viernes, 13 de septiembre de 2024

Spanking. Las ideas de Johann Meibom (1629)

 



   El primer intento sistemático de explicar a la flagelación no como cruel castigo sino como un poderoso estimulante de la sexualidad masculina, fue llevado a cabo por el médico alemán Johann Meibom. La obra de Meibom, publicada en 1629, reeditada y ampliada varias veces, permanece como un inestimable documento primitivo que pretende explicar como lo que hoy llamamos spanking puede provocar sensaciones únicas de placer cuando se supone que es un castigo que debe provocar todo lo contrario.

   En su tratado, Meibom recopila diversos casos y estudios en donde deja claramente establecido que la flagelación puede actuar en algunos casos como estímulo para la erección del pene de la supuesta víctima, que puede ser utilizada como recurso ante casos de impotencia sexual y que puede provocar en niños un placer tal que de adultos no puedan llegar a excitarse a menos que sean azotados. Meibom no cita casos de mujeres azotadas porque se centra en la relación entre azotes y erección masculina, en como ambos están relacionados. Las mujeres aparecen en el rol de azotadoras: varias de ellas en casos de juicios, en donde las esposas denuncian que a los maridos perversos que las obligan a flagelarlos como paso previo a la relación sexual.

   Meibom intenta llegar a una explicación anatómica de la conexión que se establece entre los varazos o azotes en las nalgas y la erección. Según Meibom, cuando un hombre, por alguna causa, se ha enfriado en su sexualidad, puede llegar a calentarse mediante una intensa agitación en su baja zona lumbar y de las nalgas y el calor generado se transmitirá a los órganos generadores de esperma, que Meibom ubicaba en la parte baja de la espalda, que luego descendería hacia los testículos y así se recuperaría la virilidad perdida.

   A pesar de la inexactitud de los conocimientos anatómicos de Meibom, su lectura final es correcta: los azotes pueden provocar una respuesta eréctil imposible de alcanzar de otra manera. Establece sin dudar que el vicio de ser azotado puede inculcarse desde la niñez si los adultos recurren al azote como castigo. También coincide en que el hombre con esta tendencia suele estar profundamente avergonzado y se detesta a sí mismo por tener que recurrir a ser azotado.

   Entre las diversas fuentes que Meibom cita en su libro, la más famosa por lo verídica y explícita es la de un humanista italiano, Pico Della Mirandola que cien años antes, en una obra de 1502, había escrito

Conozco a un hombre con un género de lujuria prodigioso y casi inaudito, por cuanto jamás le inflama el placer si antes no es azotado….Esta criatura suplica semejante favor de la mujer de que se propone gozar y él mismo le entrega una vara…y de rodillas implora a la ramera la bendición de los azotes y cuanto con más vigor es azotado, con más entusiasmo goza, y de semejante manera van juntos placer y dolor. Singular ejemplo es éste de persona que encuentra el deleite en pleno tormento y no es hombre muy vicioso en otros aspectos, reconoce su aberración y él mismo la aborrece.

   Más de quinientos años después, podemos reconocer fácilmente todos los elementos que componen la clásica psiquis del esclavo masoquista en su búsqueda del placer: la dependencia del fetiche en su sexualidad, la presencia indispensable de una mujer castigadora que ejerza como dominatrix, la necesidad del hombre de pagarle a una mujer porque seguramente no encuentra ninguna que acceda a azotarlo por su propia voluntad, la combinación de placer y dolor como vehículo para el orgasmo y finalmente, el sentimiento de culpa que lo invade post – acto.

   Hoy diríamos que azotado y ramera forman una pareja spanker – spankee consensuada en el marco de una relación BDSM. A él le sugeriríamos que no se aborrezca a sí mismo, que sólo es un masoquista con plenos derechos a su personalísima forma de gozar. A ella, que tome los recaudos necesarios para que los azotes que aplica se encuadren dentro de lo sano, seguro y consensuado. A ambos, que no descuiden el diálogo posterior y el aftercare, si es que él alcanzó el subspace en medio de la sesión.

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