Uno de los placeres que más me gratifican cuando
escribo para el blog es el de establecer
un ida y vuelta con lectores que me dejan sus testimonios. Hoy rescato del
archivo al comentario de Miquel Andreu
para mi columna Los Ornamentos de la Profana Hermandad. Miquel nos cuenta
sus inicios en el fetichismo con mucha sencillez pero a la vez con riqueza y
pasión.
Mis conocimientos sobre fetichismo son muy básicos. Desconozco la existencia de fetichismo basado en elementos de uso masculino, si exceptuamos la cultura homosexual. Ninguna mujer me ha comentado nunca un recuerdo de infancia basado en una imagen de un objeto masculino… Será la mente del hombre la que necesita esos agarres para crear una fantasía y con ella un mundo interior?
Lo reconozco de antemano, mi respuesta es clásicamente
sexista. Los hombres y algunas mujeres
nos sentimos muy atraídos por la belleza femenina. No existe por parte de las
mujeres (o existe pero muy atenuado), un sentimiento complementario hacia los
hombres. El fetiche no es otra cosa que el elemento que profundiza esa belleza
y le otorga un poder de atracción irresistible. Al decir esto, afirmo que la belleza femenina existe y que no es una construcción
social impuesta por los vendedores de lencería o por los fabricantes de zapatos
de tacón. En todo caso, ellos sólo satisfacen demandas: la demanda de las
mujeres por incrementar nuestro atractivo y la demanda de los hombres por
incrementar su deseo. Nada avala mejor mi tesis que el
crossdressing. Como mi sumiso marido suele decir: Las mujeres si lo desean, pueden vestirse, y de hecho lo hacen, como el
mecánico o el verdulero pero nunca conocí a un varón crossdresser que al
momento de vestirse de mujer elija esa clase de ropa.
Dian Hanson, cuando trata este tema, lo
hace desde un punto de vista más psicológico. En mi columna El fetiche es una cuestión de amor, posteada en
noviembre del 2012, cito a Dian cuando sostiene que los fetiches suelen
comenzar cuando un niño se siente atraído por algo brillante, suave o colorido
(raso, seda, lentejuelas, pieles) pero que es percibido por los adultos como femenino.
Entonces, es alejado de ello, a menudo con severidad. Las niñas no suelen
experimentar estas experiencias de mutilación. Pero en el niño, la fijación en
ese objeto puede no desaparecer sino que se expresará años después en el ámbito
del fetichismo. Los fetiches se inician, de acuerdo a esta teoría, cuando
un niño, ansioso y experimentando, entiende que si expresa ese deseo, rompe las
reglas establecidas y corre riesgo de perder el amor de sus padres. El fetiche,
según Hanson, tiene mucho que ver con la
búsqueda del amor. Comprendido este punto esencial, vuelvo al testimonio
de Miquel
Mi
fetichismo nace de niño, de muy niño. El recuerdo indeleble es el de una mujer
de carnes prietas. Yo estaba detrás de ella, de pie. Mis ojos coincidían con la
parte más volumétrica de sus posaderas. Llevaba una falda ajustada que marcaba
tipo redondeado. La falda se estrechaba mientras descendía por los muslos.
Llegaba justo a la altura de la rodilla, a media altura. Luego, unas medias
semitransparentes negras lucían una línea que empalmaba el negro de la falda
con el de unos zapatos de salón. Recuerdo aquellas formas voluptuosas de su
cadera y su pierna (entonces no era capaz de entender que me sucedía mientras
la miraba), la medias con la costura y el tacón alto de sus zapatos. Creo que
construí mis primeros pasos en el fetichismo, a partir de aquella altura que me
permitía observar caderas y piernas torneadas por una moda que enaltecía la
forma femenina.
La experiencia de la infancia que Miquel
comparte es la de millones de hombres. Una visión femenina, mágica y
fundacional determina su sexualidad de por vida. Un lector del foro High Heels Place cuenta lo siguiente cuando relata sus inicios
en el fetichismo.
En mi barrio también vivía una chica de unos veinte
años que trabajaba como modelo. Era alta y asombrosamente bella e iba siempre
elegantemente vestida. Debido a su trabajo, o por su propio gusto, solía
utilizar zapatos de taco alto dondequiera que iba. Cuando la veía pasar, yo
quedaba siempre extasiado pero a la vez le temía.
Pero una vez ocurrió algo que determinó
mi gusto por los tacos altos para siempre. Mis amigos y yo estábamos ocupados
recogiendo fruta en el árbol cuando ella se dirigió hacia nosotros. Ese día en
particular llevaba un par impresionante de botas marrones de plataforma de
tacón de aguja. Al acercarse, nos dijo, en forma no muy amable que saliéramos de la acera del parque o algo
por el estilo. El grupo se separó y ella se dirigió a través de la acera
pisando y aplastando bajo sus botas el mar de frutos que habíamos juntado. A
partir de ese momento, me enamoré de ella, de sus tacos altos y con el tiempo,
de todo lo que tenga que ver con este fetiche.
Miquel dice medias negras, zapatos pumps de tacón alto, falda ajustada. En cambio, para el forista de High Heels Place son botas de plataforma taco aguja pisando frutas. Podrían haber dicho
quizás algo más informal: jeans ajustados
dentro de botas altas. O inclinarse por el lujo: guantes de cuero y un abrigo de visón. La raíz que subyace detrás
de todas estas imágenes paganas es la misma: una mujer universalmente considerada bella y que está
vestida y arreglada de modo tal que su belleza se transluce en poder de atracción sexual. Ese niño,
cuando sea adulto, buscará el amor como los demás, pero esa búsqueda tendrá la
marca del fetiche. Y si se atreve y le toma el gusto, él mismo intentará transformarse
en la mujer de su deseo y buscará el amor en otra mujer que comprenda y
estimule ese deseo.
Ahora,
ya no tengo remedio. Mis 180 centímetros de altura no son un impedimento para
escanear a una mujer y todo lo que lleva puesto. Lo visible y lo invisible. Por
eso, cuando tengo la suerte de desnudar a una y conocer como se viste por
dentro siempre pierdo la apuesta que hago conmigo mismo. Mi fantasía nunca coincide con la realidad. Y eso es estimulante,
añade un aliciente al de por si ya excitante del descubrimiento de su cuerpo y
su deliciosa vergüenza.
Miquel, gracias una vez más por compartir
tu testimonio. Mi deseo, mientras escribo estas líneas finales, es que los
sumisos fetichistas encuentren el amor sobre el que tanto fantasean, que la fantasía se
haga realidad y que sepan ser dignos escuderos de la dama que sabe vestir
medias negras con zapatos de tacón o calzar botas marrones de plataforma porque
así es como ella enaltece el poder sado y sensual de su femineidad.
Excelente!!!
ResponderEliminarMi felicitaciona esta maravillosa escritora!!
Besote inmeso lleno de rouge!!!
mi amorrrr..te adoro, gracias por escribirme y te devuelvo los besos!
EliminarQue maravilloso post, siempre das en la diana, creo que deberías escribir un libro y publicarlo, eres un compendio de sabiduría, además lo cuentas con una elegancia asombrosa, a mi me dejas extasiada nada más leerte... uff.
ResponderEliminarYo tengo muchas imágenes que todavía recuerdo de mi infancia, sobre todo cuando acompañaba a mi madre a la pelu, pero es muy largo, mejor le dedico uno o varios posts.
Lo de la falda ajustada y los tacos altos eso siempre queda grabado la primera vez.
Besosss, eres la más grande roxy!!!
gracias, Merce querida, pero el gran merito es de aquellos que me escriben, como Miquel o como vos
Eliminaryo creo que la infancia masculina marca en cuestion de sexo mucho mas que la femenina. Nunca ha estado mal visto que las niñas se vistan de chico y se pasen el día jugando al futbol o a la guerra. De hecho se las llama chicazo pero de una forma positiva. En cambio el niño que le gusta jugar a las cocinitas, vestirse con ropa femenina o juntarse con chicas en vez de chicos...ya se sabe...es un mariquita. Y enseguida se trata de reeducarle. Y esos hijas mias queda grabado para siempre...Besos Mistress.
ResponderEliminarpara siempre..de adulto, jugaras con el sissismo o el fetiche....mi preciosa gerita, BESOS
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