Como toda genuina amante de las botas por causas estéticas, por el goce del fetiche o simplemente por el placer de seguir una moda sexy, Lady Teri, la madrina de Bootlovers y su blog asociado Booted up, solía rebelarse e indignarse contra el prejuicio tan común que dicta que una mujer que usa botas thighhighs en la calle equivale a una prostituta. Lady Teri no deja de citar a la película Mujer Bonita (Pretty Woman) como el ícono inoxidable que nos etiquetó para siempre a todas las mujeres que amamos lucir cuero y vinilo hasta más arriba de la rodilla. Ratificando una vez más que una imagen vale más que mil palabras y argumentaciones, el poster de la película, con una sonriente Julia Roberts apoyada en el hombro de Richard Gere y calzando las famosas botas de puta, ha marcado a fuego nuestro imaginario colectivo. Si en los años sesenta, de la mano de Brigitte Bardot y Jane Fonda, las botas y la minifalda eran sinónimo de la nueva mujer sexualmente libre y aventurera, en los noventa se volvieron un símbolo de la chica de la calle que debe abandonarlas en el closet de los recuerdos infames cuando conoce al príncipe azul que la redime y la transforma en la novia perfecta para presentarle a mamá. Otro sueño de libertad transformado en pesadilla.
En
Buenos Aires, muchas de las chicas travestis que recorren los bosques de
Palermo eligen usar botas por arriba de la rodilla. Quizás ni conozcan la
historia de Cenicienta moderna que protagonizaron hace décadas Julia y Richard
y aunque hayan visto la película, tampoco creo que pretendan imitarla: el tacón
de la bota de Julia era demasiado bajo para lo que hoy se considera sexy. Yo me inclino a pensar que ellas,
que nacieron varones, saben mejor que nadie como las botas altas estilizan la
figura y les permiten sabiamente ocultar rodillas y piernas de aspecto
masculino. Como casi siempre son más altas que las
mujeres biológicas, el espectáculo visual que ofrecen en su ondulante caminar sobre botas y tacones es un imán de femineidad sensual irresistible para los hombres
fetichistas. Así es como involuntariamente, las chicas de la noche de hoy
terminan por cerrar el círculo de la profecía autocumplida: no sólo el hombre
fetichista de las botas altas es un cometravas
sino que la mujer que las calza es una puta, a menos que sea una topmodel en una revista de modas.
A diferencia de Teri, yo prefiero
divertirme desafiando las convenciones. Cuando salgo con mi esclavo marido para
vivir una noche de puterío y adulterio, casi siempre lo hago vistiendo botas thighhighs de plataforma y tacos muy
altos. No pierdo tiempo combatiendo
el prejuicio sino todo lo contrario: como parte de mi juego sádico, me gusta
alimentar el fuego de la hoguera para calentar aún más mi propio goce prohibido
y condenado. No suelo engancharme en cruzadas justicieras perdidas de antemano intentando
que la gente pacata cambie su forma de
pensar.
Lady Teri propuso una vez en su blog que
los fetichistas de las botas deberían formar un cuerpo de elite: los Embajadores de las Botas, cuya
misión, si la aceptaran, sería recorrer sitios web elogiando a las chicas que muestran su gusto por las botas pero
sin recurrir a comentarios groseros. Ella cree que muchas chicas jóvenes se
muestran reticentes a usar botas sexies porque temen quedar asociadas al imaginario
colectivo impuesto por aquel poster pero si los admiradores se mostrasen
galantes y respetuosos y evitaran insinuaciones sexuales en sus comentarios,
muchas más se inclinarían a vestirlas por moda o simplemente por placer.
Los Embajadores de las Botas cuentan
con todo mi apoyo, aunque dudo del éxito de sus iniciativas. El calzar botas
altas es toda una declaración de principios: si te gustan y tienes la personalidad
para llevarlas, las usarás aunque lluevan los comentarios negativos a tu
alrededor. Pero si no te atreves, no habrá embajador que pueda convencerte. Ojalá
que Teri tenga razón porque yo también deseo ver llegar el día en que Pretty Woman no sea recordada como una
tonta comedia sobre una puta redimida mediante
el matrimonio con el consabido galán millonario sino como lo que fue en su
origen: una hermosa canción de Roy Orbison.
Qué razón tiene Lady Teri en su artículo, y como bien dices es totalmente cierto que hasta el día de hoy la imagen de las botas altas en una mujer es sinónimo de puta, hay que que acabar con ese estereotipo de una vez por todas. Aunque Madonna y Lady Gaga si que las usan, pero claro ellas no son el mejor ejemplo para muchas y muchos, para mi son las mejores embajadoras de las botas altas.
ResponderEliminarBesitosss querida mía!!
Besitos, preciosa!
EliminarMe maravilla que algo que para los fetichistas de las botas sea algo oculto, raro , privado, secreto, desviado (terminos sociales), que encontrar una mujer verdaderamente "botera", sea imposible.. que aqui en este blog sea comentado. Me maravilla.!!!
ResponderEliminarEn mi Facebook botero he encontrado muchos (o sea muchos) tipos que tienen su par de thigh-highs por ahi (escondidas) y que las disfrutan. De todo el mundo: España, Inglaterra, USA, Australia, Alemania, Holanda y también de aquí, de Mexico, Peru, Colombia. La mayoría lo hacen en secreto (tienen esposa, hijos, trabajo formal) y aunque en UK hay algún que otro pub de CDs o Trans heteros, aun no es bien visto por el barrio que uno vaya a Carrefour con unas Fernando Berlin al muslo.
ResponderEliminarEstoy segura que las botas escondidas por hombres son millones en todo el mundo
EliminarSer una puta en botas tambien es parte de mi imaginario, lo confieso.
ResponderEliminarSeñora, cuanto la admiro en su forma de vivir y de escribir sus vivencias. Como admirador de las mujeres en botas, esta columna me ha llegado profundamente y me identifico mucho
ResponderEliminarsumiso de las botas
querido sumiso de las botas, me imagino cuanto estaras disfrutando de todo el contenido sexy fetichista de mi blog. Lo mas importante: YO SOY ASI. Amo las botas desde mi propio fetiche
EliminarPues yo la amo, Mistress Roxy
Eliminarsumiso de las botas
Gracias. Amo que me amen. Y me gusta compartir mis amores
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