domingo, 14 de diciembre de 2025

Mantener la dominación encendida






   Mantener el fuego apasionado de la dominación femenina cuando Ama y sumiso son esposa y esposo, madre y padre de niños compartidos, es un desafío cuya solución no figura en ningún libro de sexualidad. Porque ellos siempre van a querer que les proporcionemos noche tras noche esa experiencia fetichista y sádica que les provocó ese amor inigualable cuando nos conocieron. A su lado caminamos Nosotras, eternas cíclicas propensas a aburrirnos si las sesiones se vuelven programadas y planificadas (porque hasta el sado más orgiástico no deja de volverse rutina al repetirse) y a la vez enamoradas de ese loco pajero con el que queremos vivir hasta que la muerte nos separe.

   Puede morir el deseo Femdom en una pareja establecida? La familiaridad, la confianza y la falta de innovación son las puertas de entrada del tan temido dejarse estar. Si el dejarse estar es malo en toda pareja, en una que está sostenida por el sexo fetichista, puede llegar a ser demoledor.

   Como lograr que una relación amorosa Ama – sumiso que lleva años de convivencia no se estanque en el avainillamiento?

   Es posible que la seducción explosiva de las primeras sesiones se mantenga en alto sin que los tacos aguja, los juguetes sexuales y los látigos terminen arrinconados en una zona tan escondida de nuestro closet para que ninguno de nuestros traviesos vástagos los encuentre que ni nosotras mismas sabemos donde están?

   Responder a estas preguntas es una apuesta al futuro. Porque una relación de dominación femenina no soporta la rutina. Requiere crecer o muere. Especialmente del lado del hombre, siempre el más frágil de los dos. La inteligencia de la dominatriz y su capacidad para comprender la psiquis masculina es la llave que permite congeniar seguridad con aventura, sexo con familia, rutinas con misterios. 

   Sabemos que ellos necesitan sentirse sometidos para ser felices. Mientras que nosotras, si estamos con ganas podemos someterlos o no pero no tenemos esa necesidad. No lo sentimos como ellos lo sienten. Podemos divertirnos y gozar de otras maneras. Sí, el sado nos gusta y nos divierte, pero podemos prescindir de armar todo el teatro de la castigadora cruel. Sobre todo si empezamos a aburrirnos con lo que antes nos excitaba tanto y empezamos a vivirlo como una obligación para que él esté contento y no se queje. 

   La solución es asumir esta realidad que todas las parejas Femdom deben aprender a sobrellevar. Ser conscientes de que el deseo es una plantita que puede morir si no la regamos convenientemente.

   Lo que en sexología se llama sexo de mantenimiento, en BDSM puede denominarse sesión de mantenimiento. Un concepto que suena escasamente erótico o romántico pero es de muy útil aplicación. Se trata de dominar y someterse durante el sexo cotidiano sin esperar que lleguen los deseos para montar la gran escena sado. Porque si en medio de la vida familiar y laboral esperamos que se den las condiciones para disponer de esa sesión especial, sentimos que disminuyen las oportunidades y podemos sentirnos frustradas mientras ellos se sienten abandonados y olvidados. Si la psiquis masculina es muy frágil: la masculina sumisa, mucho más. 

   No es realista suponer que después de años de convivencia vamos a sentir lo que sentimos la primera vez que los sissificamos o los cuerneamos. Pero la supervivencia de una pareja Femdom no depende de esos flashes de supererotismo sino de como seamos capaces de armar sesiones de mantenimiento en la vida de todos los días, así sea haciéndoles sentir el roce de un par de medias de red en una habitación a oscuras, mientras les hablamos al oído de como el fin de semana podemos convertir el dormitorio en dungeon, montarnos con todo el fetish encima y entregarnos a las delicias de la dominación a toda máquina.

   Planificar las sesiones de sado puede sonar mal. Huele a previsible y poco aventurero. Hasta suena como algo forzado, algo a lo que tenemos que obligarnos. Es cierto, nada se compara con la gran aventura noctámbula de una sadonauta. Pero cuando la convivencia amenaza con el aburrimiento, es el sexo con condimentos lo que nos permite mantener la llama del romanticismo sado mientras esperamos la aparición del próximo Big Bang.




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