Sé que la imagen que voy a describir es agresiva pero no pienso hacer nada para suavizarla. Ella puede tener entre cuarenta y
cincuenta años y lleva una larga
melena que le llega hasta el culo sin que le importen las críticas de sus congéneres. Viste de brillante negro fetish siguiendo el
estereotipo de las clásicas dominatrices que tanto admira: minifalda de cuero,
cinturón metálico de argollas, nylons y botas negras bucaneras de tacón y plataforma. Largos
mitones por encima de los codos dejan lucir fálicas uñas pintadas de un rojo
furioso. La bijouterie de cuero y acero tintinea por sus muñecas y su cuello.
La blusa es transparente y no pretende disimular las tetas sino exhibirlas en
su justa medida
Las medias de nylon también son negras, con el detalle de estar abiertas en la entrepierna para facilitar los accesos sexuales que las dóminas, se supone, deben rechazar. Pero ella se ríe de esos prejuicios. Una dómina
puede (debe?) ser una puta porque dominar
es darse los gustos y el libre puterío es un placer divino que no puede faltarnos. Otra desilusión para los
ortodoxos cultores del BDSM: a ella no le importa perder tiempo en técnicas ni en castigos porque sólo quiere divertirse con el sexo sin responsabilidades, compromisos ni aftercares. Finalizada la acción, ella sonríe gloriosamente mientras camina contoneándose hacia el baño de
mujeres como si fuera una gata que acaba de beberse un cuenco entero de
leche. La imagen felina es real, no es metafórica y no sólo por su sinuoso andar sino porque es leche humana la que gotea de sus pechos y corre por sus
medias rotas.
A Mí me satisface la humana y masculina leche.
El bukkake es una práctica sexual que se remonta al antiguo Japón y siempre se lo relaciona con la más cruda humillación sexual. El porno de Internet está inundado de sumisas con rostros humillados, casi dolientes, bañadas en semen en una especie de degradante tortura facial. Otra corriente, más vinculada al mundo occidental de las sissies y las chicas bimbo, las exhibe sonrientes, muy divertidas, con sus bocas llenas y sus mejillas embadurnadas y goteando. Sea de la forma en que se lo presente, el bukkake siempre ha sido uno de los actos sexuales más condenados en la industria del porno. Feministas de renombre lo han catalogado como lo más grosero y degradante que puede filmarse o fotografiarse para objetivar a la mujer. Aún las que aceptan ser enculadas o prestarse a una mamada en la oscuridad de un reservado swinger, suelen sentirse agredidas si el semen es eyaculado a propósito sobre ellas.
Roxy,
estás llena de leche, me dijo en el baño de mujeres de Class una de mis amigas, testigo y compañera en fiestas y orgías de sábados por la noche. Me relamí mirándola y con una sonrisa le respondí; ya sabés,
soy bukkakera. Mientras me limpiaba con papel antes de retocar mi maquillaje de putón, podría haber agregado Es que no hay nada en el sexo heterosexual que me haga sentir tan
poderosa y dominante como un jugoso bukkake.
El divino Marqués ya lo sospechaba, si bien su
personaje en los 120
días de Sodoma se sentaba en el lado opuesto de la
mesa del BDSM en donde yo me siento ("I show
them my prick, then what do you suppose I do? I squirt the fuck in their face. That's my passion my child, I have no other and you're about to
behold it.").
A veces creo que en lugar de tanta intelectual feminista, lo que las mujeres necesitamos es la voz sádica de una Marquesa que sepa restituir el perdido equilibrio de los placeres. Tengo siempre presente la filosofía de las Tigresas Blancas, un oculto y mitológico grupo de mujeres taoístas, cuyo objetivo es conservar la juventud rechazando el coito tradicional y utilizando refinadas técnicas de felaciones para que sus amantes, que ellas denominan dragones verdes, eyaculen semen blanco y espeso sobre su cara y sus pechos donándoles el chi, la energía sexual masculina que contiene el poder de mantenerlas jóvenes.
A veces creo que en lugar de tanta intelectual feminista, lo que las mujeres necesitamos es la voz sádica de una Marquesa que sepa restituir el perdido equilibrio de los placeres. Tengo siempre presente la filosofía de las Tigresas Blancas, un oculto y mitológico grupo de mujeres taoístas, cuyo objetivo es conservar la juventud rechazando el coito tradicional y utilizando refinadas técnicas de felaciones para que sus amantes, que ellas denominan dragones verdes, eyaculen semen blanco y espeso sobre su cara y sus pechos donándoles el chi, la energía sexual masculina que contiene el poder de mantenerlas jóvenes.
Siempre que salí del baño después de limpiarme el semen derramado por mis ocasionales amantes, me sentí libre y energizada además de erotizada. Y si las enseñanzas de las Tigresas Blancas fueran más reales que mitológicas? Y si las feministas que condenan el bukkake están, como tantas veces estuvieron, muy equivocadas?