Viva la Primavera! exclama mi marido esclavo adorador
mientras levanta levemente su mirada en forma de reverencia al segundo de enloquecer
su lengua sobre mi empeine enfundado en negro
nylon y mis pumps de charol también negros.
La Primavera es negra? No seas ridículo, le respondo
restituyendo su lamida de pies con la punta de mis uñas rojas en sus orejas.
Sí Señora! Usted es Perséfone en primavera, me retrucó
con su voz entrecortada besándome cada una de mis uñas espinas de mi mano derecha
para luego seguir dedicándose con pasión fanática en favor de mis zapatos
negros.
Me estás oliendo los tobillos como una chica adolescente,
lo azuzo tratándolo de sissy, y sé que lo impulso a adorarme más con ese recuerdo de mi fervorosa juventud lésbica. Es que así absorbo
toda la fragancia de una rosa floreciendo, me susurra con sonrisa socarrona.
Se incorpora, busca mi cabellera infinita azabache que
está rejuveneciendo todo mi pensar y mientras cierro los ojos lo siento frotándose
por mi pelo como león al sol pero en plena anoche de alcoba mazmorra.
Una primavera un tanto artificial la tuya, sumiso, le
reprocho suavemente mientras me veo como reina de un jardín apimpollado o de un
bosque frondoso.
Imagino un arcoiris en su falda, Madame, se mariconea él
– ella posándose sobre mi falda de cuero negro que se aprecia más negra aún
bajo la tonalidad rojiza de la luz tenue que irrumpe desde el diminuto velador
escondido entre las cortinas.
A estas
alturas, la habitación mazmorra ha recorrido todos los colores de las penumbras.
Vuelan mariposas de semen y gemidos. Toda la sesión fue pura espontaneidad,
diálogo metafórico - vehemente que despierta en plena noche a mi sol primaveral
que brilla en mi sexualidad apasionada.
En septiembre o en marzo, según en qué hemisferio
vivamos, la estación renueva la suprema definición de las artes amatorias que
es la verdad conmovedora de la sensualidad en arcoiris que comprime lo multicolor
de lo femenino con el paraíso negro de la Perséfone sádica.
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