Los que me
conocen bien, saben que mi fetiche más ansiado y prohibido son las chicas de rasgos
orientales, joyas tan deseadas como inaccesibles. Una noche en una disco swinger, tuve la suerte de conocer a una bailarina venida de Thailandia que trabajaba de
stripper. Logré acercarme a ella intentando conquistarla o por lo menos expresarle mi admiración por
su arte. Conversando en la barra, terminó confesándome que tenía una hermana menor que era una katoey, que es como se conoce a las sissies en ese país. Tratando de disimular mi excitación, le hablé de mi Sissy School y le ofrecí mis servicios a su hermanita, por supuesto sin cargo. Me contestó que Coral (así la llamaba) estaba muy sola y que seguramente le gustaría pasar un tiempo
conmigo entrenándose y perfeccionándose como sissy.
Así fue como mi Escuela se adornó con la presencia de una princesa llegada de Oriente. No hizo falta enseñarle gran cosa; sólo bastaba verla en el primer día como por sí misma se maquillaba y se depilaba las cejas. Coral era un
poco tímida pero siempre estaba pendiente del espejo y haciendo mohines de besitos con
sus labios pintados de rosa. Su sissy clit es muy
pequeño y no le resultaba nada difícil esconderlo y disimularlo.
Pero iniciarla
en los placeres de Sodoma fue una operación de alta complejidad. Coral tiene una colita preciosa
pero estrecha a la vez y fue necesaria mucha dedicación de mi parte para
lograr dilatarla. Yo empezaba a mimarla con muchas caricias y algo de spank y
después la penetraba con bolitas y jellys pequeños de mano, como jugando, entre risas y besos. Al principio, ella se movía como una gata en celo y gozaba con pasión. Fui de a poco aumentando el tamaño de los
juguetes pero a la vez iba notando como Coral empezaba a ponerse cada vez más
tensa. Una noche, me calcé un consolador de cintura, de los que suelo usar
cuando nos enfiestamos entre mujeres. Se lo enterré en la cola hasta la mitad
pero ella se cerró y no pudo seguir. Coral terminó la noche llorando en mis
brazos confesándome que no podía, que yo era demasiado para ella.
Lo que siguió a partir de esa sesión fue un entrenamiento más duro y no exento de cierto rigor porque Coral recelaba de mí y a la vez yo no me resignaba a vivir con ella una relación de caricias y besitos. Me había propuesto como un desafío abrir esa flor virgen y a gozar de su perfume. Si ella se
cerraba cuando yo avanzaba, me detenía y la besaba calmándola y consolándola pero
también sabía que debía mantenerme firme y no ceder si quería llevarme el
premio mayor. Volvía a encremarla suavemente mientras le prometía toda clase de
placeres que estaban ahí, al alcance de la mano, si aprendía a relajarse.
Una noche, la puse en cuatro patas y mientras le acariciaba las tetitas por detrás, le dije que la notaba tan caliente que seguramente debía estar ovulando. Ella suspiró de deseo ante mi fantasía. De a poco, la fui excitando con mis palabras mientras le mordía el cuello y la lamía detrás de las orejas. Noté que ella cerraba sus bellos ojos y se dejaba llevar. Cuando sentí que estaba entregada, le susurré que si se dejaba coger, esa noche la dejaría preñada. Excitadísima, Coral comenzó a mover las caderas en círculos, frotándose contra mí. Antes que pudiera evitarlo y aprovechando su ensoñación, me hundí con mi dildo de cintura bien adentro de ella, desflorándola a fondo por primera vez. Ella gritó y se encabritó como una potranca salvaje pero yo me sujeté firme y no me salí hasta que exploté en un orgasmo que me dejó exhausta, entre mi placer y sus lágrimas.
Una noche, la puse en cuatro patas y mientras le acariciaba las tetitas por detrás, le dije que la notaba tan caliente que seguramente debía estar ovulando. Ella suspiró de deseo ante mi fantasía. De a poco, la fui excitando con mis palabras mientras le mordía el cuello y la lamía detrás de las orejas. Noté que ella cerraba sus bellos ojos y se dejaba llevar. Cuando sentí que estaba entregada, le susurré que si se dejaba coger, esa noche la dejaría preñada. Excitadísima, Coral comenzó a mover las caderas en círculos, frotándose contra mí. Antes que pudiera evitarlo y aprovechando su ensoñación, me hundí con mi dildo de cintura bien adentro de ella, desflorándola a fondo por primera vez. Ella gritó y se encabritó como una potranca salvaje pero yo me sujeté firme y no me salí hasta que exploté en un orgasmo que me dejó exhausta, entre mi placer y sus lágrimas.
Así fue como el culito de Coral empezó a volverse accesible a mis instintos. Mi sissy mancha las almohadas con su rouge de tanto
morderlas tratando de no gritar pero no deja de sacar la cola para afuera,
regalándose a mis deseos y suplicándome que eyacule bien profundo dentro de ella, que es una perrita en celo y está ansiosa por tener cachorritos. Al otro día, siempre me confiesa que se siente algo dolorida pero a la vez orgullosa y feliz de sentirse bien cogida.
La semana pasada su hermana vino de visita. Se sorprendió de verla tan contenta y bien adaptada a las reglas de mi Escuela. Espero
que me deje disfrutarla algunos meses más porque voy a extrañarla mucho cuando se vaya. Esta es mi sonriente estrellita de Oriente en el último fin de semana que pasamos juntas en un spa hotel. Coral.