Preparar mi cartera para salir infla mi ego. La cartera habla de Mí, es una expresión de mi personalidad, de mi estado de ánimo, de lo que pasa por mi mente. Es esa parte de Mí que lleva lo que más me gusta, lo que uso, lo que necesito, lo que vale materialmente. Es estética y texturalmente a Mi gusto. La elegancia y el estilo se emparejan para dar un toque de elección práctica.
La cartera está inspirada en la mujer, en todo aquello que nos acompaña. Casi diría que la define, aunque muchas no se dan cuenta. Las que tienen en vista una salida especial y eligen un morral de lana, suelen llevar el resto de su vida de acuerdo a esa elección. Cofre o tesoro, es la "mascota" a llevar de sus manijas o cadena. Es parte del juego femenino, revelar lo que hay dentro es como desnudar lo que hay en nuestro interior.
Me confieso coleccionista, las prefiero en la gama del rojo, blanco, negro, violeta y anaranjado. Muchas son acharoladas, una que otra metalizada. Las tengo de terciopelo, de metal, de suave cuero. Siempre son mas valiosas que la suma de lo que contienen. Como en todo, me gustan los extremos: las clutchs o carteritas de fiesta y las tipo bolso. Las que no son ni una cosa ni la otra, no me sirven para nada.
La elección de la que voy a usar es parte de mis rituales fetichistas. Me divierte renovarlas con frecuencia, no me gusta sobreutilizarlas, les presto demasiada atención y entonces me aburriría con la misma durante más de dos días. Me gusta jugar con sus cremalleras para guardar secretos, me gusta abrirlas y sentir el tintineo metálico de los herrajes, el roce de los flecos o las borlas. Lo indispensable para sobrevivir en la urbe: las llaves, celular, dinero, perfume, espejito y lipstick.
Inaugurar una cartera no es un ritual menor. Quitarle las etiquetas, las sales conservadoras y los rellenos para empezar a surtirla con objetos personales. O encontrarle un lugar en su armario donde va a ser guardada, en su bolsa correspondiente, hasta que yo decida que le llegó el momento de salir al ruedo. Porque cada uno de mis tesoros, cada una de ellas, tiene en mi casa un lugar asignado.
Siempre me ha llamado la atención que los hombres, tan atentos y fetichistas hacia los accesorios femeninos como zapatos, botas o guantes, no suelen ser particularmente adeptos a desarrollar pasiones eróticas por las carteras. Quzás las propias mujeres hemos sido responsables con nuestra devoción por juntar cosas inútiles dentro, de las que normalmente cualquier hombre huye espantado. Pero suavemente, los invito a ustedes, devotos cazadores de gestos y movimientos femeninos, a observar a alguna mujer elegante que lleva su cartera como si fuera parte de su cuerpo, con ese aire aristocrático de distinción propia de hembras de gloriosa casta, al tintinear de pulseras mezclado con el sonido de los cierres, al fino juego de los dedos y uñas femeninas jugando en el abrir, extraer y cerrar.
Dedico un párrafo especial para mis adoradas chicas cross porque sé que para ellas la cartera es uno de los accesorios principales con que definen su look, ahí guardan sus tesoros femeninos más preciados, de ahí extraen espejos, labiales y rimmels, de ahí adentro nace parte de la gran ilusión de sentirse femeninas caminando con tacos altos, con ese balanceo sensual y combinado de cartera y caderas, de miradas furtivas al espejo que les confirma la imagen que ellas desean ver.
Les confieso algo más: la mayoría de mis congéneres femeninas todavía no se enteró del inmenso poder erótico - fetichista de sus manos y los accesorios manuales. Creen que la seducción marroquinera les pertenece a ellas solas. En cambio, sí están enteradas (y muchas la rechazan) de la fijación erótica masculina por los pies y el calzado. Por eso, querido pervertido fetichista, tenés en las carteras todo un paraíso callejero por descubrir. Empezá a prestarles atención porque además un hombre que entiende de carteras y que sabe regalarlas, nos resulta muy seductor.