Finalmente ocurrió. Fue en la dulce noche de Sweet en donde encontré un lugar y un ambiente para jugar como
a Mí me gusta. Lo mío siempre fue llegar con el Femdom al mundo del
swinger, penetrar ese mundo tan vainilla de intercambios heterosexuales cruzados
violando sus códigos no escritos, expandir la dominación lésbica hasta lograr
la total entrega de la desconocida bajo la mirada sorprendida de su marido,
montarme el bukkake en el reservado de
solos hasta ordeñar a los mejores machos presentes, soportando miradas curiosas,
sonrisas nerviosas y algún comentario inquisidor, casi siempre femenino, de las parejas presentes.
Pero la consigna de la noche ya me daba
rienda suelta. Sado. Hoy sí que me
soltaban la cadena para ser la zorra delante de un tierno y dulce gallinero. A
mis habituales prendas fetichistas de cuero y encaje, a mis adoradas thighhigh boots de taco alto y
plataforma, por esta vez pude agregarle mi fusta de equitación. A mi juego
entonces, mi juego que casi nunca tiene lugar en los dominios del BDSM
institucionalizado. Mucho sexo, muy poca
técnica. Nada de dolores, todo placeres, incluido el sublime goce de spankear un par de bellas nalgas femeninas, turgentes,
deliciosas, exigiéndole a su propietaria mi proverbial Gracias
Señora tras cada palmada, agradecimiento que ella repetía dulce y
sumisamente, ante la mirada de tantos novatos. El sadismo de romper las reglas, incluidas las del
swinger y las del BDSM, que supuestamente convocaban bajo la tutela del señor
Grey. Al susodicho señor no lo ví por ningún lado; las únicas sombras presentes
eran los espíritus de Wanda, Bettie y Mesalina, gozando, riendo,
masturbando....
Dibujo en el aire un beso de rouge en honor de la elegancia femme fatale de las damas presentes. No
es ninguna novedad que en Sweet el glamour brilla con luz
propia pero desde la preciosa muñeca fetish
noir que en la entrada te daba la bienvenida, todo el ambiente destellaba
con esa combinación de lujuria y elegancia que las mujeres sabemos lucir cuando
nos preparamos para una noche de esas que sabemos va a ser especial. Apenas
subir la escalera, ya nos llega el ritmo de la mejor música donde habita mi corazoncito discotequero-glam, donde las bellas se vuelven aún más
bellas y los varones seductores parecen transformarse en galantes sumisos
adoradores, rendidos devotos ante el poder de las Afroditas. Un capítulo
especial para los muchachos del Staff, impecables como siempre, amables más que
nunca pero un poco nerviosos, sobrepasados por el éxito de la convocatoria. Más
de uno debió correr de reservado en reservado para atender cuestiones de
logística de la fiesta. A ellos, como siempre, mi gratitud.
No me faltaron (nunca me faltan, en
realidad) las anécdotas para compartir. Una pareja que conozco de hace años, de
la noche swinger de Buenos Aires, se me acerca. Hace mucho que no los veía. Ella
me saluda con un Hoy estás en lo tuyo,
no? y me hace el gesto de un azote. Sonrío
y acaricio mi fusta delante de ella, como masturbándola. Yo me leí las cincuentas sombras me agrega después, creyendo que
daba el santo y seña de conocedora del tema a tratar. Y yo me traje los cien brllos le respondo. Los ojos del marido
parecen devorame. Me los encuentro después en el reservado de solos, mientras
me entretienen algunos chicos bien dotados y muy dispuestos a complacerme. Miraron, junto a otras parejas que
miraban....y en eso quedaron.
En el reservado de parejas, donde se
había montado una cruz con sogas, una chica del staff, un tanto "asustada" ante
mi juego de humillación verbal con un muchacho solo, se me
aercó en un momento.
- Hola, mirá, te cuento que montamos este reservado para
que la gente vea como es esto del sado pero no es en serio, lo estamos
actuando...
- Yo no actúo. Yo soy así; se me ocurrió responderle. Y seguí
con lo mío. No sé como se lo habrá tomado, pero el fluir del sexo en la noche
se llevó con su corriente cualquier prejuicio.
Atesoro miles de polaroids, de fotos
instantáneas en mi mente. En primer plano, la cintura encorsetada de Rebeca, la
cola de Giselle, la sonrisa y las piernas de Grace, la fogosidad de una pareja
con la que compartí la cama redonda del reservado del primer piso y se
prestaron a todos mis juegos de placer y fantasía. Cientos de momentos y cada
uno de ellos me confirma que el sado no tiene porqué vivir en un ambiente trash y sórdido, de rostros serios y
entregas místicas. Puede ser glamoroso, chispeante y feliz. Puede volver a montarse en la sonrisa de Bettie, de donde nunca debió
haber bajado. Por eso quise compartir mi testimonio de la fiesta con
ustedes, en este mayo, en donde festejo el segundo aniversario de mi blog, tan sensual y femenino como el dulce evento
sado de la noche de Sweet .
La foto corresponde al escenario de Sweet,
durante la Fiesta de
Blanco, hace unos meses. En el centro de la foto, con botas blancas de
plataforma con cristales y uñas rojas, estoy Yo.