidad que nos oprime con su mediocridad, su monotonía y fundamentalmente, con su fealdad, promover la artificialidad del glamour equivale a una promesa de liberación, a elevarnos hacia un mundo de fantasía en donde reina la belleza, la elegancia y el placer. El Femdom glam puede ser visto como apenas algo más que una mascarada pero atención!...los orgasmos que provoca a su alrededor son reales. Muy reales. Y a veces, inolvidables.






domingo, 12 de marzo de 2023

La paradoja de la humillación

 





   Cuando me defino como sádica no es porque goce provocando dolor sino porque postulo que la plena satisfacción de mis impulsos sexuales es el único fin que persigo aunque a veces no los obtenga o los obtenga parcialmente. Como afirmé en la primera entrada de mi blog, hace más de diez años, dominar es darme los gustos. Lo que hago, lo hago para mi placer y para la satisfacción de mi ego. Yo no me preocupo por tutorear adultos ni por escuchar sus penas ni tampoco pongo esfuerzos en regalar azotes a masocas neuróticos. Yo domino a través de un suave sadismo sensual y femenino que me hace feliz. Se supone que quien participa conmigo, es libre de irse si mis formas no le agradan.

   Uno de los gustos de los que nunca me privo para divertirme en el sexo nace de la humillación sádica, que puede fluir desde algo chispeante y divertido hasta la injuria despiadada, pasando por todos los grados intermedios. Confieso que ya no podría prescindir del uso humorístico - humillante de la palabra en cualquier tipo de situación sexual o erótica. La humillación verbal me parece la más exquisita y divertida forma de someter.

   Pero aquí es donde conviene detenerse para analizar si lo que llamamos humillación en BDSM es realmente humillante. Cuando el sexo se tiñe con las prácticas y acciones propias del BDSM, ingresamos a un gran teatro de simulaciones en donde lo que se dice rara vez tiene asidero en una realidad concreta. En este mundo de ficciones y fabulaciones, el sumiso humillado es una de las mentiras más encantadoras. Así como nadie es en realidad Ama ni sumiso de nadie porque todo el mundo ocupa el lugar que le place, sea dominando o siendo dominado, suele ocurrir que los esclavos fetichistas se excitan al ser humillados por sus Dóminas, por lo que la humillación, en realidad, no es tal.

   Un marido esclavo como el mío puede considerarse humillado si me acompaña a alguna fiesta sexual tipo gang bang en donde voy a buscar sexo con hombres más jóvenes y mejor dotados que él o mejor aún, con mujeres, dejando bien en evidencia que gozo más con ellas que con él. Pero la humillación se hace mucho más explícita si le ordeno, delante de todos, que se ubique como mi banquito apoyapies para que yo tenga un sexo más cómodo con alguno de mis amantes y al mismo tiempo sostenga mi bombacha atada al cuello como símbolo de su cornudez. Está evidentemente siendo humillado para la mirada de los demás que participan, que generalmente no entienden nada de las claves en que se desarrolla el lenguaje actitudinal del BDSM. En realidad para él es todo lo contrario; él está viviendo la privilegiada experiencia de ser públicamente el esclavo elegido por una diosa del sexo. Para sus propios parámetros, es un elegido al servicio de su dama fetiche. A la vez, y desde esa posición bottom, también controla muy masculinamente mi seguridad y vigila que nada se salga de los carriles esperados. Y eso es fundamental en mi juego de seducción y poder porque me permite sentirme segura y confiada en su respaldo.

   Es posible que el poder del spanking radique en la sensación de dolor así como el poder del bondage radique en la sensación de inmovilización. Dónde radica entonces el poder de la humillación? En que la palabra humillante sea creíble. Cuando le ordeno a un esclavo (sea mi marido u otro cualquiera) un comportamiento o actitud que es evidentemente humillatoria, mis formas deben ser propias de la dominatriz con poder sobre él que aspiro a ser. Si así no lo fuera, la situación perdería elegancia y se volvería tosca y sin gracia. Algunas dominatrices noveles cometen ese error en sesiones públicas y creen que demuestran poder utilizando gritos y modales groseros. Más bien todo lo contrario, una palabra sutil a media voz puede llegar a ser mucho más ponzoñosa y efectiva. Y por supuesto, la apariencia fetish de la dómina debe ser cuidada y acorde a la situación. No es el acto humillante en sí lo que excita a los sumisos varones. Es la mujer sádica.

   La humillación Femdom es una demostración explícita del poder de la mujer sobre el hombre. Al humillarlos, ellas se comportan de un modo altanero y sádico que es exactamente lo que ellos desean. La paradoja de la humillación es que la humillación, para el humillado, no existe.








viernes, 3 de marzo de 2023

Paco Rabanne. El fetiche del metal

 

  Un unánime coro desde el mundo de la moda se unió el mes pasado para homenajear al gran Paco Rabanne con motivo de su fallecimiento. Desde su propia casa se lo recordó así. Quién sino él podía convencer a la mujer parisina para que exigiera vestidos hechos de plástico y metal?

   Distinguiéndose por su visión futurista, Paco Rabanne revolucionó la industria de forma global: desde ser el primero en poner musicalizar sus desfiles con modelos desfilando descalzas pasando por el uso de materiales inesperados como metal, fibras ópticas y plásticos. Pero creo que muy pocos lo recuerdan como un gran inspirador en el campo del BDSM fetichista. Porque fueron diseñadores como Paco Rabanne, Pierre Cardin e Yves Saint Laurent los que propulsaron desde las pasarelas a un estilo de ropa femenina que hasta entonces sólo se podía encontrar en burdeles sadomasoquistas.

   Una breve reseña sobre Paco: nacido en España en 1934, de padres perseguidos por el franquismo, estudió bellas artes en Francia y consiguió trabajo junto a Balenciaga. En 1963 presentó su primera colección de trajes futuristas basados en materiales plásticos y aluminio. Fue tan fuerte la sensación que su impronta provocó que Cocó Chanel, criticándolo, lo bautizó el metalúrgico de la moda, una expresión que terminó siendo un elogio a su carácter fetichista e innovador. 

   Con su modo de abordar la moda, también labró una trayectoria en el cine. Audrey Hepburn lució en Dos en la carretera (1967) uno de sus vestidos metalizados. Pero si hubo un vestuario que marcó un antes y un después, ese fue el de Barbarella (1968). Para la película, el español vistió a la actriz Jane Fonda con lo que consideró que era el epítome de la sensualidad de su época: corsettes, botas, catsuits y capas brillantes  metalizados de vivos colores. 

   En esta selección de fotos aparecen doce modelos, cantantes y actrices, algunas conocidas y otras no tanto, con los famosos vestidos de metal y plástico de Paco, algunos de los cuales pesaban muchos kilos.

   Quizás no se lo reconoce a Paco como un fetichista clásico porque entre tanto plateado metálico haría falta un poco de negro para entrar al Hall of Fame del Femdom World. Pero qué dómina no querría descolgar de  algún museo de moda  alguno de sus vestidos para usarlo, bien metalizada y sexy, mientras pasea a su esclavo atado a una cadena.


Enero. Audrey Hepburn



Febrero. Francoise Hardy



Marzo



Abril. Jackie Bowyer



Mayo. Sylvie Vartan




Junio



Julio



Agosto



Septiembre. Gina Lollobrigida



Octubre. Donyale Luna



Noviembre


Diciembre


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