El Anchorena SW Swinger Club de
Buenos Aires era hace unos años un verdadero palacio del sexo dedicado a toda clase de deliciosos placeres prohibidos. Reservados
para parejas, glory holes, oscuridades cómplices, cortinados
que disimulaban tríos o gangbangs y revoloteando por encima de
todo, la más desenfadada seducción lésbica que he podido disfrutar en toda mi vida. La pista de baile en Anchorena era chica
pero tenía un escenario con tres caños de poledance que solían ser
tomados por asalto por las mujeres que nos divertíamos bailando,
besándonos entre nosotras y exhibiéndonos para la mirada de los afortunados que
nos observaban desde abajo. Fue en una de esas noches plenas de fiesta femenina cuando una de mis amigas del staff
me confesó en una conversación aparte,...si esta noche no
tuviera que trabajar en la recepción, me iría de joda con vos a
revolear el culo en el caño.
Recuerdo hoy esta anécdota porque
afirmo que sin importar su físico o su edad, toda mujer debería por lo menos una vez en la vida experimentar qué se
siente el montarse como una stripper de boliche o cabaret, con medias de red y stilettos o en altas botas de tacón y
subirse a un escenario para contonearse y enredar sus piernas en el
caño de poledance.
No descubro nada si
digo que muchas de mis congéneres hembras continúan
sosteniendo una actitud de rechazo hacia las bailarinas de poledance. El
común argumento con que se denigra este tipo de danza desde el
feminismo es que el poledance en particular y el striptease
en general son prácticas sexuales que humillan a la mujer porque la
convierten en un objeto para el placer de la mirada masculina.
Mi condición de mujer bisexual y adoradora de todo lo relacionado con la seducción y la belleza
femeninas, me facilita otra mirada mucho más lúdica y menos prejuiciosa. Cuando veo una sexy
bailarina en el pole no resisto la tentación de acercarme y
arrojarle besos, manifestándole mi admiración por su belleza y su
arte. Pero además de excitarme, las strippers me provocan una sensación de female power opuesta a la visión negativa que proclama el feminismo tradicional.
Se suele decir que la danza de las mujeres que bailan profesionalmente en el pole suele estar dirigida a uno o más observadores de sexo masculino y que esa mirada masculina es objetivante. Pero lo que yo observo en las strippers es que devolviendo la mirada y estableciendo un juego de participación con los hombres que la observan, ella se vuelve la dueña del escenario y ellos son apenas testigos y adoradores de su arte.
Se suele decir que la danza de las mujeres que bailan profesionalmente en el pole suele estar dirigida a uno o más observadores de sexo masculino y que esa mirada masculina es objetivante. Pero lo que yo observo en las strippers es que devolviendo la mirada y estableciendo un juego de participación con los hombres que la observan, ella se vuelve la dueña del escenario y ellos son apenas testigos y adoradores de su arte.
Desde muy chica, siempre sentí una
fuerte atracción por las strippers. La exhibición del cuerpo femenino en una danza erótica es para mí una de las más bellas entre todas las bellas artes. Siento que su sensualidad las transforma en diosas, elevándolas
por sobre el común de las mujeres y provocando esa expresión embelesada en los hombres, totalmente absortos ante ese mirame y no me toques, ese juego perverso y tan femenino de mostrarse y negarse que los
vuelve segundo a segundo cada vez más esclavos de esa reina sexual
que se pavonea frente a ellos.
Ellas nunca transmiten sumisión, lo de ellas es el poder femenino del teasing; de la provocación, de hacerse desear hasta enfermar. A lo sumo, los aplausos o el dinero arrojado al escenario o puesto en la tira del portaligas le otorga al hombre observador una leve sensación de que el juego también lo incluye.
Ellas nunca transmiten sumisión, lo de ellas es el poder femenino del teasing; de la provocación, de hacerse desear hasta enfermar. A lo sumo, los aplausos o el dinero arrojado al escenario o puesto en la tira del portaligas le otorga al hombre observador una leve sensación de que el juego también lo incluye.
Mi marido sumiso dijo una vez en un debate Qué puede ser más Femdom que un baile
femenino que hace que los hombres ardamos de deseo por ellas? Pero ellas,
siempre sádicas, le han dado una vuelta más. El poledance ha sido
tomado por asalto por las damas que han decidido ignorarnos para
subirse al caño a divertirse entre ellas. Brindo por
esa actitud.
Si sos mujer o travesti y estás de acuerdo con lo que expreso en esta columna, ojalá que te encuentre en alguna noche de seducción y te vengas conmigo a revolear el culo en el caño como decía mi amiga del club swinger. Cómo nos vamos a divertir las dos juntas...
Si sos mujer o travesti y estás de acuerdo con lo que expreso en esta columna, ojalá que te encuentre en alguna noche de seducción y te vengas conmigo a revolear el culo en el caño como decía mi amiga del club swinger. Cómo nos vamos a divertir las dos juntas...
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