Lo que muchos llaman amor, es elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, les he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.
Julio Cortázar – Rayuela
Me lo han dicho de diversas formas y con diversas
palabras: los hombres con tendencias sumisas en presencia de una Dómina en rol
(o sea en imagen y actitud), sienten una especie de terremoto mental. Un rayo
que les parte los huesos. La necesidad romántica de entregarse a nosotras los
obnubila. Sin más armamento que sus propios misiles de testosterona, sueñan,
fantasean y se pajean con Nosotras como objetivo. Aclaremos que a diferencia de
otro tipo de pajeros, ellos no agotan su búsqueda en el clásico coito: el suyo es
un deseo mucho más profundo de ser sometidos por la mujer de sus fantasías, un
deseo que los atraviesa, a veces a pesar de sí mismos y de sus propios
intereses.
Para una Dómina exhibicionista como Yo, ese deseo, ese
brillito de ojos, ese morderse del labio inferior al verme, esa
vulnerabilidad masculina imposible de
ocultar, conserva toda la inocente perversidad del sexo, en la relación pura
entre estímulo y respuesta. Estímulos de imagen, de tacto, de oídos atentos a
la orden suave o estricta, a los aromas que exhalo, en fin... la respuesta a
los sentidos, a lo sensual, la respuesta natural de un macho al estímulo de la
hembra, la respuesta que no se enturbia con dialécticas ni academicismos. No sólo les pasa a los varones: a muchas
mujeres y travestis también las atraemos por la misma razón…y como he gozado
gracias a ellas! No ocurre al revés porque la atracción sexual es una conexión
directa con el instinto, con la emoción, con resortes que conectan con lo más
profundo de la sexualidad humana y no puede ser diseñada desde un escritorio ni
postulada desde un código. El deseo Femdom es real, auténtico, puro y honesto
porque nace libre de toda clase de condicionamiento social. Y al ser así, es tan
injusto como delicioso. Una miel de injusticia.
Contrariamente a lo que a menudo se propone, la
dominación femenina no es una forma de sexualidad vanguardista, subida a la ola
del feminismo contemporáneo y los reclamos de visibilidades y derechos. Sus
fundamentos están en otra época. No es un impulso revolucionario sino
conservador. Oculta detrás de las jaulas y los látigos e invisible para el ojo
que sólo se encandila detrás de las botas de taco alto, se esconde una
permanente vuelta al pasado, la revalorización de la femineidad de la abeja
reina libre de toda la amargura con que el feminismo la ha contaminado y endulzada
en su núcleo genuino y eterno: la mujer atractiva despierta en personas de
naturaleza sumisa el deseo de adorarla y complacerla. Es un volver a las
fuentes, al manantial primordial en donde nos espera la bella Wanda, por
supuesto vestida fetichistamente.
Vivimos en una época en donde el pensamiento está
dominado por el principio ético de alcanzar la igualdad en todos los terrenos,
incluidos los sexuales. Enfrentada a esa vanguardia cultural que invade los
dormitorios, la dominación femenina nos interpela…alcanzaremos el éxtasis
orgásmico a medida que nos volvemos más iguales, los estímulos naturales son
cada vez más domesticados por convencionalismos sociales y nuestras relaciones
se vuelven cada vez más justas?
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