Noche de miércoles en Buenos Aires, barrio de Almagro, calle Castro Barros. Fiesta
mixta en Class. El ala femenina en la noche de hoy está casi por entero
integrada por travestis, arregladas y maquilladas para vivir su fantasía. La banda
masculina son los solos, que dan
vueltas por la pista y por los reservados del primer piso, juntando valor para encarar a estas
tigresas de la noche. Las travestis se
arremolinan en la barra, coquetean bajo las luces ensayando pasos de baile en
tacos altos y cada tanto suben la escalera hacia los reservados con un aire de topmodels, entre seductoras y distraídas.
Mi favorita
se llama, por ponerle un nombre, Lorena. A veces me la encuentro en los bosques de Palermo. Alta y esbelta, a Lorena le encanta bailar semidesnuda, en top y bombachita colaless, con una
cartera clutch en la mano y siempre montada sobre unas tremendas botas con tacones de
quince centímetros que le hacen unas piernas y una cola fantásticas. Cuando nos
juntamos en algún sillón, la caña de sus botas es casi el doble de largas que
las mías. Me gusta bailar con Lorena en el poledance de la pista de Class pero
más me gusta encontrármela en algunos de los reservados.
Esa noche,
después de vagabundear un rato olfateando el panorama y concluido el show de la
stripper, opté por llevarme a dos muchachos para divertirme en mi playground. Enseguida
llegaron otros pero prefirieron mantenerse a distancia, algo temerosos. A mi lado apareció Lorena, contoneándose, entre intrigada y mimosa, con una mirada llena de morbo bajo sus pestañas de rimmel. Sin pensarlo dos veces, la tomé de la cintura y la atraje hacia mí; lo que hacía con mis dos Romeos no me iba a privar de gozar los atributos de mi princesa viril, mientras mi
sumiso se arrodillaba entre las piernas de las dos, extasiado entre los tacones
y las cañas de nuestras cuatro botas de vikingas en celo.
Invito a una pareja a sumarse, atraída por la posibilidad de que otra mujer participe en mi festín. Ella declina con una sonrisa. A él, le digo sin reparos Te perdiste la posibilidad de adorar mis botas. Al final de la noche, se me acercará intrigado y me confesará que nunca hubiera imaginado semejante ofrecimiento por parte mía. Es que nunca estuviste cerca de una dómina, le contesto.
Invito a una pareja a sumarse, atraída por la posibilidad de que otra mujer participe en mi festín. Ella declina con una sonrisa. A él, le digo sin reparos Te perdiste la posibilidad de adorar mis botas. Al final de la noche, se me acercará intrigado y me confesará que nunca hubiera imaginado semejante ofrecimiento por parte mía. Es que nunca estuviste cerca de una dómina, le contesto.
Terminada la acción con los muchachos cumplidores, les agradecí y me volví hacia Lorena. Mientras la besaba, levanté la vista a la audiencia de hombres y travestis curiosas y dije en voz bien alta Esta belleza es mi muñeca Barbie. No sé que habrán pensado porque en ese momento vi aparecer la sonrisa de mi sumiso, cheshirecat, que asomaba la cabeza para respirar, casi enterrado en nuestro inframundo de vinilo,
tacos aguja y medias de red. No me
olvidaré nunca de su sonrisa, pienso en voz alta mientras tipeo esta columna y cada
tanto me divierto leyendo algunos mensajes que me entran en la notebook, la
mayoría de hombres que se dicen dominantes, que alardean de su poder sobre su
sumisa pero que nos envían toda clase de señuelos a las Femdoms,
desesperados por sostener una asexuada amistad cibernética, lo que parece ser
su máxima aspiración.
El
reservado de Class fue esa noche mi chaise
longue de Diosa Sádica. Mi esclavo sigue ahí
abajo, en el suelo, en el último eslabón de la cadena de la dominación, bajo
las miradas de intriga de los que no aciertan a entender que hace este tipo? o la más clásica como puede ser que le guste estar ahí? Parece pequeño frente al poder fetichista de
la ampulosidad femenina que lo vuelve casi invisible. Aparece y desaparece, cual
gato de Cheshire en el País de las Maravillas. Y de vuelta en casa, cuando le
pregunto como fue eso de estar ahí, adorando nuestras piernas y pisoteado por
nuestras botas, bien en el bottom de
nosotras dos, él me contesta. Con un
bottoming así, quien querría ser top?
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ResponderEliminarEs con estos relatos es que tengo la dicotomía de pensar :"menos mal que no estuve allí" y " que mal que no estuve allí". Jaja. Impresionante relato!!!
ResponderEliminarAlgunos se atreven, otros no. Otros dudan hasta que se atreven, otros no se atreven nunca.
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