Siempre me resultó altamente sospechosa
la devoción que tantos hombres dominantes del BDSM muestran hacia la palabra consenso, la cantidad de veces que la
repiten en sus exposiciones y su forma cuasiteatral de rasgarse las vestiduras
ante la menor sombra de sospecha de que el consenso puede no cumplirse en una
relación sexual entre adultos. Yo no ignoro lo fácil que resulta para una mujer
el transformar a su supuesto amo en un servidor de sus femeninas fantasías. El consenso
entonces vendría a ser como un reaseguro: frente a la comunidad de sus pares, él
sigue conservando su dignidad de dominante. El no es un cumplidor de las
fantasías de ella; el ha consensuado con ella. Omite decir que lo que ha consensuado es lo que ella quiere, dentro
de los límites que ella ha dispuesto. Así es como ella lo acepta como amo.
Estos casos tan obvios de topping from
the bottom hasta me resultan simpáticos porque lo que yo observo detrás de
este culto al consenso es algo mucho más pesado, mucho más oscuro y amenazador.
En el ambiente del BDSM argentino abundan
chicas jóvenes, de situación económica de media hacia abajo, muchas llegadas a
Buenos Aires desde el interior, muchas que ni siquiera han terminado el colegio
secundario. Resultan fácilmente encandiladas con la verba del señor amo que
enseña BDSM y presume de conocer a la perfección todas las técnicas y sus
riesgos. El señor amo es el que va a todas las reuniones de la comunidad, el que está detrás de la organización,
el que siempre viste impecablemente y presume de su compromiso ético con
los derechos de la mujer, las minorías sexuales y la lucha contra toda
violencia. Algunos hasta se entrometen en temas de Femdom donde se atreven a cuestionar
a las Amas y a los sumisos que no cumplen con sus preceptos.
Estos individuos saben perfectamente
como manejar los puntos débiles de las chicas y cuales son sus necesidades
materiales, afectivas y sociales. Saben así como se obtienen los preciados consensos para poder ejecutar sus actos
con impunidad. Dentro de la cofradía de los amos, ellos son los líderes, los
machos alfa. El resto los admira como un modelo a seguir. La máxima hazaña a
imitar parece ser conseguir sumisas que se dejen golpear y flagelar hasta
provocarles heridas y después publicar las fotos de sus culos maltratados para
regodeo y aplauso de la tribuna. El
vejamen del culo desollado. No se confunda el lector: yo no condeno el
spanking ni los castigos. He presenciado sesiones de spanking, algunas
realmente duras, y sé que el spanking bien ejecutado puede dejar marcas pero no
escoriaciones que en lugar de admiración requerirían de asistencia médica antes
de que se transformen en vía de acceso a infecciones. Y qué pasa con las
sumisas? El hambre disciplina dice un viejo refrán y por otra parte, el aguante ante las lesiones recibidas
les otorga ese status tan admirado de chicas
duras. La fiesta se completa con el consumo de alcohol y/o drogas que suele
ser admitido como parte insustituible de cierta cultura trash que a esta altura ya parece inseparable del ser BDSM nacional porque significa la ruptura
con la sociedad que supuestamente los discrimina.
Sin
consenso es abuso. Sin consenso hay violencia. Hay que ser tolerante y no
objetar mientras sean prácticas consensuadas.
Los
fabricantes de lemas mienten.
Lo que el consenso representa en estos casos es el aval de la comunidad para cometer actos de
violencia contra las mujeres con el falaz argumento de que son prácticas
consensuadas y que, por lo tanto dejarían de ser violentas y entrarían dentro
del BDSM.
Lástima que en las fiestas de la comunidad, cada tanto aparece uno que no
calcula bien sus movimientos, no entendió bien de qué va la cosa y se le va la
mano con quien no debe. Entonces, frente a la denuncia, la cofradía quema sus
discursos de respeto y diversidad y actúa en serio: los machos
alfa se abroquelan junto a los demás, las chicas aparecen más festivas y
sumisas que nunca para dar la sensación de que acá
no pasa nada y está todo bien y el indeseable es expulsado por el dueño del
circo, en silencio y pretendiendo que nadie se entere. Nadie lo nombrará: es
como si nunca hubiera existido. Y la fiesta del BDSM argentino sigue rodando
igual que siempre: un negocio insensato e
inseguro pero siempre consensuado.
excelenteeeeeeee . PALOMA
ResponderEliminarGracias, querida PALOMA, amiga y compañera de tantas fiestas Femdom.
EliminarDe acuerdo. En este medio es bastante fácil que se desdibujen las líneas que separan lo seguro y sensato (de lo que no lo es), bajo el amparo del consenso. Un saludo impregnado de admiración. Raven BP
ResponderEliminarMuchas gracias Raven
Eliminarnunca mejor dicho !!!! son muchos los seguidores de consenso dibujado con lamano y borrado con el codo ! digamos q se deja pero no q me lo pide por q le gusta . aguantate un poco q la del lado va 100 azotes y vos recién 50. EGOS EGOS Y MAS EGOS !!!
ResponderEliminarGracias por comentar BAD ANGEL! Que valor el tuyo!
EliminarExcelente texto, y bien marcado el sentido de que estos "tipos" de Dom, lo único que hacen es violencia de genero...Ezekielo
ResponderEliminarEl consenso es fácil de obtener cuando sabes encontrar personas debiles. Gracias ezekielo.
EliminarAhora te entiendo mucho mejor, Mistress Roxy, cuando hablas sobre el consenso. En realidad creo que lo que quieres denunciar es la hipocresía de un consenso mal entendido y que se utiliza para justificar los abusos.
ResponderEliminarEs muy triste lo que cuentas sobre esas pobres chicas a las que nadie protege.
En otro comentario dije que no me pareces sádica. Aquí creo que se hace evidente que no lo eres. A los sádicos les gusta hacer daño, daño de verdad. Y disfrutan también con esas fotos de chicas lesionadas.
Me ha encantado esta entrada.
Lamento que continues tan equivocado con respecto a lo que es sadismo. Definir sadismo como gusto por hacer daño es una definicion incompleta y parcial, propia de ignorantes que desconocen toda la sutileza morbosa y femenina que encierra el concepto de ser sádica. De todos modos, creo que luchar contra esa idea deformada es perder el tiempo.
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