Quienes
tenemos nuestro corazoncito en el rock and roll sabemos muy bien que nunca será
lo mismo escuchar en casa la música de nuestra banda favorita que verla en vivo.
Nada se pude comparar con la descarga de adrenalina que nos provoca el show en vivo. Pero
escuchándolos en el CD podemos recordar lo que fue haber asistido a un concierto y
evitar así el olvido, la pérdida de aquella mágica experiencia. Haber disfrutado
en su momento de aquello me permite disfrutar más de esto otro cuando aquello
ya no es posible.
La
rutina no siempre es mala para los amantes sino que a veces es todo lo
contrario. Estoy particularmente de acuerdo con esta frase, siempre y cuando la
rutina sea lo que yo entiendo como tal. Luego de veinte años de matrimonio, mi
rutina sexual combina la dominación
femenina hogareña con aventuras sexuales extramatrimoniales de todo tipo como
gangbangs y bukkakes con travestis
amigas en reservados de discotecas swingers, sesiones sado en mazmorras,
adulterio en hoteles alojamiento y fogosos encuentros lésbicos en asientos
traseros de coches mientras mi esclavo marido se ocupa de las cuestiones del
volante.
Yo
considero como parte de mi rutina a estos episodios intensamente eróticos
porque forman parte de mi sana vida sexual. A más de un año de monogamia
forzada, cuando todo aquello son recuerdos, mi esclavo marido y yo nos seguimos encontrando a solas después de
veinte años, noche tras noche, para revivir aquellas imágenes paganas en
sesiones impregnadas de sexo maldito y prohibido. La pandemia impide volver a disfrutar de la fiesta en vivo pero la llevamos siempre presente y nunca deja de ser nuestra música sexual. Nuestro sexo hogareño es como sentarse a la
mesa de a dos sabiendo que allí se han
servido tantos soberanos banquetes inolvidables. Entonces, sentarse a esa
mesa (cama) con un brindis de champagne entre dos personas testigos de aquellos
festines, es revivir la voluptuosidad de la belleza de mi sexo sensual y femenino y el placer descomunal que
tuvo mi andar sado por fuera de esas sábanas. No es un práctica decadente como
muchos mediocres piensan sino profundamente energética y revitalizante.
Poner
bien fuerte el rock and roll en casa nunca generará las mismas emociones que nos
genera el concierto en vivo. Pero la canción sigue siendo la misma. Y me gusta
cerrar esta reflexión con esta frase profundamente rockera (los fans de Led Zeppelin me
entenderán) porque para mí el sexo y el rock se viven de la misma manera.
Looooooooooooooooooooooooooooooooooooooooveeeeeee!!!!!Ah! Ese grito orgasmico del gran Robert siempre estara con nosotras Mistress. Besos.
ResponderEliminargerita, veo que no solo compartimos gustos por las nenas afeminadas y la moda más erótica. Un montón de amor para vos, querida
EliminarReflexión muy interesante, que muchos deberían seguir, querida Roxy. Asociar el rock con el sexo, es un golpe de genialidad, asì como es verdad que la rutina no siempre es mala para los amantes, sino que a veces es todo lo contrario. Besos, Gia.
ResponderEliminarCara Gia; siempre he encontrado una fuerte conexión entre el rock y el sexo Femdom. Si vuelves a pasar por aquí, te recomiendo esta otra columna que he escrito y que puede gustarte.
Eliminarhttp://sadobyroxy.blogspot.com/2013/09/el-femdom-verdadero.html
besos y espero poder comentarte pronto una nueva entrada de tu maravilloso blog lésbico