Hace unos meses, en su muro de Facebook, mi esclavo marido cheshirecat prometió que iba a abrir su propio blog sobre lo que él denominó Femdom científico con la promesa, real o ficticia, de hacer dormir a las Dóminas con aburridas analogías entre la ciencia y la dominación femenina. Como corresponde a un descarado manipulador de su calaña, logró inmediatamente la atención de varias Damas gracias a su irreal propuesta. Jamás abrió su blog pero logró convencerme de publicar algo de sus ideas en el mío.
Una de sus analogías favoritas, de la que se siente especialmente orgulloso, es la que él suele emplear cuando explica el vínculo que nos une como Ama y sumiso y tiene que ver con el fenómeno de la atracción gravitatoria entre los cuerpos. cheshirecat suele hacer una comparación entre dicha atracción y el poder de mi dominación femenina erótica.
Dice cheshirecat:
Para la mecánica clásica basada en las leyes y principios descubiertos y enunciados por Isaac Newton, la gravedad es una fuerza atractiva que mantiene unidos a los cuerpos. La Tierra gira alrededor del Sol como si una invisible soga tirara del segundo hacia la primera para mantenerla en órbita. En cambio, según los más modernos conceptos relativistas nacidos a partir del genio de Einstein, la acción combinada de las masas del Sol y la Tierra origina distorsiones en el espacio y en el tiempo de modo tal que se genera una especie de surco en el espacio por donde la Tierra se desliza en órbita alredededor del Sol. Según esta concepción, la gravedad no es una fuerza en el sentido tradicional sino una geometría en el espacio - tiempo.
Existe una elegancia implícita en el concepto de Einstein, y que aplicada al Femdom encuentra una inmediata comprensión. El movimiento de un planeta alrededor de su estrella ocurre simplemente a partir del mayor poder de esta última y no por la aplicación de una fuerza. De la misma forma, la mujer eróticamente dominante no realiza (o no debería realizar) esfuerzo alguno en llevar adelante la relación de dominación. Su seducción innata, implícita en su forma de moverse, de vestirse, de comportarse, su desprejuicio y su absoluta falta de pudores a la hora de demandar placeres para ella misma son los poderes que le abren todas las puertas. El hombre sumiso es simplemente un planeta pequeño y oscuro, sin luz propia, que ante semejante exhibición de poder, no tiene otra opción que rendirse y dejarse llevar por Ella.
La condición básica para la armoniosa marcha en común de esa pareja de sadonautas a través del frío espacio, no interespacial pero sí interhumano, es que el sumiso sea capaz de reconocer esa luz estelar y adivinar los inmensos placeres que le esperan siendo sensible ante el poder de la Estrella y se limita a dejarse llevar.
Hasta aquí, habló cheshirecat. Yo agrego mi corolario.
Siempre se dejan llevar con la sonrisa en los labios; a los planetitas les encanta rendirse sin lucha cuando reconocen a una Estrella.
En mi naturaleza Femdom, me seduce el concepto de la ausencia de una fuerza necesaria para torcer y corregir el rumbo del planeta sumiso pues se adapta a mi ideal de dominadora. Uno de los excitantes blogs norteamericanos sobre sissificación que sigo muy a menudo, publicó hace poco una caption de una preciosa sissy en plena acción feladora cuyo título rezaba Su Dómina la lleva con una correa pero la sissy nunca piensa en escaparse.
No sé si mi gato travieso y rizón habrá logrado su cometido al entrometerse con su ciencia en mis columnas. Creo que en el fondo y con distintas palabras, mi sumiso y Yo hablamos de lo mismo.
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Bettie en los astros |