Desde la primera edición de los Tres ensayos sobre la Teoría Sexual, de 1905, Sigmund Freud había reconocido al fetiche como un objeto que tenía la propiedad de desencadenar el deseo amoroso por sí sola en ciertas personas, bajo ciertas condiciones y de una manera que seguía siendo enigmática para el observador exterior y esto simplemente con cumplir con la condición fetichista que el sujeto reclama (tal o cual color de pelo o vestimenta). Planteada entonces la existencia de una condición fetichista, se plantea necesariamente las diferencias entre una reacción normal y una reacción fetichista y las inevitables comparaciones y diferencias entre ambas.
Las investigaciones realizadas por Freud para integrar el fetichismo a la teoría psicoanalítica fueron gestadas durante el período transcurrido entre 1905 y 1915. La idealización es el primer concepto a partir del cual Freud emprende la tarea de comprender la naturaleza del fetichismo. En la primera edición de los Tres Ensayos, Freud presenta al fetichismo como una práctica que sustituye la persona total de la mujer amada por una parte de su cuerpo (generalmente la cabellera o el pie) o incluso, aquí lo interesante, un objeto que le haya pertenecido, por ejemplo, una prenda de vestir, una prenda clásicamente femenina, se entiende. Un concepto casi actual de lo que es el fetiche. Así, para esta tesis, el fetiche se postula como el efecto de un mero desplazamiento: una parte reemplaza al todo; el elemento elegido, por ejemplo la cabellera o el pie, resulta investido como objeto ideal en lugar de la persona. Dice Freud: El sustituto del objeto sexual es una parte del cuerpo que en general se adecua muy poco a objetivos sexuales (el pie, la cabellera) o bien un objeto inanimado del que se puede demostrar la relación con la persona sexual a la que reemplaza y, de preferencia, con su sexualidad (la ropa interior).

Freud parece dispuesto a conceder que la práctica fetichista puede conducir a obsesiones aunque se presenta con bastante frecuencia, en un modo menor, en los impulsos normales de la pasión. Cita a Goethe, que hace decir en Fausto: Tráeme un pañuelo que haya cubierto su pecho o una liga de mi bien amada. La elección fetichista se cumple según dos operaciones sucesivas y distintas: en un primer momento ocurre un desplazamiento que sustituye la persona amada por una parte de su cuerpo o por un elemento de su vestimenta y en una segunda parte ese mismo símbolo se convierte en un objeto de idealización.
Posteriormente Freud postularía la tesis de la represión parcial: el fetiche se conserva como sustituto, ya no de la persona amada, sino de un primitivo objeto de satisfacción sexual, generalmente el objeto anal, que ha sido reprimido. En una carta de 1909, Freud presenta a un paciente al cual caracteriza como fetichista del pie y de las botas, sobre el cual postula que el fetichismo es el remanente de una antigua pasión anal reprimida. Era fetichista de las botas. Su infancia estaba colmada de una actividad coprofílica excepcionalmente intensa. El fetiche sería entonces un objeto elegido como sustituto de un objeto anal primitivo, que habría sido por sí mismo la fuente de una satisfacción olfativa intensa a la que el sujeto se habría visto luego obligado a renunciar bajo la presión de la educación. He aprendido que el fetichismo de las botas implica un placer originario aportado por los pies sucios y malolientes. Considero el placer coprofílico de oler como el soporte de la mayoría de los casos de fetichismo de los pies y las botas... y en esos casos intervino una represión parcial.
El placer obtenido de los olores es reprimido o inhibido en tanto el pie, en lo sucesivo sin olor, es idealizado. Estamos en presencia de un placer pulsional sepultado. Mediante la explicación de este mecanismo de la represión parcial, el objeto directo fue apartado de la pulsión y elevado al rango de fetiche. Freud incorporaría esta tesis en la segunda edición de los Tres Ensayos sobre Teoría Sexual en 1910.
La represión parcial se introduce así como una especia de solución intermedia entre la conservación perversa de la satisfacción anal infantil y la represión neurótica de dicha satisfacción.
Puede reconstruirse entonces la serie de operaciones que presiden la formación de un fetiche según Freud: un afecto de placer primitivamente asociado a un objeto anal es desplazado en u primer momento hacia el pie, el cual, para representar ese papel, debe ser en esa instancia el pie sucio. Luego en un segundo momento, bajo el efecto de la represión parcial, el placer olfativo primitivo sucumbe a la inhibición mientras que el pie experimenta un destino de idealización en que el pie sucio cede a su vez el lugar a un pie. El proceso llega finalmente a su culminación, en el caso más elaborado del fetichismo de las botas, en el momento en que por un último desplazamiento, la bota reemplaza al pie.

Fuente:
Como inventó Freud el fetichismo...y reiventó el psicoanálisis. Henri Rey Flaud