sábado, 30 de octubre de 2021

El amor del marido cornudo (parte II)

 




   En La Venus de las Pieles, la obra cumbre de la literatura Femdom, Leopold Sacher-Masoch pone en palabras de su protagonista Severin la idea de que poseer conjuntamente a una mujer con otros hombres es una aberración. Somos celosos como nuestro Dios, le dice Severin a Wanda, reforzando el carácter religioso del sentimiento posesivo monogámico. El nombre de la admirable Friné, la célebre cortesana griega, se ha convertido para nosotros en una injuria. Los hombres buscan para el amor a una pobre y pálida jovencita que sólo sea para ellos y no una Venus antigua, por muy hermosa que pueda ser.

   Severin termina la frase con una advertencia, que más que una advertencia parece una invitación a abandonar la moral cristiana y seguir por el camino del placer a una pagana y promiscua deidad femenina: Si la naturaleza triunfa en nosotros, si nos entregamos en un acceso de pasión a semejante mujer, su alegría de vivir nos parece satanismo, crueldad, y vemos en nuestra delicia un pecado que debemos expiar.

   Entre todas las prácticas de la dominación femenina, el adulterio femenino (técnicamente denominado cuckolding) no es una práctica más, como podría ser una azotaina o una adoración de botas. Es la perversión por excelencia porque en su raíz, en su esencia, late un tabú. El más básico de los instintos masculinos es mantener a su compañera lejos de las acechanzas sexuales de otros hombres. Cualquier biólogo evolucionista lo confirma: el macho de la especie mantiene a la hembra lejos de sus competidores porque así se asegura que las crías que protege provienen de sus propios genes. En el caso del macho humano, el celo suele ser posesivo cuanto más joven (y por lo tanto más fértil) es la hembra. Una postura de cuernos a esa edad puede redundar en la peor catástrofe posible para cualquier hombre. Un reflejo de ese tabú milenario y darwinista es la frase trillada pero aún efectiva que afirma que las mujeres con fama de ligeras siempre son deseadas para el sexo pero no para formar pareja. Las mamás siempre recomendaban No seas loca. Nada de sexo en la primera cita. Si nos hacíamos fama de fáciles, adiós matrimonio.

   No dudo que mucha gente continúa pensando así pero también existen muchos hombres que desafían la ancestral lógica de esos consejos, desean ardientemente casarse con mujeres sensuales y fantasean que les sean infieles. Su naturaleza no sigue los dictados de Darwin, sigue los de Wanda y Severin. Si la naturaleza triunfa en nosotros, si nos entregamos en un acceso de pasión a semejante mujer, su alegría de vivir nos parece satanismo, crueldad, y vemos en nuestra delicia un pecado que debemos expiar. Puede que después les vaya mal, se arrepientan y sientan que deben expiar el pecado pero eso es otro cantar. La frase de Sacher-Masoch es reveladora: el adulterio de ella es visualizado como una forma de alegría de vivir.

   El clímax del éxtasis para esta clase de hombre es lograr ver a su esposa gozar hasta el orgasmo con un macho más atractivo y mejor dotado que él. Algunos llevan el morbo hasta el detalle: se excitan imaginando que al lamer la vagina o el culo de su esposa, la preparan para el sexo mientras palpitan como ella calienta al stud con su talento de felatriz. Una típica interpretación freudiana dice que los hombres con estas fantasías de cornudos están expresando una faceta de homosexualidad reprimida frente a los amantes de su esposa o que son proxenetas potenciales que viéndola revolcarse con otros, se sienten en la posición de poder del chulo frente a la prostituta. Lejos de estas interpretaciones y buscando el placer primario del espectáculo, la legión de voyeuristas busca regodearse con el porno en vivo pero protagonizado por sus esposas. Nunca faltan las sissies que fantasean con mirar la acción feminizados por sus corneadoras; un caso especial son las que participan como las fluffers de las películas porno que hacen mamadas a los actores fuera de cámara para que lleguen bien armados a la acción. 

   Puede que en algunos casos se cumplan estas premisas, combinadas entre sí o con infinidad de otras, dada la riqueza de la sexualidad humana pero en todos se cumple que la fantasía pasa por tener de esposa a un putón sexy que se enganche en todas las fiestas.

   A mí me interesan en especial aquellos casos en los que la fantasía masculina del cornudo está relacionada con un tipo muy especial de sumisión. Un hombre con tendencias sumisas va a buscar siempre que su esposa sea su reina y sólo gozará con ella si logra que en el sexo se manifieste la asimetría del poder. Qué mejor que una forma de sexo en donde ella disponga de todas las libertades y él ninguna? Qué mejor que una forma de sexo en donde el poder de ella y el sometimiento de él sean explícitos para ambos y para quienes los observan? Sumisos tímidos, acostumbrados desde chicos a conformarse con ser mirones y a no llamar la atención de las chicas, suelen desarrollar de adultos un lado oculto exhibicionista y fantasean con casarse con mujeres del tipo escandaloso, que gusten de vestirse sexy, los sometan en la cama y sean promiscuas en el sexo. Siempre catalogados de enfermos o pervertidos, sospecho que esta clase de hombres son muchos más que los que la gente común piensa.

   Este conjunto de fetiches y fantasías relacionados con el adulterio femenino suele parecernos extraño a las mujeres que fuimos criadas en una cultura moralista en donde parecía que celarnos era una forma de querernos pero tiene su lógica para el mundo masculino si somos capaces de ver más allá del tabú darwiniano. Porque entre ellos, se sabe que cualquiera es capaz de satisfacer a una mosquita muerta pero muy pocos demuestran ser capaces de conquistar el amor de una Venus y ponerle el anillo. Ese es su mayor orgullo.






lunes, 18 de octubre de 2021

Videoteca. Ladies in boots. Los 70'S.

 
   Esta entrada es el tercer top ten de videos en donde expongo mi atrevida pretensión de recorrer la historia del fetiche de la bota femenina a través de escenas de cine y TV desde su nacimiento hasta los tiempos actuales. Las dos entradas anteriores remitían a escenas de la década del 60. Aquí, los links.



   En la historia de la moda botera, los primeros años setenta representaron una continuidad de la década anterior. No hay grandes diferencias entre las botas que se veían en 1973 y las de 1968. Por eso, esta selección abarca videos de actrices y cantantes entre 1977 y 1980, cuando comenzaron a verse botas un tanto diferentes, con los tacones levemente más altos. 

   Es un gusto muy especial para mí y para mi sumiso marido, el continuar promoviendo videos que exponen la historia de nuestros fetiches favoritos y de como fueron cambiando y evolucionando desde la mirada del los medios y con el protagonismo de las grandes divas de nuestra cultura occidental. Espero que disfruten mirándolos tanto como nosotros disfrutamos preparándolos.


Raffaella Carrá




Caroline Munro





   Los primeros cinco videos (del puesto diez al seis) corresponden a escenas del cine y la TV. Las protagonistas son Mónica Vitti, Ornella Muti, Jaclyn Smith, Caroline Munro y Raquel Welch

   Del puesto cinco al primero, las elegidas son cantantes pop y rock: Ellas son Raffaella Carrá, Amanda Lear, Cherie Currie, Agneta Falskog junto a Frida Lingstadt y Debbie Harry. 

   

Ladies in boots. Los 70's.



Puesto 10.  Mónica Vitti. 

Para aquellos que creen que la moda de las prostitutas en botas nace de Julia Roberts en Pretty Woman, aquí está Mónica Vitti revoleando la cartera y esperando clientes con las botas bien arriba de la rodilla en Letti Selvaggi de 1979. 





Puesto 9.  Ornella Muti. 

La belleza eterna de Ornella Muti en botas rojas por encima de un ajustado jean rosado. A no perderse los últimos segundos, donde exige ayuda para quitarse las botas. El film es Primo Amore de 1978. 





Puesto 8.  Jaclyn Smith. 

Botas negras y botas rojas... este es el primer momento de esta selección dedicado a las botas plateadas. Combinadas con un minivestido al tono, Jaclyn Smith las calza contoneando la cintura y deja todo temblando a su paso. Es la temporada 2 de Charlie`s Angels en 1977. 






Puesto 7.  Caroline Munro. 

Caroline Munro es la heroína buena que viste bikini con botas negras. Nadia Cassini es la jefa de las malas y ambas se enfrentan en Starcrash, esta obra de arte del absurdo y el ridículo de la ciencia ficción de los años setenta. Vale para reírse un rato y disfrutar de los fetiches de las chicas aeroespaciales en estos dos videos








Puesto 6.  Raquel Welch. 

Mork & Mindy fue una sitcom norteamericana que se emitió entre 1978 y 1982. Robin Williams era Mork, un extraterrestre simpático y algo torpe que tenía una amiga terrícola Mindy, interpretada por Pat Dawmbe. En este episodio de la segunda temporada (1979), ambos reciben la visita de tres sexies alienígenas; la capitana Nirvana y sus dos seguidoras Kama y Sutra. No sé si en los cuarenta años de televisión que nos separan de aquella comedia se habrá visto algo semejante en la TV en horario para menores como estas superaltas botas plateadas dibujando el físico imponente de Raquel Welch. Juzguen ustedes. 





Puesto 5.  Raffaella Carrá. 

Este es el primero de los cinco videos de cantantes en vivo que siguen en esta lista y me provoca el dejar caer una lágrima de melancolía. Es la recientemente desaparecida e inolvidable Raffaella Carrá bailando y cantando en botas negras. La canción es Sono nera, del programa televisivo Ma che será de 1978. Los mejores momentos para apreciar las botas de la rubia sobre sus leggings negras son 2:05 a 3:10 min. 





Puesto 4.  Amanda Lear. 

Otra rubia pop en botas, esta vez grabada en una discoteca alemana en 1977. La cámara se regodea con las deliciosas expresiones maricas de Amanda Lear  y su voz susurrante pero lamentablemente no le presta tanta atención a sus botas altas de cuero negro adornadas con cadenitas. Los mejores momentos boteros de Queen of Chinatown son 2:05 a 2:25 y 2:55 a 3:05 min.





Puesto 3.  Cherie Currie. 

All right guys. Rock and roll, punk y botas negras. Cherie Currie y  las Runaways rockean en esta actuación en su gira japonesa de 1977. Los primeros veinte segundos son especialmente deliciosos para verla a Cherie (imponente como frontwoman en su catsuit plateado) y a sus compañeras en botas de taco. 





Puesto 2.  Agneta Falskog y Frida Lingstadt. 

Una imagen clásica de Abba es la de dos bellas chicas en botas blancas con flecos; quizás son la más recurrente imagen si hablamos de botas en los años setenta. Por eso quise poner algo diferente para esta selección. La canción If it wasn`t for the night del album Voulez Vous de 1978 no es uno de sus grandes clásicos y las botas doradas que usan Agneta y Frida tampoco son las que solían calzar en sus shows. Ni siquiera tienen la misma altura de caña, observen que las de Agneta son sensiblemente más bajas. La cámara las toma de frente y se aleja y se acerca continuamente, lo que nos permite disfrutar de primeros planos de las piernas, las botas doradas, los pasos de baile y toda la belleza y seducción de las dos divas escandinavas.





Puesto 1.  Debbie Harry. 

Los legendarios shows de Blondie en el nacimiento de la era del punk catapultaron a la fama a su fotogénica y talentosa cantante Debbie Harry como un ícono fetichista de todos los tiempos. Esta es una actuación para la televisión en 1978, donde la banda promocionaba su album Parallel Lines tocando (o haciendo playback) el hit One day or another. Después del arranque del riff de guitarra, aparece Debbie muy sexy en chaleco de cuero y minishort; lástima que las botas no se luzcan tanto en cámara. Los mejores momentos son entre los 0:20 y los 0:48 min, entre los 1:15 y los 1:28. Posteriormente al solo de guitarra, la cámara la enfoca desde otros ángulos y las botas se ven mejor. 






Te gustaron mis heroínas boteras de los setentas? Espero tus comentarios. Gracias por seguirme y por mirar mis videos.




Raquel Welch en Mork y Mindy

viernes, 8 de octubre de 2021

Servidumbre sumisa

 




   Teresa Calandra, una ex topmodel argentina devenida en conductora televisiva, presentaba su programa de modas semanal con la frase En el mundo de una mujer todo puede ser perfecto. Para Nosotras lo Mejor. En la misma sintonía, yo afirmo que la dominación femenina nos propone a las mujeres el desafío de aprender a vivir en un mundo femenino de alta calidad. El reto de ser Dómina implica entender que es ese el mundo que como mujeres nos merecemos y jamás resignarnos a otro, de segunda mano. Afortunadamente para Nosotras, ellos están muy dispuestos a servirnos para que accedamos a ese mundo. Ellos son los sumisos de servicio.

   Trabajar en el servicio es una aristocrática expresión británica del siglo diecinueve y principios del siglo veinte para definir a las mucamas y lacayos dirigidos por la sabia mano de un mayordomo, que trabajaban duramente para que los señores y señoras de la alta sociedad vivieran como creían merecer vivir. En aquella Inglaterra estratificada y protocolar, el sentimiento de merecer una situación de privilegio era naturalizado por la clase superior pero también por muchos de los de abajo. Trabajar en el servicio en una familia aristocrática era un alto honor al que muchos aspiraban y muy pocos eran dignos de acceder. La desigualdad garantizaba la armonía; servir y ser servido era lo que correspondía de acuerdo al rango. No en vano, casi todo lo que hoy conocemos como BDSM protocolar tiene sus raíces en aquella antigua sociedad británica.

   En el siempre interesante blog de Ama Scheherezade Dom (https://scheherezadedom.com/2021/02/02/la-servidumbre/), se da al detalle una descripción muy interesante de lo que es un sumiso de servicio. Scheherezade recalca que en este tipo particular de sumiso, lo corporal - sexual pasa a un segundo plano y lo esencial en la relación pasa por las tareas a desempeñar.

Este sumiso suele presentar el deseo de sentirse al servicio de una Dómina en diferentes aspectos. En principio podemos encontrar en ellos la particularidad de que se sienten dispuestos al servicio del hogar. Dentro del grupo de los que les gusta o les interesa la feminización encontramos a las Sissy-Maids. Con o sin feminización, tienen una característica más de persona de confianza que se ocupa de las tareas o de la servidumbre facilitando y mejorando la vida de la Dómina, haciéndola más cómoda. Su deseo de complacerla en su vida cotidiana es de tal índole que con frecuencia rehuyen o relegan a un segundo plano su propio deseo físico sexual porque su satisfacción completa se encuentra en el propio servicio. La satisfacción del sumiso de servicio queda depositada en la utilidad que le da la Dómina, mientras más útil es para Ella, más recompensado se siente, incluso en su sexualidad.

   Al comentar la columna de Scheherezade Dom, un sumiso lo expresó con un sentimiento muy romántico. Servir. Qué verbo tan bonito…. los que tenemos sentimientos de sumisión enlazamos el verbo servir con amar, de una forma tan natural y sincera que no podemos disociar lo uno de lo otro.

   Un detalle que quiero aclarar especialmente es que las tareas de servicio no son un castigo aplicado. No hay en el sumiso de servicio esa búsqueda histérica de llamar la atención a través de la falta para ser castigados. Ellos se entregan y sirven por sí mismos, por su propio placer, gozosos y felices, para dar lo máximo que pueden dar a su dama fetiche, disfrutando de su condición de sometimiento y servidumbre. La suya es la misión del hombre que termina su día satisfecho por haber cumplido la faena bien terminada. El galán que se sacrifica al servicio de su heroína. El caballero que sabe que una dama complacida es una dama feliz. Y esa felicidad femenina es como un sol que calienta y lo hace sentir también feliz.

   Algunos gozan sirviendo, otras gozamos siendo servidas...qué mejor forma de vida puede existir! Esta es otra sentencia que siempre recuerdo. Es que la impronta del calabozo Femdom es una prisión liberadora que convierte a esos hombres, en apariencia comunes pero de gustos muy especiales, en fieles guardianes que viven al servicio de las Señoras. Ellos son los primeros en creer que las mujeres nos merecemos lo mejor y que en nuestro mundo todo puede ser perfecto.





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