miércoles, 26 de octubre de 2022

Atenea

 

   La adoración que las mujeres dominantes recibimos por parte de los sumisos es un juego de doble vía: a más nos endiosan y nos adoran, mas soberbias, altaneras y diosas nos volvemos. Y si de diosas hablamos, es sin duda Afrodita, y mucho más su versión romana Venus, la que se lleva todos los títulos cuando de endiosarnos se trata.

   Todas las Dommes aspiramos al trono de Venus desde que Leopold Sacher Masoch inmortalizara a su bella y sensual tirana en su novela La Venus de las Pieles. Pero dentro del vasto y rico mundo de la mitología griega de donde proviene nuestro panteón divino, el poder femenino no sólo late en el corazón de aquella famosa diosa del amor y el sexo sino en algunas otras que vale la pena reconocer y admirar. Y ahí vamos, a encontrarnos con una de las más célebres. Atenea. Pero antes, una breve digresión histórica.

   Las leyendas que componen el admirable cuerpo de la mitología griega encontraron su justo complemento histórico en las investigaciones arqueológicas realizadas desde el siglo XIX. La ciencia pudo entonces demostrar que había mucho de verdad detrás de aquellas viejas historias. Entre tantos hallazgos, los arqueólogos encontraron incontrastables evidencias de que los habitantes de las antiguas polis griegas confiaban en una divinidad femenina que era la protectora de la ciudad. Aquella diosa primitiva es sin duda la antepasada de la Atenea de los griegos civilizados, la defensora de Atenas, la que acompaña a los héroes y sostiene las causas nobles y justas.


Reconstrucción de la estatua de Atenea del Partenón



   Las principales cualidades de Atenea son su carácter guerrero y la virginidad. Cuesta encontrarla en alguna actitud relacionada con el sexo. Entonces podemos preguntarnos qué tiene de interés esta figura mítica, tan diferente de Afrodita - Venus, para inspirarnos a las actuales dominadoras sexuales.

   En primer lugar, para juzgar a Atenea debemos posicionarnos en la mente de aquellos griegos: en la negación al sexo, lo que en realidad anida en el espíritu Atenea es la negación de la tierna sumisión femenina que se ofrece a un macho conquistador. Lo que Atenea personifica es un conjunto de atributos que los mitólogos han denominado acertadamente como la femineidad viril. Este concepto la define desde su propio nacimiento; la diosa no nació de un vientre de mujer sino de la propia cabeza de Zeus, a quien ella siempre llamará padre. Los antiguos griegos quisieron destacar que una divinidad destinada a cumplir un excepcional destino femenino debía ser la hija unigénita del más poderoso de los dioses. Un guiño al patriarcado: una figura muy extendida en Grecia durante todos los tiempos.


Y Zeus, de su cabeza, dio a luz a Atenea de ojos glaucos, terrible, belicosa, conductora de ejércitos, invencible y augusta...

Hesíodo. Teogonía

 

   En segundo lugar, los atributos por los que Atenea va a destacarse en el panteón griego son el uso de las armas, el desarrollo de técnicas y el diestro manejo de las herramientas. La personalidad de Atenea y la naturaleza de sus actos rompen con toda regla y toda norma para un tiempo en donde el único destino de las mujeres griegas era el matrimonio y la maternidad. Lejos del gineceo, de los suspiros románticos y de las mujeriles intrigas del palacio, Atenea es una diosa que siempre está en campo abierto, cerca de donde se produce la acción. Pero no debe confundirse, en términos actuales, con una machona. Atenea es la diosa guerrera por excelencia pero también es quien inspira las artes femeninas de los tapices y los bordados. En la fiesta de las Panateneas, las jóvenes atenienses ascendían a su templo llevando como ofrenda tapices delicadamente bordados como gratitud a la diosa que había guiado a Atenas en la defensa victoriosa contra los invasores persas.


   La virginidad de Atenea y su fuerte carácter la posiciona como inevitable contrincante de Afrodita. En la Ilíada, Homero traza un perfil muy detallado, sutilmente encantador, de la inevitable animadversión que existe entre ambas. Afrodita es la responsable de la guerra de Troya, es quien promueve el rapto de Helena y está obviamente del lado de los troyanos mientras que Atenea es la campeona defensora de los griegos que buscan mediante las armas la justicia reparadora de aquella célebre ofensa. Atenea detesta tanto a Afrodita que en un momento de la lucha, autoriza a un guerrero griego a herirla cuando la ve en el campo de batalla. No conforme con semejante acción impía, que rompe todo equilibrio entre mortales e inmortales, se burlará de ella y de su herida cuando las dos se presenten ante Zeus.

   Pero es sobre todo a Ares, el Marte de los romanos, su hermano dios de la guerra, a quien Atenea se opone con mayor encono. Guerreras una y otra, ambas divinidades se destacan en la lucha y los combates. Pero los relatos mitológicos dejan bien en claro las diferencias. Ares es el dios belicoso que ama la sangre, irreflexivo y violento, mientras que Atenea pelea con el mismo vigor pero con la prudente inteligencia de quien sabe dónde se debe golpear y cuando lo hace, su ataque es demoledor. Dos veces se enfrentan cara a cara frente a los muros de Troya y en ambas Atenea sale claramente vencedora. Un detalle insoslayable que refleja su personalidad es la forma en que se burla cruelmente del vencido Ares, agregándole al éxtasis de la victoria el siempre femenino placer de la humillación verbal, de la sádica injuria.

   Atenea también sabe de enfrentamientos con el poderoso Poseidón, el dios del mar y hermano de su padre Zeus. Ambos aspiran a ser la divinidad protectora de una nueva ciudad y sus habitantes deben elegir a uno de los dos mediante el voto. Para ganarse el favor del pueblo, Poseidón hace brotar del suelo con un golpe de su tridente a una fuente de agua de mar. El suyo es un gesto de poder tan altanero y soberbio como inútil porque el agua es salada. La ofrenda de Atenea es muy diferente y habla mucho sobre su carácter. Del poder de su mano inteligente, germina la semilla del primer olivo. El don de Atenea a los habitantes de la ciudad es un árbol que no impresiona por su aspecto pero es capaz de prosperar en los secos suelos de Grecia y es la base de toda la economía mediterránea. Un don de amor y de enorme utilidad práctica. Por supuesto que es ella la elegida y la ciudad se llamará en su honor, Atenas.

   Aquel legendario enfrentamiento con Poseidón ilumina con claridad las virtudes del poder femenino de Atenea. Su relación con los habitantes de Atenas y con todos aquellos que invocan su protección bien puede ser vista como ejemplos de sumisión hacia una mujer con poder. Corresponde aclarar que en los mitos que protagoniza Atenea, sus sumisos no son siempre como aquellos pacíficos atenienses que se inclinaron ante ella con el olivo como símbolo. Todos los grandes héroes y semidioses de Grecia recurren a la guía y protección de la hija unigénita de Zeus para acometer sus hazañas. Y es ella quien los acompaña, dirigiendo sus armas, estimulándolos al valor y aconsejándoles con sabiduría.

   Para un pueblo como el griego, tan dotado para el razonamiento lógico, la compleja personalidad de Atenea y su reticencia hacia el sexo debía ser explicada mediante algún episodio. Siendo muy joven, su pasión por las armas la conduce repetidamente hacia la forja de Hefesto, el dios artesano, quien se esfuerza en cumplir con sus pedidos sin que ella sospeche el efecto que sus bellos ojos verdes provocan en él. Un día, mientras discuten sobre diseños de escudos y armaduras, Hefesto rompe la prudente distancia que lo separa de la joven diosa e intenta violarla. Atenea se defiende y lo golpea con furor pero Hefesto, descontrolado y tambaleante, eyacula sobre ella ensuciándola con su semen. La historia expresa con claridad la repulsión que Atenea siente ante esa acción abominable. A partir de ese momento, la diosa que para los griegos personifica la inteligencia clara y despejada aborrecerá por siempre a la pasión sexual, identificándola como sinónimo de descontrol y responsable de violencias de toda índole.

   Desde la mitología, Atenea nos interpela a las dominatrices tanto como lo hace su adversaria Afrodita. Nuestro lado Afrodita se refleja en nuestra natural inclinación a gozar de los placeres del sexo y nos invoca a hacer uso de los poderes femeninos de la seducción, la belleza y los fetiches para conseguir todo lo que nos proponemos. Pero una vida sana y un sexo enriquecedor exigen que esa poderosa Afrodita que vive en nosotras se mantenga siempre en equilibrio con nuestro lado Atenea, la mujer inteligente y disciplinada, que no se deja arrebatar por las pasiones sin freno y que ha aprendido a mantener el control de los actos y el dominio de las situaciones.


Atenea pensativa, Museo de la Acrópolis


4 comentarios:

  1. Siempre interesante
    Atentos saludos
    Comm

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  2. Ay Señora, como se aprende siguiendola

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  3. Que grandioso y culto post Mistress! Un placer aprender en este maravilloso blog. besos.

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  4. Es un gran gusto poder compartir mis lecturas con lectores como Uds, tan atentos y agradables. Este blog continua, somos pocos, pero muy buenos!

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