No creo exagerar si afirmo que quienes leen mi blog o se acercan a sitios de debates en
BDSM interesados por sus prácticas y rituales, lo hacen bajo la influencia de
la cultura de las grandes religiones monoteístas, judeo-cristiana e islam (a pesar de que haya
gente que las niegue, las rechace o no les guste); son las religiones hegemónicas que han
establecido un sistema de creencias que se caracteriza por interactuar con los
fieles mediante premios, culpas y castigos.
El
cristianismo, en especial su vertiente católico - romana, suele exhibir en sus
templos a su Dios castigado en un instrumento de tortura. Siempre recuerdo un
libro de la biblioteca de mis padres que me impresionaba mucho cuando era niña,
titulado México. La angustia de sus Cristos, en donde se ilustraban las
distintas exposiciones de los cristos crucificados que coronan los altares en
las catedrales mexicanas. Recuerdo vívidamente la impresión que me provocaban
esas imágenes de dolor y martirio. Pero también sabía por mi formación
religiosa que no solamente había sufrimiento en aquel cuerpo torturado sino que en el rostro
doliente latía la redención triunfante que debía alcanzarse atravesando
la experiencia dolorosa del martirio.
Hasta
qué punto el éxtasis y el dolor se han unido en algunas mentes como un todo
inseparable durante el transcurso de los siglos? Es posible leer la Biblia bajo
la luz de estar leyendo una obra de arte de masoquismo explícito en donde la
sumisión dolorosa y sufriente es el camino de espinas que debe atravesarse para alcanzar la celestial vida eterna en la Ciudad de Dios que
brilla sobre la colina.
En
el Medioevo, eran bastante comunes las corrientes religiosas que se llamaban flagelantes,
los que se flagelaban, que creían alcanzar la salvación de las almas a través
de infligir daño físico al propio cuerpo. Evidentemente, el castigo, el
sacrificio y el dolor funcionaban en la conciencia colectiva como una suerte de
expiación de los pecados y las culpas provocados por la carne. Esas formas de religiosidad
ancestral pueden ser rastreadas hasta hoy en muchos rituales del BDSM místico,
en especial el BDSM de habla hispana. El principio es que si el pecado (muchas veces el pecado de la
lujuria) debe ser castigado con sufrimiento, entonces pecado, placer y dolor están
relacionados. Desde una mirada mística, el sufrimiento como vía de acceso a una
redención está entroncado en lo más profundo de nuestra cultura religiosa que
además, como si fuera poco, promueve la sumisión femenina desde una teología netamente patriarcal. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la
mujer más importante de la historia es la que dice Soy la esclava del Señor.
Es
en este punto donde las aguas divergen y ya no se mezclan. La sumisión
entendida desde este punto de vista místico y cuasirreligioso, la sumisa que
espera ser reconocida a través de su entrega y sacrificio, es muy diferente, es
opuesta, al mundo de placeres sensuales en donde habitan las valkirias del
Femdom, las sissies prostituidas y los machotes y maricas del leather. El mundo sexual donde me
gusta vivir a Mí. Casi que son dos mundos que no tienen nada en común. Pero la
sigla del BDSM insiste en englobarnos.
Lo
único que se me ocurrió que podemos tener en común es una monja fetish.