domingo, 20 de febrero de 2022

Catalina la Grande

 

Para nada pienso cambiar mi propósito de libertad y autonomía personal. Siempre he sido una mujer libre y gozosa de si misma. No pienso ceder ni un ápice de esa libertad y ese goce sensual. Si antes me valí de las glorias del sexo para escalar el poder, os puedo asegurar, querido amigo, que ahora con el mismo desenfado y sin pizca de vergüenza, usare las glorias del poder para complacer y saciar mi sexo. Ceder a las razones de prestigio y protocolo y abandonar mi sexo seria un acto de traición conmigo misma que no me perdonaría ni al borde de la tumba.

Carta al Barón Grimm


Helen Mirren como Catalina la Grande



... como bien puede recordarse, la Emperatriz, desde cuando era princesa de la corona, tuvo predilección por las transmutaciones sexuales. Los festivales de primavera eran convites que la emperatriz se acostumbró a celebrar para sí y para la nobleza, al inicio de la estación, en uno de sus palacios…ella decía que al igual que los hombres primitivos, se reencontraban con la naturaleza…la realidad se volvía fantasía…..y se provocaba en los asistentes una suerte de renacimiento interior.

   Eran días desorbitados, furibundos, lujuriosos….la imaginación se desbordaba, como si para nada existiese la razón. Todo se volvía una gran locura. Cualquiera podía, en un simple paseo por los derredores y los jardines del palacio, tropezarse con una ninfa perdida entre los arboles, perseguirla y poseerla sobre la hierba en ese mismo instante o al acercarse a una fuente, para calmar la sed, sentirse poseído por la imagen de una náyade. Cualquiera podía caer igual en brazos de un fauno, de un centauro o de una centauresa. Cualquiera podía ver a Poseidón surgiendo del mar y al viejo Tritón soplando su caracola. Todos éramos la luna o el alba, la encarnación del sol, el entusiasmo de la lluvia o la tierra con el prodigio de su fecundidad. A veces, dependiendo del ánimo y el grado de lubricidad éramos gorgonas, hidras, canes cerbero, quimeras o criaturas de la laguna Estigia.

  Al modo de las viejas mascaradas que acostumbraba celebrar la difunta emperatriz Isabel, donde obligaba a los hombres a disfrazarse de mujer y a las mujeres de hombres, en estos festivales de Catalina, todos tenían que andar con sus disfraces puestos. Por tanto frecuente era toparse en los salones, vestíbulos y pasillos con Gea y Urano, fornicando ambos sin precaución alguna, o a los titanes de elevada talla y fuerza física sorprendente, violando a plena luz del sol a una pastorcilla desprevenida, Atlas bien podía dejar de cargar el mundo a sus espaldas por un momento para refocilarse con la titánide Tetis o con Deyanira, la fiel esposa de Heracles, al fin y al cabo tratábase del tribadismo mas exacerbado, donde la promiscuidad y el intercambio de parejas estaban absolutamente permitidos. 

  Con tal de fornicar a tiempo completo cuanto durase el festival, Catalina pasaba sin solución de continuidad de Urano a pastorcilla, de pastorcilla a ninfa, o a Tetis o a Deyanira. A ratos era Artemisa, la diosa virgen y se ayuntaba con alguien disfrazado de ciervo, a ratos era Venus y se le entregaba al deforme Vulcano por feo que éste le resultase, al inquieto Cupido o al intrépido Marte..

…y un trono, un trono imperial también. Era un sillón alto, de talla profusa, con líneas inquietas y ondulantes, asimétricas, informales, femeninas, ligeras y audaces, todo labrado en madera y con tapicería en color rojo encendido, su estilo podría calificarse de barroco o con mayor precisión de rococó, advirtiendo que sus tallas no son las consabidas rosas y hojas en forma de guirnaldas propias de ese estilo sino falos enhiestos, senos al aire, floriabiertas tiernas y jugosas vulvas, representadas hasta la minuciosidad y parejas fornicantes en las posiciones mas inverosímiles, puestas esas figuras talladas en los apoyabrazos, en los travesaños, en las rodillas y en el término de las patas. Su copete, también tallado, en sustitución del emblema tradicional de la corona rusa, tenia un femenino rostro ávido en trance de practicar una felación sobre un vigoroso falo, algo desproporcionado si se quiere pero que agregaba al mueble una inequívoca singularidad.

   El conde Mamonov en sus Memorias relata que Catalina sentía por su trono una pasión fetichista. A menudo la emperatriz, en los intervalos de las reiteradas faenas amorosas que cumplía cada noche con frenesí desmedido, se sentaba sobre el trono, desnuda, para tomar descanso. Y bastaba que eso pasara para que se le renovaran los bríos. Decía entonces de sí misma, que era caducifolia, una de las especies vegetales que renuevan su follaje todos los años. A decir verdad, el de ella quedaba rejuvenecido del todo las veces que se producía su asentamiento en ese mágico sitial. Yo temblaba cuando la veía regresar a la cama. Los sacudones que entonces me daba me aventaban contra el techo de la recámara o el fondo de la cama, según la postura que hubiéramos tomado.

   La emperatriz usaba ese trono para satisfacer sobre el otra de sus pasiones secretas, el voyeurismo. Solía ella reclutar para su garde de corps nocturnas entre los mozos mas vistosos y mejor formados de todas las Rusias, todos fornidos, muy altos, y cada uno de ellos con excelente dotación. Con todos, como es de suponer, se refocilaba pero además para su solaz y consecuente excitación, los ponía a follar a su vista con las muchachas mas lindas, escogidas entre las de su corte. Tal como hacía el emperador Tiberio en su apartado refugio de Anacapri, con sus pececitos, a los que ponía a lamerse, chuparse y acariciarse en su presencia, ella, la Emperatriz, siempre sentada en su trono de su cámara íntima, les ordenaba a sus pervertidos gardes y a sus no menos pervertidas damas que follaran y follaran y siguieran follando hasta quedar exhaustos...Autoritaria, terca, desde su trono, siempre desde su trono, impartía sus órdenes, jodan jodan, sacíense de joder, nadie podrá negarse....

... nos habíamos olvidado de nuestra amada Jessica. Ven, Jessica, acércate a mí. Quiero besar tu boca, quiero acariciar tu vientre, quiero que seas mía, Jessica, entramente mía, pero no se detengan, sigan, sigan disfrutando el esplendor de la carne... únanse todos con todos, únanse con furia imprevista, no quiero que cese esta hermosa fiesta! No quiero que cese!...

... la noche ha estado del todo deliciosa. Pronto llegará el alba. Pueden irse a descansar antes de que se haga más tarde. Yo lo ordeno! Sólo me quedaré con Jessica. Sólo con Jessica! Basta por hoy, queridos míos! Déjenme con Jessica! Ha sido suficiente. 


Extraído de Amores, pasiones y vicios de la gran Catalina
Denzil Romero

sábado, 12 de febrero de 2022

Romanticismo sumiso





   Un náufrago sobrevive como puede en una isla que cree desierta hasta que de pronto descubre a un grupo de personas que repiten cíclicamente los mismos comportamientos. En particular, le llama la atención una chica que suele contemplar lánguidamente las puestas de sol. Con el tiempo comprende dos cosas: que se ha enamorado de ella y que ni ella ni los demás habitantes parecen tomar nota de su existencia. Logra al fin dilucidar el misterio: quienes habitan la isla no son seres humanos de carne y hueso sino proyecciones provocadas por una máquina. Son fantasmas. Aún así, movido por la desesperación del amor, toma la decisión de activar aquellas máquinas sobre sí mismo para convertirse él mismo en otro fantasma y así poder compartir con aquella mujer que lo ha seducido sin hablarle, su mundo irreal, incorpóreo. Hay algo místico en su trágica decisión final. Es morir en la vida real para alcanzar el éxtasis resucitando como una imagen.

   La invención de Morel, publicada por Adolfo Bioy Casares en 1940 es una novela genial que se anticipa por décadas al mundo de la realidad virtual, de Second Life, de los avatares y de los guiones de Black Mirror. Para mi esclavo marido, con quien solemos compartir lecturas y debates, es simplemente una obra maestra del romanticismo sumiso; una especie de Venus de las Pieles pero sin pieles ni fetiches. Es la vieja historia del amor novelesco, del sensual dolor que le provoca al hombre el estar enamorado de la mujer imposible, inalcanzable. El deseo que le provoca una idealizada imagen femenina, sea real o virtual, lo lleva a tomar las más drásticas decisiones, jugando a todo o nada su propia existencia.

   La Venus de las Pieles de Leopold Sacher-Masoch fue escrito siglo y medio atrás. Su protagonista, Severin, es un hombre con muy fuertes tendencias hacia la sumisión. Cuando conoce a una mujer bella y rica llamada Wanda, se enamora de ella e intenta por todos los medios que corresponda al amor que lo devora, sometiéndolo y esclavizándolo. La trama es un constante argumentar entre ambas partes en donde Wanda se muestra reticente ante los deseos de Severin pero finalmente acepta. En el famoso contrato de esclavitud, queda sellado el pacto de amor entre ambos. Lo que no dice el contrato es que ella se inicia como Ama por amor a Severin, para satisfacer su fantasía, pero acabará posesionándose del rol y convirtiéndose realmente en una mujer dominante y sádica que finalmente lo conducirá a un sufrimiento real que él nunca imaginó.

   La Invención de Morel, la Venus de las Pieles y tantas novelas más que sería redundante citar, no son sólo obras maestras de la literatura universal que forman parte del patrimonio de la humanidad. Tienen la inquietante virtud de interpelarnos desde mucho tiempo atrás sobre lo que los hombres son capaces de hacer por amor a una mujer y sobre las pasiones que algunas mujeres son capaces de despertar en sus adoradores.

   Los que dicen saber mucho de BDSM, los expertos que enseñan, suelen hablar del EPE (erotic power exchange) como una transferencia de poder que el sumiso hace hacia el dominante, de acuerdo a sus reglas y límites. El BDSM así entendido, el verdadero, el legal, no es más que un juego de roles.

   Cuando desde ese BDSM se habla del poder del erotismo femenino y de lo que es capaz de provocar en los varones cuya naturaleza sumisa los lleva a desear entregarse, lo condenan de la misma forma que lo hacen los machos del mundo vainilla, que son incapaces de comprender ese fuego de pasión romántica sumisa, ese deseo de consumición que abrasa a tantos hombres cuando conocen a algunas damas, quizás imposibles, y que los lleva a someterse a ellas. Y es entonces cuando comienzan las descalificaciones: pajero, ciego, enconchado, pollerudo, no sabe lo que hace, perdió la cabeza por ella, etc., etc.

   Yo los llamo simplemente mis románticos sumisos. Como los de Bioy o Masoch.





martes, 8 de febrero de 2022

Thierry Mugler


Yo promocioné al máximo el erotismo y la sexualidad, la animalidad de mujeres y hombres. Para mí, el ser humano es el animal más bello del mundo. Y yo siempre he visto la sexualidad como algo positivo y alegre. Fue un escándalo, porque dignifiqué materiales que solo se encontraban en los sex shops.

                   Thierry Mugler


   Thierry Mugler, fallecido la semana pasada, no sólo fue un diseñador que marcó una época porque no se puede hablar de la moda en los años noventa sin hablar de Mugler. Porque Thierry Mugler le dio forma en aquellos años, a la par de los videos de Madonna y el éxito del personaje de Catwoman interpretado por Michelle Pfeiffer en Batman returnsa un concepto de femineidad fetichista asociada al poder que perdura hasta hoy. Para bien o para mal, Mugler contribuyó a formar desde la pasarela de sus famosos shows, a muchos aspectos que caracterizan y estereotipan a la dominatriz contemporánea.

    Mi verdadera vocación es el espectáculo, solía decir en tono de broma. Y vaya que eran espectaculares sus desfiles. La comodidad no es mi prioridad respondía con idéntico sentido del humor a las críticas que le llovían por presentar a las supermodelos de entonces, aquellas divas inolvidables, envueltas y apretadas en la más fastuosa moda fetichista como jamás se había visto. 

    En este calendario están algunas de las célebres modelos de los noventa junto con chicas del siglo XXI que descubrieron y reciclaron aquella moda fabulosa. Las originales son Eva Herzigova, Emma Sjoberg con el famoso corsette motocicleta, Nadja Auermann en corsette y guantes metalizados, Jerry Hall en vestido sirena y Simonetta Gianfelici como Venus naciendo a la Botticelli. Las nuevas son Cardi B, Beyoncé e Irina Shayk. Las últimas dos son fotos son para recordar a Thierry cómo a él le gustaba: junto a dos de sus divas favoritas: Jerry Hall y Diana Ross.  




Enero. Cardi B



Febrero. Eva Herzigova




Marzo. Emma Sjoberg



Abril. Beyoncé





Mayo. Nadja Auermann



Junio.Irina Shayk




Julio. Jerry Hall



Agosto. Irina Shayk




Septiembre. Simonetta Gianfelici



Octubre. Cardi B




Noviembre. Jerry Hall y Thierry Mugler




Diciembre. Diana Ross y Thierry Mugler


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