domingo, 28 de abril de 2019

Rita Hayworth y Gilda. El poder erótico de la Femme Fatale






   La periodista María Negroni publicó hace unos años en el diario La Nación una columna estupenda sobre uno de los  más grandes mitos eróticos del cine. Gilda fue la película que inmortalizó para todos los tiempos a la femme fatale por excelencia. Se trata de un film, de una escena y de una mujer que transformaron para siempre a una prenda de vestir, el guante negro largo operaglove, en un fetiche sexual. 


Tensiones eróticas en una Buenos Aires noir


   La violencia y la sexualidad de la película de Charles Vidor, protagonizada por Rita Hayworth y Glenn Ford, lograron sortear milagrosamente la censura del Código Hayes. En este breve ensayo, se explora la audacia de ese duelo de frases hoscas que transcurre, sólo nominalmente, en la capital argentina.

   Just like home (Igual que en casa), dice Johnny (Glenn Ford) al comienzo de la película Gilda (1946), cuando le advierten que el juego es ilegal en la Argentina. La cámara lo muestra a ras del piso, detrás de unos dados que ruedan por la vereda de una recova porteña. Es un hombre joven, sexy, de mirada pícara, que compite con un puñado de crápulas y marineros. Cuando se alza con el botín que ha ganado trampeando y uno de los jugadores le apunta con un arma para quitárselo, surge de entre las sombras un hombre, de riguroso frac y guantes blancos, que lo rescata activando un bastón que se vuelve un florete asesino.

   A este preludio, lo sigue un flirteo homosexual apenas encubierto. Balin (el dandi) invita a Johnny a su casino, le advierte que no podrá entrar sin corbata y deja bien claro que tiene una deuda con su mejor amigo: el bastón letal. Cuando a la noche siguiente Johnny, más elegante, vuelve a forrarse en dinero haciendo trampa, Balin lo sorprende de nuevo, esta vez no para salvarle la vida sino para informarle, cuando sus matones se lo ponen delante, que con él no se juega. Tengo que decir que Johnny vuelve a seducirlo y que Balin lo contrata como su hombre de confianza? Ahora los amigos son tres: Balin, el bastón mortífero y Johnny, con su energía de animal joven: bienvenidos al primer triángulo amoroso del film. Balin celebra la ocasión brindando y se permite agregar una advertencia: Women and gambling don't mix (Nada de mezclar mujeres y juego). La pulseada se quiere varonil: sólo hay lugar para ellos dos y el bastón artero. Será cuestión de emociones duras, de enfrentar batallas pulcramente ariscas: la codicia, la traición, la competencia, el poder.

   Lástima que el pacto no dure. A este triángulo, se superpone enseguida otro, si cabe, más complejo.





   Como si hubiera olvidado de pronto su propio lema, Balin se va de viaje y vuelve casado con Gilda, ignorando que su mujer y Johnny se conocen. Más aún: que han conocido íntimamente una pasión tan despierta que todavía los encandila y no los deja, siquiera, fingir con eficacia. De qué podrá servirle ahora ser el Amo que, parapetado en su atalaya (como el dueño de Metrópolis), controla los movimientos del antro que dirige? Qué ventana indiscreta podría mostrarle lo que no quiere ver? De qué podría protegerlo su bastón que se ha vuelto, de pronto, impotente? Desconcertada ante lo inasible, la autoridad que confieren el dinero y el poder se desmorona: en su tugurio lujoso, Balin no es más que una sombra frente a dos niños heridos por el tifón del deseo.

   I'm crazy about her (Estoy loco por ella), dice mientras le ordena a Johnny que la siga, la cuide, la controle, sin darse cuenta (sin querer darse cuenta) de que está jugando con fuego porque Johnny también está loco por ella, aunque lo niegue, a los demás y a sí mismo. Y se comprende. Nunca Rita Hayworth fue tan despampanante. Peinándose la cabellera de leona, en déshabillé o vestida de noche, con su disfraz de carnaval, con traje sastre y sombrero, poniéndose las medias de seda, bailando, fumando entre croupiers, o tirada en la cama a contraluz, resulta irresistible.




    Si el primer triángulo amoroso era curioso, éste es explosivo. Todo cae bajo el efecto de esa emoción confusa (y excitante) que, al decir de Balin, es el odio. Todo incita a esa cacería destructiva que se instaura entre Gilda y Johnny sin que ellos sepan, sin embargo, qué quieren destruir ni a quién pretenden engañar cuando se lanzan sus sarcasmos como dardos. Nunca un film noir fue tan audaz, nunca fue tan lejos en su duelo de frases hoscas. Las réplicas se siguen unas a otras, cortantes, malignas, como si fueran latigazos.
  
   Podría escribirse una compleja partitura con las insinuaciones y proposiciones adúlteras de Gilda, que Johnny ataja, cada vez menos atento a las sospechas de Balin. O confeccionarse un catálogo de comentarios misóginos. En eso Balin y Johnny también compiten. Obsesionados como están por Gilda, que se les escabulle a los dos, hacen gala de un rencor descomunal. Dice Balin: Las mujeres son criaturas graciosas; se interesan por cosas raras; no hizo falta mucho para comprarla. Y Johnny: Las estadísticas prueban que las mujeres sobran en el mundo, hay más, incluso, que mosquitos.

   Son frases hirientes, pensadas para infectar la cicatriz, para inducir un placer aún más tenso. Tampoco hay otro modo de explicar esos diálogos eróticos que intercambian Johnny y Gilda:

- Me odias?
- No te imaginas cuánto.
- Yo también te odio, te odio tanto que creo que voy a morir de eso, sería capaz de destruirme con tal de hundirte conmigo.

   En los juegos, se sabe, se pierde y se gana. Pero en el juego amoroso, las reglas son otras: los jugadores juegan consigo mismos, engañados por su razón, sin saber (o sabiendo sólo a ciegas) que el deseo es siempre de algo imposible. No hay ruletas en el casino de Gilda y Johnny: sólo una persecución bestial en una noche asfixiante. Tan asfixiante que el film necesita complicar la trama, abrir otro frente para que entre el aire. Y he aquí que Balin aparece de pronto (al menos para nosotros) mezclado en negocios turbios con empresarios nazis, y como los aliados acaban de ganar la guerra, la corrupción estalla y el casino muestra su verdadero rostro de aguantadero de soplones, sinvergüenzas y policías, a punto tal que Johnny vuelve a preguntarse si no será que, también en Buenos Aires, Brooklyn se encuentra del otro lado del río.

   Lo que sigue es diabólico y un poco forzado. Balin fragua un suicidio y deja un testamento en favor de Johnny. Éste se hace cargo de los asuntos de Balin, incluida Gilda, y se casa con ella de luto riguroso, sólo para encerrarla en una jaula de oro, como a un canario que se detesta. Y qué hace Gilda? Redobla, por supuesto, la apuesta: aparece, en una escena insensata, en el cabaret del casino, con un vestido negro, escotadísimo y ceñido, y hace, para que todos sepan que Johnny se casó con una…., el famoso striptease de los guantes negros, a medida que canta y baila, mostrando sus axilas rubias.











   Pocos films noir han sido tan gráficos. Pocos han exudado el descaro de una sexualidad dispuesta a desnudarse así, sin vueltas. Hagan juego, señores, por esta vampiresa, por su escote indeleble, su hebilla de strass. Hagan juego mientras circulan, como marionetas, entre el alcohol y el humo de los cigarrillos. Uno se pregunta cómo pudo pasar la censura del Código Hayes, cómo logró registrar tal violencia explícita (es famosa la bofetada de Johnny a Gilda) o escribir en imágenes la sumisión sexual con sus llantos, sus humillaciones y sus ruegos de rodillas.

   Charles Vidor (Budapest, 1900 - Viena, 1959) es otro de los directores provenientes de Europa del Este que trabajó en Hollywood a partir de los años treinta. Su nombre no suele asociarse al cine negro pero Gilda, con impecable fotografía del polaco Rudolph Maté, alcanza y sobra para otorgarle un lugar de privilegio dentro del género. Como dato curioso, cabe al diseñador francés Jean Louis la autoría del vestido que Rita Hayworth usó para el striptease. El modelo, pensado para ilustrar que una sexualidad extrema en la mujer es receta infalible de catástrofes, fue valuado en su época en el precio exorbitante de cincuenta mil dólares.

María Negroni










Fuente
http://www.lanacion.com.ar/1612773-tensiones-eroticas-en-una-buenos-aires-noir



viernes, 19 de abril de 2019

Videoteca. Ladies in boots. Siglo XXI on stage II


   Este es el segundo top ten de videos sobre el fetiche de la bota femenina thighhigh que refleja lo que pasa en escenarios y pasarelas, en este caso del 2016 al 2018. Corresponde a la segunda parte de éste otro, posteado el año pasado. Mi propósito es seguir mostrando como se ven en el siglo XXI las botas fetichistas llevadas por cantantes y modelos que nos excitan y nos hacen soñar.   


Adriana Lima by Victoria's Secrets 2016 


   Esta segunda selección de videos de nuestras diosas contemporáneas en botas es mucho más caliente y latina que la primera. Hay mucho rap y hiphop. No hay un orden determinado, cualquiera de las diez pudo ser la primera o la décima. Espero recibir pronto los comentarios de mis lectoras (y también lectores) de cual de todos los videos les resultó más excitante


Lady Gaga en los Grammy Awards 2017



Ladies in boots. Siglo XXI on stage II




Puesto 10. Becky G y Natti Natasha. Sin pijama (2018).

Natti Natasha, con larguísimas trencitas negras y acompañada por Becky G, bailan calzadas con botas blancas este reggaeton caliente como el mismo infierno que cuenta la historia de dos chicas que se van a la cama sin pijama y no van a dormir. 









Puesto 9. Shania Twain. Rock this country (Shania Now Tour 2018).

Cambiamos de ritmo y de generación. De las morochas latinas reggaetoneras, pasamos a una legendaria countrywoman norteamericana. Ella es una cincuentona que sigue al tope del rock and roll, siempre en minivestido, botas altas y guantes largos. Shania forever!








Puesto 8. Nicki Minaj. Chun Li & Rich sex (BET Awards, 2018).

Chun Li y Rich Sex son dos raps lanzados por Nicki Minaj como singles en 2018. Los presenta juntos en este minishow. Un escenario chino para esta reina del hiphop, que luce botas rojas que hacen juego con las negras de sus coristas. 









Puesto 7. Ariana Grande. Into you (Summertime Ball, 2016).

Ariana es la reina joven de las botas altas y la colita ponytail en el pelo. Es una de las chicas influencers más importantes en el mundo de las redes. Menuda y graciosa, con una consistencia sissy en cada uno de sus movimientos, Ariana lleva las botas bien arriba por donde va.  Into you es ya uno de sus clásicos del álbum Dangerous Woman del 2016.









Puesto 6. Jennifer Lopez. On the floor (Live at Las Vegas, 2018).

Un catsuit ajustadísimo que exhibe todas las curvas posibles, en especial las de su soñado culo latino. Una melena castaña larga y salvaje  y un par de sexies botas plateadas. Para Jennifer, los años parece que no pasan. Una inspiración para muchas de nosotras. 





Puesto 5. Adriana Lima, Elsa Hosk, Irina Shayk y otras. Victoria's Secret Runway, (París, 2016).

La música la pone el rapero The Weeknd con su hit Starboy. La sensualidad en botas (y zapatos) la aporta las pasadas de Adriana Lima,  Elsa Hosk e Irina Shayk entre otras bellezas en el desfile de Victoria's Secrets en el Grand Palais de París en el 2016. Adriana fue ángel de VS entre 2000 y 2018 y abre el desfile a los 0.20 min, supersexy en soutien rojo y botas negras. Más paraíso botero aparece a partir de los 2:15 min., la rubia Elsa Hosk e inmediatamente detrás de ella llegan Irina ShaykLeomie Anderson, la morena vestida de verde.  Aquí, las fotos de algunas de las angelitas montadas en botas altas. 







Puesto 4. Cardi BBodak Yellow (MOBO, 2017).

Con una letra provocadora y llena de insinuaciones sexuales, Bodak Yellow fue el gran éxito de Cardi B entre el 2017 y el 2018 y rompió la hegemonía masculina en todos los rankings del género rap - hiphop. Esta es una de sus presentaciones en vivo, toda de cuero y botas negras en los MOBO Awards del 2017, los festivales británicos dedicados a la música con raíces negras (Music Of Black Origin). 






Puesto 3. Lady Gaga. 59th Grammy Awards (Los Angeles,  2017).

Así llega una auténtica diva a una fiesta. Baja de su limousina con un look negro brillante, anteojos oscuros, un gran escote y botas de altisima plataforma. Así se presentó Lady Gaga a los Grammy Awards de 2017. Aquí, algunas de las fotos de esa fiesta. 





Puesto 2. Britney Spears. Megamix (Billboard Music Awards, 2016).

Hasta la fecha y a mi criterio, uno de los últimos grandes shows de Britney. En botas rojas, arranca con su clásico Work, bitch vestida un traje de domadora de circo que luego se quita a los 1:15 para quedar en lencería roja. Sus coristas en botas negras resaltan todo el ambiente fetichista que cierra con Toxic







Puesto 1. Annie Clark. Los Ageless (Ellen Degeneres Show, 2018).

El mes pasado, St Vincent fue una de las figuras de la edición argentina 2019 del festival Lollapalooza. Detrás del nombre St. Vincent, se esconde Annie Clark, una artista conceptual que mezcla el synth pop con looks fetichistas y performances artísticas. En esta presentación en el show de Ellen Degeneres, cuatro bailarinas en botas rojas con sus rostros ocultos, resaltan las botas negras de Annie, su pelo corto  y su minivestido con cinturón negro y pechos postizos. Si hay algo que destila la obra de esta nueva sacerdotisa del pop de vanguardia es atrevimiento, imaginación sexual, humor y factor sorpresa. 









Annie Clark en el Lollapalooza Argentina 2019




Las botas negras de Ariana Grande en el Summertime Ball 2016








viernes, 12 de abril de 2019

El sadismo del BDSM casual





   Soy una mujer dominante que eligió casarse con un hombre sumiso y formar una familia. El y yo formamos parte del club BDSM de los veinticuatro siete y el romanticismo sado Ama – esclavo es una forma de entender nuestra vida sexual. Pero esa convivencia romántica bajo la cual he elegido desarrollar gran parte de mi vida de dominante también me sirve como plataforma para vagabundear por otros rumbos. Me gusta aventurarme en el sexo por fuera de la relación de pareja que vivo con mi esposo esclavo. Me gustan las relaciones ocasionales por el mero placer de la aventura y la experimentación. Disfruto mucho del juego de la dominación con desconocidos y del desafío que implica el explorar hasta donde soy capaz de avanzar para ponerlos al servicio de mi placer.

   Me gusta considerarme una sadonauta. Con mi esclavo marido a mi servicio y atento a mis necesidades, me gusta viajar por el mundo del sexo sin un rumbo fijo, por el mero hecho de disfrutar la sensaciones del paisaje. Cuando empiezo una aventura, sólo me impulso a arrancar plantándome firme en la seguridad de mi relación matrimonial e intento despegar con rumbo desconocido, a ver que puedo encontrar en la próxima curva. Una salida nocturna, un viaje, una amiga lectora que me sugiere algo, el anzuelo prometedor de un piropo, un llamado inédito, una lectura en revistas fetish, un comentario en este espacio...el llamado puede llegar desde cualquier lado. Sólo se necesita sensibilidad y oídos atentos para captarlo.

   Ser una mujer dominante en un dominio nuevo y desconocido me pone a prueba en fortalezas y debilidades. Lejos de la comodidad y la seguridad de la cama hogareña, el nuevo territorio te exige ser al mismo tiempo hierro y carne, dureza y dulzura. No llego con hambre porque estoy bien saciada en casa pero sí con apetito. Apetito de placeres de loba, de vampiresa, relamiéndome ante la idea de saciarme sádicamente con el cuerpo y la mente de mi presa. Así es como me siento libre de toda atadura y mandato, Dómina por carácter y puta por plena convicción. Cada nuevo dominio es para mí como una virgen, que va a ser tocada por primera vez.

    La experiencia de la dominación sexual espontánea tiene el perfume de lo cinematográfico, con los recursos del shock, la sorpresa y la emoción. Lo inesperado (y también lo peligroso) te acecha y te mantiene en esa tensión sexual siempre al límite. Es una prueba para mi ego y para mis argucias seductoras de mujer dominante. A veces, el tesoro a conquistar bien lo vale, a veces confieso que no.

   Una experiencia de dominación casual es para mí un manantial de energía porque como sé que todo se va a deshacer una vez concretado mi goce, no tengo expectativas ni compromisos por fuera del placer del sexo. Es en esas experiencias en donde puedo encontrar al sadismo en estado puro, sin rastros de amor. Cuando hablo de sadismo no me refiero al dolor sino a esa búsqueda del goce hedonista, del placer por el placer mismo, ese tsunami de deseo que quebranta todas las reglas morales. Si hubiera sentimientos involucrados entre las partes, el manantial se contaminaría.

   A mí me resulta fascinante el poder dominar sexualmente a personas que un rato antes eran desconocidas y a las que probablemente nunca más vuelva a ver, sabiendo que quizás estoy marcando una huella en su vida sexual, como si yo fuera un hada que las tocó con su mágica varita para luego remontar vuelo.

   Si la razón de ser del BDSM es un exquisito goce erótico, muy superior a los placeres sexuales obtenidos mediante el sexo convencional, no deberiamos revalorizar al sado casual? Siempre y cuando, claro está, hayamos llegado al BDSM atraídos por el deseo y no porque necesitemos algún tipo de validación social comunitaria con la que cubrir otras carencias.

   La mujer dominante que escribe estas páginas es una sadonauta que se aburriría si estuviera anclada a un único dominio y que por esa razón, prefiere hacer dominio al andar y disfrutar del sadismo del BDSM casual. Y por ahí voy, a ver con qué me encuentro.






viernes, 5 de abril de 2019

Bettie Page by Bunny Yeager. Jungle Bettie



Bunny, Bettie y los cheetahs Mojah y Mbili

   Africa USA fue un proyectado zoológico de animales sueltos inaugurado en 1953 en Boca Raton, Florida. Era una mini sabana africana que incluía arroyos, lagos y hasta una catarata. Los animales típicos de Africa se paseaban libres por las afueras de Miami. Debido a algunos conflictos entre los dueños y el estado de Florida por el uso de la tierra, Africa USA cerró pocos años después en 1961. Pero a poco de ser inaugurado, el zoo recibió la visita de una hermosa hembra salvaje diferente a todas las demás. Bettie Page.

   En la entrada anterior Bikini Bettie, me referí al afortunado encuentro en 1954 entre Bettie Page y Bunny Yeager y la consecuente sesión de fotos de Bettie en la playa. Una segunda sesión de fotos entre ambas ambientada en Africa USA fue titulada Jungle Bettie. Volvió a ser publicada en el 2014 en el libro de Petra Mason Bettie Page Queen of Curves junto con otras fotografías del período en que Bettie posó para Bunny.

   Bunny Yeager tenía algunas reservas con respecto al contacto de Bettie con los dos cheetahs, Mojah y Mbili. El cuidador del zoo le dijo: No temas, no son peligrosos. Si no les gusta la forma en que hueles o te comportas, simplemente se alejarán y no querrán saber nada. Suponemos que Mojah y Mbili no habrán querido perderse la oportunidad de disfrutar de las caricias de Bettie mientras posaban ante la cámara de Bunny.

   El día 23 de este mes de abril, Bettie Page cumpliría noventa y seis años. Así quiero recordar, en el mes de su cumpleaños, a la mujer más importante en la historia del BDSM y el fetichismo.  



Enero





Febrero




Marzo




Abril




Mayo




Junio



Julio




Agosto



Septiembre




Octubre




Noviembre





Diciembre


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