sábado, 13 de septiembre de 2014

Hasta acá llegamos....





   Hasta acá llegamos me dijo una noche una linda señorita en los reservados de un pub swinger de la costa argentina. Yo apenas había empezado a juguetear con bajarle sutilmente el bretel de su soutien después de algunos besos que habían despertado mi entusiasmo.

   No fue un episodio aislado: podría llenar varias páginas de blog con anécdotas similares. La mayoría de las mujeres que encuentro en las fiestas swingers y bisexuales a las que asisto se vuelven neuróticas si no tienen todo aclarado desde las preguntas previas. No hay lugar para la seducción ni la espontaneidad. A mí explicarlo todo previamente me deserotiza, es como entrar otra vez a la adolescente edad del pavo pero esta vez desde la insufrible, interminable, edad de la boludez femenina, un síntoma que genera un desequilibrio total en la balanza del placer.

   Las mujeres insisten en pagar un alto costo prejuicioso en perder momentos que podrían ser de placer..costos que escapan a mi comprensión. Parto de la situación elemental: si estamos acá es porque el sexo entre nosotras nos gusta o porque suponemos que nos puede gustar. Si se trata de una mujer de mi edad, no puedo justificarla jamás: cuánto más va a esperar esa señora para gozar en plenitud su poder erótico sin pedirle permiso a su acompañante masculino? Y si se trata de chicas jóvenes... cómo puede ser que con toda la multimediática data de que disponen se comporten a la hora del sexo con la misma moralina que podría corresponder a las mujeres de la generación de mi madre? Hace años que sé que muchas la juegan de ser la reventada que se las sabe todas pero siempre terminan devaluándose a la primer caricia cuando se le pasa el efecto de la copa de vino blanco frizzé frutado (el supuesto aflojabombachas).

   Las mujeres en general hemos apostado muy poco a nuestra sensualidad. Siempre pareciera que oscilamos entre cierta dejadez, cierto abandono, que es la peor herencia del feminismo y la clásica objetivación que los hombres hacen de nosotras. En ambos casos, no somos dueñas de nuestro poder de goce. Si el impacto de tanta disco con sexo explícito, programas de sexo en la televisión de la tarde, incitaciones al uso de juguetes eróticos y a masturbarte hubiera sido tan relevante, tendríamos al alcance de la mano una salida a la frustración sexual. Estos tiempos deberían haber sido una escalada exponencial hacia la revalorización del erotismo femenino, especialmente en las más jóvenes. Pero me parece que todo termina siendo nada más que una pose, un bluff con el que se engañan a sí mismas.

   Salir de parranda era un término propio de las mujeres de la generación de mi madre. Implicaba cierto pecado, cierta trangresión. Hoy la parranda está generalizada pero lo que más abunda en la noche, además de las chicas que hacen del sexo su negocio, son las parranderas de la nada.

   Seguimos sintiendo el temor de ser demasiado putas o bisexuales de noche y no poder regresar atrás cuando llegue el otro día? Y quién quiere volver atrás? Así, lo que debería ser un bosque termina siendo un establo y las Tigresas Blancas que habitan en mi interior y en el de muchas amigas mías ya se están hartando de acechar presas adentro de un zoológico y de conformarse con cazar gallinas en un granero. Falta mucho, por ahora hasta acá llegamos pero sabemos que la historia aún nos debe algo...











9 comentarios:

  1. Interesante. Su experiencia me abre otros mundos que no conozco.

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  2. Qué lástima que la mayoría de las mujeres como dices no gozen de ese potencial erótico con el que les ha dotado la naturaleza. Como ferviente admiradora del género femenino, rompo una lanza por ellas, para que sean más atrevidas y más sensuales. Con la de lencería fina, tacones, vestidos maravillosos... etc etc, que tienen a su alcance!!! es una pena no verse como una diva cuando ellas lo tienen tan fácil oigsss.
    Besitosss

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  3. Buenas que tal, soy Tati, yo creo que uno de los problemas es que por como hemos sido educados, buscamos identificarnos con algo y ahí caemos en etiquetar nuestra sexualidad, entonces somos o hetero o bi u homo, pero algo tenemos que ser. En vez de ver a la sexualidad como algo dinámico, sin etiquetas, con un sinfin de posibilidades para explorar y cuya fuente de alimentación es el cerebro, la limitamos a la etiqueta con la que nos sentimos más identificados. Que se yo, te puedo contar sobre como me di cuenta que era sumisa, como me fui dando cuenta que me atraen también las mujeres pero no podría decirte cuando me di cuenta o determiné que era heterosexual.

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  4. ME GUSTO MUCHO muy bueno ,, y tambien me dejo pensando :)

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  5. me confieso asiduo lector de sus posteos. muy bueno y muy cierto

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