viernes, 26 de julio de 2019

Melenas femeninas. Debbie Harry, la rubia Blondie




   Sería incorrecto decir que Debbie Harry es solamente una musa para las chicas jóvenes de hoy que buscan en Internet cómo copiar sus famosos looks. Debbie es mucho más que eso.  Debbie Harry es una artista que hizo de su imagen una obra de arte. Blondie es una banda legendaria porque su música resultó innovadora a fines de los setenta pero también porque su cantante y frontwoman hizo de su estética personal una continuación de esa experimentación musical. Y su melena rubia fue un elemento fundamental en ese proceso creativo.

   Así como las canciones de Blondie iban del punk al disco y del rap al reggae, mezclando géneros en una combinación única, Debbie Harry hacía lo mismo con su vestuario. Una campera de cuero; un vestido con lentejuelas; un body de animal print, o un curioso conjunto de remera de Popeye con un sombrero de capitán de barco. La única constante en ella era la corta melena rubia que le dio nombre al grupo.




Me juntaba con chicas más grandes en la pileta municipal de Hawthorne, Nueva Jersey, donde me crié. Había una chica en particular cuyo pelo rubio me encantaba. Su mamá era esteticista, así que le pregunté cómo acelerar el proceso de aclarado. Me dijo que mezclara dos tercios de peróxido con un tercio de amoníaco y lo cepillara por todo el pelo para que reaccionara al sol y se aclarara. Funcionó. Me encantó ser rubia. Tenía una personalidad aventurera y me gustaba ser creativa y jugar con distintos roles. Para mí, era parte de desarrollar e interpretar un personaje.

   Para 1974, la rubia conoció a Chris Stein, el guitarrista y compositor que sería su pareja y socio artístico. Juntos decidieron formar una nueva banda y cuando tuvieron que elegir un nombre, el pelo de la cantante cumplió un papel crucial. La reprochable costumbre masculina de decirles cosas a las mujeres en la calle tuvo, por una vez, un resultado positivo, ya que al escuchar a cada rato que la llamaban blondie, Debbie pensó que era un muy buen nombre para su nuevo proyecto musical (que ademas los ponía al lado de los Beatles en los índices de las disquerías). Blondie empezó a tocar en los lugares claves de la escena musical de Manhattan de mediados de los '70, como el CBGB y el Max's Kansas City.





Cuando Blondie explotó en la escena, a mitad de los 70, no podíamos ni imaginarnos que los diseñadores de moda podrían interesarse en nosotros. No teníamos acceso a ese mundo. La mayoría de nuestras elecciones de moda (medias de red rasgadas y cosas unidas con alfileres de gancho) eran económicas, lo único que podíamos pagar. Blondie llegó en la encrucijada entre el glam rock y el período de deconstrucción del punk y la new wave. En la moda, en la música, en el arte, todo se había roto y desgarrado. También estábamos muy influenciados por el cine de deconstrucción de Warhol. Además, Vivienne Westwood y Malcolm McLaren le dieron mucho poder a la escena artística. Una vez, Malcolm nos vino a visitar en una casa rodante llena de cajas de ropa de goma y nos volvimos completamente locos. Esa fabulosa ropa, básicamente fetichista…

   Al mismo tiempo y del otro lado del Atlántico, las chicas punk de Londres adoptaban un estilo de look prostibulario que era una mezcla de las putas callejeras del Soho con las cabareteras alemanas de la década del treinta. Medias de red rotas y portaligas se combinaban con shorts de vinilo o spandex, chalecos de cuero negro y maquillajes sobrecargados. Pero esta chica de New Jersey era distinta. Para empezar, no renunciaba a la alegría y hasta se atrevía con canciones y letras que hablaban de amor. Su melena rubia platinada y sus actitudes sexies y juguetonas arriba del escenario contrastaba con tanta negritud de alma, con la amargura existencial del no future. Si la imagen de Debbie Harry genera la sensación que Blondie es el menos punk de todos los grupos de la época, es porque ella parecía de avanzada. En pleno apogeo del punk, ella ya parecía estar de vuelta de la punkitud.  

   Blondie contaría con más presupuesto una vez que su tercer disco, Parallel Lines, los llevó a la fama internacional con hits como Heart of Glass y One Way or Another. Pero antes de la llegada del éxito, Debbie tuvo que contar con su ingenio y habilidades aprendidas en el salón de belleza en el que había trabajado. Con esa mezcla de aprendizaje e innovación que Debbie aplicaba sobre sí misma, cada actuación de Blondie se transformó en una pasarela donde la sexy sirena rubia deslumbraba a sus seguidores con sus atrevidos looks. Si hablamos de botas, un fetiche que en mi blog está siempre presente, a nadie se le escapa que Debbie Harry es una de las grandes boteras de los años setenta. 











En esa época siempre me hacía mi propio maquillaje y peinado. No teníamos suficiente dinero para que lo hiciera alguien más. A veces no tenía tiempo de teñirme, así que las raíces quedaban como eran. Y la parte castaña que quedaba en la nuca era porque no podía ver ahí atrás para hacerlo. Usaba camisas de esmoquin masculinas o ropa interior para afuera. A veces me ponía un vestido de novia y lo iba rasgando a medida que lo usaba.  Yo solo usaba lo que tenía.







   La cúspide de la fama llegó para Debbie cuando Andy Warhol decidió retratarla. Fue entonces cuando terminó por convertirse en un verdadero ícono de la cultura rock y pop. Su rostro iluminaba cuadros, remeras y posters por doquier. El famoso retrato de la cantante de Blondie se vendió en una subasta de Sotheby's en 2011 por 5,9 millones de dólares.











  La directora de Arte Contemporáneo de la Sotheby's, Cheyenne Westphal expresó: Debbie Harry es la culminación definitiva de la exploración de Warhol de nuestra fascinación con los íconos culturales femeninos. Debbie Harry verdaderamente alcanzó el estatus de símbolo de la cultura popular y este retrato reafirma su lugar en la cúspide de la celebridad.

    Debbie también llevó su famosa imagen a la pantalla grande probando suerte como actriz pese a que Blondie se disolvió en 1982. Musicalmente, ella se dedicó a su carrera solista y probó cambiar el aspecto de su melena. Pero el público nunca dejó de asociarla con ese nombre que le gritaban de chica por la calle. Así fue que con el tiempo, Debbie volvió al rubio platinado y por supuesto, a su debido momento, Blondie volvió a juntarse

   Desde entonces hasta hoy, nuevas generaciones de chicas han ido descubriendo como una fuente de inspiración y  glamour a esta legendaria rubia de los setenta que hizo de su look una obra de arte. Es una razón más que suficiente para que este blog incluya a Debbie Harry en la gran historia del fetiche de las Melenas Femeninas.

Extraido de:


María Fernanda Mugica

Punk. La muerte joven. Juan Carlos Kreimer, Editorial Planeta

domingo, 21 de julio de 2019

Hayden Williams. Disney glam


   Cuando era niño, Hayden Williams pasaba horas dibujando a las princesas de Disney, creando para sí mismo un mundo de fantasía y femineidad. Con los años, desarrolló una técnica de dibujo que combina a la perfección la belleza más fetichista con las expresiones más dulces y amuñecadas. La primera entrada de Hayden en mi blog estuvo dedicada a sus trabajos sobre las divas clásicas de Hollywood y las pop stars de la modernidad. En esta segunda entrada, Hayden retrata a sus primeros amores, las princesas Disney. Aquí están, nacidas de su lápiz, como princesas sissies, Ariel, Aurora, Bella, Cenicienta, Jazmín, Mulan, Pocahontas, Blancanieves y Tiana. Todas en tacones altos, luciendo sus carteras y sus peinados a puro glam.






















































domingo, 14 de julio de 2019

Herencias patriarcales que afectan al BDSM







   La fecha y el lugar exacto ya no importan y han quedado muy pocos recuerdos de esa noche en mi memoria. Sé que éramos un grupo de cultores del BDSM que nos habíamos conocido en La Casona del Sado de la calle Yatay, en Buenos Aires. En esa noche a la que me refiero, estábamos de sobremesa y conversábamos sobre diversos temas. En un momento dado, la dinámica de la charla derivó hacia las cuestiones de género vinculadas con la dominación y la sumisión y en particular, hacia el marcado contraste que notábamos entre las ambiciones de las sumisas y las de los sumisos. Fue entonces cuando uno de los participantes, un hombre dominante para mayor precisión, tiró la frase matadora. Lo que pasa acá en el BDSM es que mientras los sumisos quieren divertirse y vivir una fiesta, las sumisas quieren que les pongamos un collar.

   Cualquiera que haya ingresado en un sitio web dedicado al BDSM y participado en sus debates o haya asistido a reuniones o fiestas, habrá podido observar que en general existe un modo de ser sumiso muy distinto para el hombre y para la mujer.

   Mientras los varones sumisos suelen buscar ansiosamente a una mujer casi siempre hermosa y fetichizada para vivir experiencias sensuales, las sumisas suelen hacer hincapié en la propia dignidad de su condición y en su derecho a ser protegidas y cuidadas. Cuando les llega la hora de ser sometidas a situaciones de dolor o humillación, lo hacen equivaler a una pérdida de la virginidad, a un desfloramiento, a la demostración en carne viva de su capacidad de sacrificarse por amor.

   Debido a costumbres ancestrales arraigadas culturalmente en el inconsciente colectivo, los comportamientos sumisos en la mujer BDSM se asimilan y se integran a los comportamientos sumisos femeninos que vienen desde el fondo de la historia. La sumisa juega en su tablero a un milenario juego femenino; se trata de hacer valer al máximo su entrega sexual. A través de esa entrega, la sumisa se hace merecedora del collar de su amo y comienza un camino de reconocimiento y aceptación desde su condición de Soy la sumisa de… en una comunidad BDSM que replica los viejos valores y méritos masculinos. El cuidado del dominante varón sobre su sumisa es visto como una lógica contraprestación por parte de él frente al enorme valor de lo que ella le entrega.

   Mi conclusión, después de años de leerlas y escucharlas, es que debajo de la actitud y de los deseos de las sumisas, late el viejo molde histórico y social del patriarcado, aunque se lo disimule bajo los fetiches kinky y las prácticas sadomasoquistas.

   En cualquier sociedad patriarcal, el hombre se hace merecedor del rótulo de Hombre cuando demuestra que puede mantener a una mujer desde lo económico y desde lo afectivo. En la sociedad BDSM, el amo es el responsable de la correcta ejecución de las técnicas y siempre debe estar listo para dar una respuesta ante las necesidades emocionales de la sumisa.

   Acaso alguien puede negar que estamos hablando de lo mismo?

   Creo que detrás de esta modalidad de la sumisa BDSM, se esconde la verdadera causa del porqué a las Amas bisexuales se nos hace tan difícil poder concretar una fiesta lésbica Ama - sumisa que escape al cliché de me gustaría estar con vos pero quiero que él también participe o la más versera, que suelo escuchar muy a menudo, lo que me interesa es un trío con una mujer dominante para ampliar nuestros horizontes. 

   Lo que ocurre detrás del desencuentro entre nosotras es muy simple. Nosotras las Amas queremos gozar de nuestra dominación sádica y femenina. Nosotras no somos patriarcales. La mayoría de las sumisas sí lo son.





lunes, 8 de julio de 2019

Dana Labo



  Detesto Facebook por la facilidad con que inhabilita mis cuentas por sus absurdas reglas pero reconozco que recorriendo sus pasillos a veces se encuentran joyas fetichistas. La página Boots for passion es una de mis favoritas. Ahí descubrí a Dana Labo. Al principio, no me gustó demasiado; ella no es del estilo imponente - altanera - dominante  que es el que más excita en una diva fetish. Pero observando mejor sus fotos, se nota que ella (o quien la fotografía) ha sabido transmitir el espíritu de una girl next door pero en versión sado. Dana parece ser una chica feliz, alegre, que lleva botas fetichistas con espíritu juguetón y te hace fantasear con que es posible encontrártela así en el supermercado, en la calle o en un shopping. Dana Labo posa con mucha naturalidad, sin actitudes de femme fatale, divirtiéndose con lo que hace. 

   Y sus botas son verdaderamente sublimes.




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