El gran B.B. King decía que el blues es como la comida del sur de los Estados Unidos. Un tradicional plato sureño lleva muy pocos
ingredientes; el arte del buen cocinero radica en saber combinar esos
ingredientes en la cantidad justa y en el momento justo. Al igual que el blues
y que la cocina sureña, la dominación femenina también requiere de muy pocos
ingredientes básicos y la gracia de la dominadora es saber combinarlos para generar
una armonía y así lograr que el ritmo del sexo fluya placenteramente. Anoto lo
imprescindible: mujeres dispuestas al goce, belleza fetish en los accesorios,
un ambiente libre de interferencias y una silla o sillón.
En
el rincón opuesto de la dominación blusera, tenemos al desafinado BDSM escaso de
femineidad y carente de suavidad aterciopelada. Una sala de sesiones debe ser
un lugar oscuro y desagradable, poblado de estructuras rígidas, amenazadoras,
metálicas, frías, donde lo importante sea la demostración virtuosa del dominio
de una técnica. A veces sonrío imaginando a sus constructores; esos artesanos
con alma de herreros frustrados, expresando su incomprendida vocación mediante
el armado de instrumentos misteriosos y cuasi aterradores gracias a los cuales
suponen que lograrán la atención de las damiselas presentes y a la vez lucirse
frente a otros dominantes. Mi amigo Hugo,
a.k.a El Sombrerero, con su particular sentido del humor, definió a este
mundo como la dominación protésica.
Los artefactos son las prótesis sin las cuales parece que no hay forma de
dominar ni de someterse ni de gozar.
No
puedo dejar de recordar experiencias en sesiones colectivas en donde sólo eran
necesarias algunas sillas
(definidas siempre, medio en serio medio en broma, como los tronos de las Diosas) en donde las damas nos divertíamos permitiéndonos el goce de volver a
ser niñas, jugando sádicamente con las criaturas sumisas y disfrutando de sus
miradas cargadas de sometimiento que sólo expresaban gratitud por el momento
que estaban viviendo. Recuerdo también como me molestaba esa ferretería extraña
que sólo me servía para apoyar cosas, toda esa chatarra más propia de un
gimnasio o de una industria y totalmente ajena a la singularidad imaginativa
que intentaba alcanzar.
Cuando
digo singularidad, lo hago
afirmando mi rechazo a cualquier forma de mecanización o colectivización del
sexo. Un aparato cualquiera está diseñado para ser usado por cualquier usuario;
todos lo usan igual. En el caso del sexo, se supone que todos van a gozar
igual. Esto es BDSM, hagamos fila para
usar el aparato, tengamos placer sexual en línea de producción. Mi
dominación es lo opuesto e irradia el perfume de lo singular puesto que si soy
Yo quien marca el ritmo de la acción, sólo a Mí me corresponde la selección, el
mezclado y la dosificación de los ingredientes y no al anónimo fabricante de un
aparato, a los que tantas veces maldije cuando alguna de sus patas abulonadas
me hacían tropezar, estropeando la gracia del contoneo en las botas de tacón
que había seleccionado especialmente para esa noche singular de placer y
seducción.
B.B. King será por
siempre el Rey del Blues y el rey sabía lo que decía. En sus orígenes, el blues
era una música compuesta con pocos acordes (casi nunca más de tres), de ritmo
lento y acompasado, que buscaba inspirar un sentimiento antes que demostrar
virtuosismo. Aquellas dominantes que sólo aceptamos la sumisión cuando es un sentimiento, cuando es la respuesta
emocional genuina a nuestro poder sádico, no necesitamos que ningún
inventor nos diseñe artefactos que requieren un manual de instrucciones para virtuosos de las técnicas. A Mí me
basta con elegir algunas de las prendas fetish de mi vestidor, cerrar
la puerta para evitar intromisiones de gente extraña y una simple silla, que va a ser mi trono de Venus. Esos son los tres acordes de mi dominación.
Buenas tardes,
ResponderEliminartotalmente de acuerdo.
gracias Juan
EliminarHermoso texto! Muy bueno! Tuve la suerte de conocer en persona a esa especie de saurio negro con manos gigantes, vestido con traje que parecia hecho con cortinas de la sala de estar llamado B.B. King. Le hice (hicimos) un reportaje capturando su enorme ternura, su estilo sureño de blues que lo rodeaba en sus modales , la gente que lo rodeaba y protegia en ese concierto en Obras. También su show era típico de esa onda: la banda que lo acompañaba toca algunos temas para calentar el ambiente y luego sube él. Lo únic que no pude entender es como tocaba su Gibson 335 negra (Lucille) con esos 5 porongos negros y gruesos. Un sabio, porque sabio se és por descuido.
ResponderEliminarYo lo pude ver la ultima vez que vino a la Argentina. Fue maravilloso. Se le notaba la edad en algunos punteos pero tocó con un sentimiento único. Tengo una hermosa anécdota de ese show en el Luna Park. Al terminar el ultimo bis, me acerqué al escenario y logré que el REY me haga dar por uno de sus asistentes una pequeña placa de bronce que es un souvenir de aquella gira. LA GUARDO ENTRE MIS MAS PRECIADOS RECUERDOS
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