domingo, 24 de agosto de 2025

La historia de la bota femenina. Gianni Versace

 



   A principios de la década de los noventa, Estados Unidos y Europa atravesaron uno de esos revivals que cada tanto remueve desde sus cimientos el mundo de la moda. Y así fue como de pronto, sin aviso alguno, explotó un Big Bang de las botas. Vogue declaró que 1993 era el Año de las Botas y se las usaba en una amplia gama de estilos, hasta la rodilla, por encima de la rodilla, en puntas o redondeadas, cortas al tobillo, con cordones o con cremallera y con tacones de todas las alturas y las formas. El diseñador top, la nave insignia de este paraíso para los fetichistas fue Gianni Versace.

   Gianni amaba con locura a las mujeres y no quería verlas grises. Quería que expresaran su personalidad dijo en una entrevista reciente su hermana y heredera Donatella. Sobre los primeros años difíciles de Versace en Milán, agregó:  Allí estaban las damas tan perfectas de la alta sociedad y Gianni fue muy criticado. Le decían que hacía ropa para prostitutas. Yo le decía que no se preocupara, porque la verdad es que hacía ropa para mujeres que no tenían miedo de su propia femineidad. La historia dice que Gianni  nació en 1946 en Reggio Calabria y desde muy joven se familiarizó con la moda gracias al negocio de costura de su madre. Tras estudiar arquitectura, decidió dedicarse a la moda, se mudó a Milán en 1972 y trabajó en muchas marcas antes de fundar la suya propia, donde las botas y el cuero ya estaban dando vueltas por su mente inquieta. 

   Estudiar una de aquellas botas de Versace equivale a analizar una obra maestra: sus proporciones son las exactas para acentuar y exagerar el ideal del cuerpo de la mujer. La bota Versace es tan agresivamente femenina desde el diseño de la caña hasta los tacones pasando por las puntas afiladas, que borra cualquier rastro de las primitivas botas masculinas militares de las guerras napoleónicas que las mistresses victorianas inglesas se calzaban para jugar al gender playing con sus sissificados y aristocráticos clientes. Combinadas junto a las minifaldas o minivestidos, les daban a las modelos un aire de invencibles cazadoras de una junga urbana. 

   Gianni Versace creía en el glamour permanente, en una mujer endiosada aún en lo cotidiano. Cuando su estilo se hizo ver, y no había forma de no verlo, las reacciones fueron encendidas, tanto a favor como en contra. Era sin dudas alegre, desinhibido y sexy pero tambien se lo tachaba de aparatoso y vulgar dado que Versace tomaba prestados referencias de la cultura pop y de las heroínas de los comics sin pudor alguno. En un momento en que la clásica elegancia femenina comenzaba a parecer vetusta y pasada de moda, los desfiles y las tiendas de Versace eran un estallido de color y sensualidad, con las botas destacando su potencial erótico en primer plano.


Linda



Naomí



Stephanie, Cindy, Linda, Karen y Claudia


   Las botas eran parte de un concepto festivo mucho más amplio: la colección de Versace Otoño/Invierno de Milán de 1991 dio origen al desfile como espectáculo emocionante que tan bien conocemos hoy. Ese momento marcó la primera gran fusión de la moda con las celebridades y si a alguien se le puede culpar por esto, probablemente sea a Gianni Versace. Y no sólo por su talento de diseñador y sus hábiles campañas de marketing que lo pusieron en la cresta de la ola sino porque las colecciones y los shows de Versace son inseparables del recuerdo de aquel poker de ases de la pasarela que conformaban Naomí, Cindy, Claudia y Linda (no se necesita recordar sus apellidos) junto a Helena Christensen, Karen Mulder, Christy Turlington, Eva Herzigova, Carla Bruni, Yasmeen Ghauri y Stephanie Seymour: una  escuadra imbatible de amazonas de la pasarela y los medios que más de treinta años después sigue dando de qué hablar y generando millones de vistas en YouTube.

   Décadas atrás, las botas femeninas se consideraban un símbolo de rebeldía y agresividad, un antídoto contra la femineidad clásica algo aburrida del New Look. Este resurgimiento noventoso se vinculó con otro mensaje, muy consustanciado con su época y a la vez novedoso: la visibilidad del BDSM a través de la moda. Versace apostaba al negro brillante en botas y corsettes, con un diseño inspirado en la cultura Femdom y leather pero lo intercalaba con prendas de colores brillantes, insinuando a una dominatriz en cada paso, pero con un estilo risueño y divertido. Llevé el negro, pero lo mezclé con rojo, amarillo, verde y naranja; todos los colores combinan bien con el negro. El mío es un negro muy, muy alegre. Contemporáneo de los videos más provocadores de Madonna (Justify my love, Erótica, Human nature) y de su libro Sex, los desfiles de Versace rescataban al fetichismo y al bondage de las catacumbas y las mazmorras del sexo pervertido y los asociaban con el brillo de las supermodelos que poblaban sus desfiles, al ritmo de la música de las estrellas del pop.  El ambiente es de felicidad; es moderno, está vivo, es un regalo para las mujeres, declaraba Versace al finalizar uno de sus desfiles. Un regalo y un legado que sigue vivo y que trascendió largamente a la vida de su genial creador. 







domingo, 17 de agosto de 2025

Amalia Rusiello. Madame Dabi

 

   Amalia Russiello es la responsable de Madame Dabi, un exquisito proyecto de ilustración basado en la estética del rococó y del cabaret. Es un viaje al pasado lleno de fetichismo y fantasía, un mundo sáfico ideal en el lo privado se percibe como espectacular. Hay mucho de teatral en estos trazos que, mediante la evocación producen en el espectador una sonrisa cínica y lasciva.


Fuentes:

https://jardindeadultos.net/2019/01/amalia-russiello-boudoir-historico-y-fetichismo-jugueton/

https://www.madamedabi.com/

























jueves, 7 de agosto de 2025

La importancia de las ficciones (parte III)

 




   Es verdad, señora Roxy que su marido es su esclavo y Ud tiene un calabozo? Así y de similares maneras me han preguntado reiteradas veces si lo que hacemos es verdad. Mis respuestas suelen satisfacer la comprensible curiosidad de quienes me rodean pero cada vez que he contestado ese tipo de preguntas me ha quedado un regusto amargo: una incómoda sensación de que he dejado claro que la dominación femenina es un conjunto de juegos íntimos que nos provoca placer y refuerza los lazos amorosos pero por otro lado siento que he decolorado con lavandina mis negros hábitos de sacerdotisa del Marqués, los que me siento tan orgullosa de vestir.


   No hay duda que nadie es esclavo de nadie y mi esclavo no es tal: así es como es feliz y además lo ha fantaseado toda su vida. Pero esa verdad es sólo una parte de la historia, la más visible y palatable. La otra parte, la oculta, dice que las mentiras y los cuentos que protagonizamos durante la intimidad del sexo son formas de expresión de una verdad escondida: muchas personas no estamos del todo satisfechas con la vida que llevamos en sociedad. Nuestras experiencias eróticas pueden ser satisfactorias pero sentimos que algo nos falta, aunque no siempre sabemos exactamente qué. Para aplacar ese sentimiento de frustración, construimos ficciones donde toda extravagancia es bienvenida. En la ficción del sado, somos Amas y esclavos. En la ficción del sissismo, ellos son ellas.

   Toda esa fantasía de diosas paganas y despóticas junto a sumisos humillados que vemos y leemos en la pornografía sádica, hunde sus raíces en la experiencia humana, en sus vivencias, sus sueños, sus anhelos, sin que por ello tenga chances de materializarse. Cuando escucho a un sumiso decir que su Ama es real o que busca un Ama real, siento deseos de explicarle que no es la vida de una mujer la que determina si es una dominante real o no sino su poder de persuasión y su capacidad para crear la fantasía que nutre la experiencia sadofemenina. Tomar esa fantasía al pie de la letra, creérsela literalmente, sólo conduce a la frustración. Dian Hanson, editora y columnista de muchas de las revistas fetichistas más importantes de la historia del BDSM, dijo una vez que la vida real nunca será como la fantasía pornográfica y que justamente por esa limitación es que la fantasía pornográfica tiene sentido.

   Se comprende fácilmente porqué tanto los esclavos como Nosotras somos tan aficionados a la extravagancia de la ropa y los accesorios fetichistas. No solamente existe el innegable efecto visual de vernos más bellas. El fetiche nos transforma en alguien muy diferente a como nos vemos en la otra vida, la real, de la que queremos huir. Por eso una dominatriz jamás se presenta en transición, como sí lo hacen las dragqueens, cuyo morbo reside en exhibir paso a paso su transformación. Nosotras aparecemos en escena frente al esclavo perfectamente montadas y en rol, para escapar de la manera más rápida posible hacia la irrealidad. Cuando empieza la sesión y las jaulas de la dungeon se cierran, las jaulas de la realidad se abren y salimos a ser la Otra.

   Como la ficción del sado es un estado transitorio donde satisfacemos el apetito por una vida que no tenemos, el regreso a la realidad suele ser un golpe, a veces brutal, en donde comprobamos que los sueños sólo sueños son. Somos Cenicientas que nos tocan el reloj de las doce. Una travesti me lo confesó una vez en un baño de una discoteca swinger, Ustedes se desmaquillan y se van a dormir, a nosotras con el maquillaje, se nos van nuestras ilusiones. Porque vivir de a ratos la vida que queremos nos recuerda que la realidad siempre es más pobre y más opaca que aquello que soñamos.

   Mario Vargas Llosa afirmó una vez, hablando de las novelas de ficción: La fantasía de la que estamos dotados es un don demoníaco. Está continuamente abriendo un abismo entre lo que somos y lo que quisiéramos ser, entre lo que tenemos y lo que deseamos. Porque la vida real, la vida verdadera, nunca ha sido ni será bastante para colmar los deseos humanos. La ficción enriquece la existencia humana, la completa y, transitoriamente, compensa esa trágica condición que es la nuestra, la de desear y soñar siempre más de lo que podemos alcanzar.


Entradas relacionadas

La importancia de las ficciones (parte I)

La importancia de las ficciones (parte II)


   



viernes, 1 de agosto de 2025

Botas en el recuerdo IV

 

  Esta es la cuarta presentación de fotografías en botas de los sesenta a los ochenta, modeladas por célebres actrices y cantantes de la época.

   Aquí, las protagonistas de las tres anteriores

Botas en el recuerdo I. Brigitte Bardot, Edwige Fenech, Jane Birkin, Jane Fonda, Jean Shrimpton, Barbara Perkins, Linda Hayden, Sharon Tate, Nichelle Nichols, Valerie Leon y Ursula Andress.

Botas en el recuerdo II. Jane Birkin, Romy Schneider, Marianne Faithfull, Nancy Sinatra, Jacqueline Bisset, Edwige Fenech, Erika Blanc, Gina Lollobrigida, Cherie Currie, Kate O'Mara, Agneta Falskog y Virna Lisi.

Botas en recuerdo III. Mary Quant, Cherie Currie, Amanda Lear, Anita Ekberg, Britt Ekland, Cher, Erika Blanc, Gina Lollobrigida, Senta Berger, Sylvie Vartan, Mónica Vitti y Agneta Falskog. 


   Las dos primeras de las modelos de hoy son las Runaways. La primera, la cantante original Cherie Currie; las segundas las actrices Dakota Fanning y Kristen Stewart que personificaron a Cherie y a Joan Jett en el film del mismo nombre. Luego siguen dos glorias argentinas: Susana Giménez y Nélida Lobato. La pornostar Nina Hartley y la cantante Nadia Cassini aparecen entre las bellas actrices clásicas: Mireille D' Arc, Jane Seymour, Erika Blanc, Gina Lollobrigida, Sybil Danning (por supuesto, dominante y sádica) y Anita Pallenberg. 


Enero. Cherie Currie



Febrero. Dakota Fanning y Kristen Stewart



Marzo. Susana Giménez



Abril. Nélida Lobato



Mayo. Nadia Cassini



Junio. Mireille D´Arc



Julio. Erika Blanc



Agosto. Jane Seymour



Septiembre. Gina Lollobrigida



Octubre. Nina Hartley



Noviembre. Sybil Danning



Diciembre. Anita Pallenberg


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