El océano infinito de tiempo y espacio en donde las mujeres dominantes gozamos de la sensación de sentirnos poderosas y sensuales, fusta o carterita en mano, es cambiante en su flujo y reflujo a lo largo de los siglos. Pero la esencia jamás cambiará: el juego se juega de un lado con la seducción del poder de la hembra femme y por el otro, con la respuesta deseante de los galantes adoradores, seducidos ante su presencia y comprometidos a brindarle todo lo que ella desee.
Las edades cambian, las costumbres se modifican pero la esencia de la dominación femenina es siempre la misma. Desde la literatura, fue definida por un maestro del romanticismo extremo, Leopold Sacher Masoch, quien esculpió una obra maestra de lujuria fetichista llegando hasta extremos que jamás ningún otro pudo alcanzar, y por un filósofo? pornógrafo? dramaturgo loco?; el legendario Marqués, cuando estableció una Filosofía desde un femenino Tocador en donde la satisfacción del deseo es el único punto fijo e inmutable en un sistema de muchas variables.
Gilles Deleuze, en un escrito en donde analiza la novela La Venus de las Pieles de Leopold Sacher Masoch, sostiene que jamás un masoquista soportará a una mujer verdaderamente sádica. Los varones sumisos gozan sensualmente con cierta naturaleza sádica en la mujer pero siempre la mayoría pretenderá regular esta naturaleza con arreglo a un proyecto secreto que fracasaría por completo con una verdadera sádica. No funcionará así o funcionará parcialmente. La armonía en nuestras relaciones de vida mujer dominante - varón sumiso está tejida por ese juego entre lo que ellos proponen desde su fantasía y lo que nosotras realmente somos, un juego que refleja nuestras esencias, tanto la masculina como la femenina. Esa dualidad fantasía masculina y deseo - seducción femenina y dominación es la estructura vertebral del universo masoquiano.
Apuesto a que el maremoto cambiante de fetiches, rituales y deleites de los años y siglos por venir no afectará las bases sobre la que se sustenta el poder femenino ni modificará una construcción sólida y duradera a prueba de modas y estilos. La moderna tecnología textil puesta al servicio del fetichismo construye belleza y excitación como nunca antes y a veces me pregunto cual será el límite, pero ni la modelo fetish más estilizada y subyugante en su rol de superheroína nos debe hacer confundir: la dominación femenina no es ni será vanguardista.
Las formas se modernizan pero la esencia es profundamente conservadora. Las mujeres dominantes sembramos nuestro futuro remontándonos a lo más ancestral de Dalila, Isis, Helena y Afrodita. El porvenir de la dominación femenina descansa en las firmes raíces del perenne tronco masoquiano. Nosotras somos la seducción; ellos son el deseo.